Domingo, 9 de agosto de 2015 | Hoy
CULTURA › LILIANA BODOC Y TIEMPO DE DRAGONES, SU NUEVA NOVELA
Ideada junto con el ilustrador Ciruelo, originalmente iba a ser un guión cinematográfico, y de hecho es una suerte de precuela de lo que será un film. Bodoc recupera temas propios como el de la traición política y el poder de las creencias para construir la realidad.
Por Andrés Valenzuela
Hace unos años –casi una década–, unos amigos le prestaron a Ciruelo La Saga de los Confines. El ilustrador argentino quedó prendado de la prosa de Liliana Bodoc. Encontró en ese relato de pueblos sublevados, de magia y de tierra un reflejo de lo que él mismo buscaba en sus petropictos y en los dragones que lo hicieron famoso. Aparecieron las ganas de trabajar juntos. El resultado llegó para la Feria del Libro de Buenos Aires de 2015 y está en las librerías: Tiempo de dragones. Originalmente iba a ser un guión cinematográfico, aunque Bodoc revela que finalmente es una suerte de precuela de lo que será el proyecto audiovisual. Porque Tiempo de dragones será una película, quizás la más ambiciosa producción de género que se vaya a encarar en el país.
En “La profecía imperfecta”, comienzo de la saga, se cuentan las desavenencias entre dos clanes, que trasladan de su viejo país al nuevo continente descubierto, y que además reproducen con los habitantes que allí encuentran. Es un mundo donde la fuerza de los dragones parece estar en retroceso, aunque distintas formas de la magia mantienen su vitalidad. En muchos sentidos, Tiempo de dragones recupera muchos de los tópicos habituales en la literatura de Bodoc: el descastado, la traición política, los amores más allá de los límites sociales, el poder de las creencias para construir la realidad. Tampoco faltan elementos del ilustrador. El más obvio es la presencia –recontextualizada– de su famosa dragona blanca Hobsyllwin, pero también se podría contar la concepción circular del tiempo que enfatiza cuando se conversa con él.
Algo de circular tiene la hechura misma de esta novela. “Decidimos arrancar con un guión cinematográfico que devino en saga y quizás vuelva al formato de guión”, comenta Bodoc. El trabajo con el ilustrador fue “amoroso y generoso”, considera. “Me entregó sus dragones, en particular su dragona blanca, que en muchos sentidos no es la que él maneja en su narrativa”, destaca. Ciruelo le dio total libertad para escribir. “No me retaceó nada, no fue egoísta ni me exigió que me atuviera a su concepción de los dragones”, cuenta la escritora.
Esta primera parte fue el territorio de las palabras. Lo que sigue será el camino de la imagen y ahí resurgirá la labor de Ciruelo. Sin embargo, el horizonte audiovisual puntuó el texto. “Lo afectó de tal forma que no pudo ser el plan como habíamos imaginado”, confiesa Bodoc. “Para escribir un guión me faltaba por un lado el lógico espacio que necesito como narradora y por otro el oficio como guionista, que no tengo”, reconoce. Ella no reconocía ni la historia ni los personajes: “me faltaba espacio para entender mi historia, darle carnadura, grosor, interés a los personajes, al territorio”. Ciruelo y los productores del film borraron los plazos planteados originalmente y flexibilizaron todos los planes. “Tanto que en la película iría la segunda novela, porque cuando pensé la épica apareció una novela que es incluso anterior a lo que dará vida al guión, una especie de precuela o de historia previa.”
La producción de la novela supuso muchas charlas entre ambos autores, que encontraron ideas que oficiaron de “espacio en común que nos hermanaba”, como describe ella. “Creo que Ciruelo, más allá de su trabajo, tiene una posición tomada sobre la vida y es muy coherente con eso –-afirma la escritora–, es un militante de la espiritualidad bien entendida.” Esas ideas que el ilustrador desgrana en cada entrevista también aparecen aquí y allá en la obra de Bodoc. “Lo que encontramos conversando es que había un manojo de ideas y pensamientos acerca de la magia, la vida, la muerte, la realidad, que compartíamos”, recuerda. “Creo que él es más militante que yo, lo mío es más intelectual, son ideas que me enamoran, pero él las vivencia.”
En la obra de Bodoc, desde La saga de los confines hasta Memorias impuras, El rastro de la canela u otras, hay ideas sobre las cuales la autora regresa constantemente. Una de ellas, particularmente fuerte a la hora de construir a sus protagonistas, es la figura del extraño, del migrante, aquel que por algún motivo debe integrarse a una sociedad que no termina de aceptarlo. Bodoc reconoce que en ello puede haber algo autobiográfico –nació en Santa Fe, pero se mudó a Mendoza desde pequeña y luego siguió su peregrinar– o incluso algo ideológico. “No tengo manera de construir personajes fuertes en su interioridad si no son huérfanos, solitarios, mestizos o apócrifos”, ahonda. En Tiempo de dragones hay desterrados y no falta quien tiene un pie en una cultura y otro pie en la otra.
Una de las ideas más interesantes del libro es la construcción apócrifa de una profecía, una escritura apurada por monjes borrachos acuciados por la muerte. Una suerte de represalia post mortem contra sus asesinos. Esa profecía –genuina y a la vez falsa–, presentada luego como verdadera, activará las fuerzas de una rebelión. Esa capacidad de las ideas para movilizar sociedades también reaparece constantemente en la obra de Bodoc. “Es otra cosa que me interesa y en la que todos pensamos todos los días, porque para bien o para mal vemos que el discurso construye la realidad”, comenta. “Un discurso mentiroso construye una sensación falsa de la realidad, si ves TN percibís claramente esto de construir una realidad falsa con un discurso falso”, señala, aunque guarda espacio para la esperanza: “También hay un discurso redentor, que construye la fuerza de la humanidad y las sociedades”.
En el relato también se cuelan sus concepciones políticas y la traición, como figura o como peripecia, es otro de los elementos recurrentes de su narrativa. “Me parece que de alguna manera me acerco por la experiencia, no tanto personal, pero sí por el poco o mucho conocimiento que uno pueda tener de nuestra historia, de nuestros traidores”, reflexiona. “Me interesa la idea del traidor y del daño fenomenal que le puede hacer una traición a cualquier proceso social”, advierte. “Imaginar cómo obran los traidores, como piensan, cómo conviven con sí mismos, es fascinante desde la escritura”.
A la santafesina la alegra que se detecten sus recurrencias. “Yo me monto sobre las recurrencias literarias, históricas, sociales porque trabajando sobre eso uno gana un espesor de todo lo que se haya dicho y de alguna manera se capitaliza. Bueno, es el círculo.”
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