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Miércoles, 30 de septiembre de 2015

CULTURA › SE PRESENTó LA AUDIOTECA LITERARIA ARGENTINA

Un juego para compartir

La primera colección contiene treinta cuentos leídos por actores argentinos, a los que se podrá acceder en www.cultura.gob.ar. La plataforma estará disponible en distintos soportes: PC, computadora portátil, teléfono móvil, tableta y reproductor de CD.

 Por Silvina Friera

Un silencio muy cercano, acaso familiar, se extiende por el aire. No vuela una mosca en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Ni murmullos se escuchan, a pesar de que se está presentando uno de los proyectos más bellos que se ha concebido de un tiempo a esta parte: la Audioteca Literaria Argentina, con una primera colección titulada “Lugares”, treinta cuentos de autores argentinos –Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Rodolfo Fogwill, Hebe Uhart, Haroldo Conti, Sara Gallardo, Daniel Moyano, Juan José Saer, César Aira, Ricardo Piglia, Mario Ortiz y Martín Rejtman, entre otros– leídos por actores como Cristina Banegas, Humberto Tortonese, Manuel Callau, Marta Lubos, Erica Rivas, Osvaldo Santoro, Mónica Cabrera, Guillermo Arengo y Alberto Ajaka, por mencionar apenas un puñado de intérpretes. Ni siquiera se oyen toses. Algo está por suceder antes de que Lucrecia Martel, coordinadora de la Audioteca, dialogue con la escritora y crítica Graciela Speranza, curadora de la colección de cuentos; con la escritora y artista visual Leticia Obeid, autora de “Oficina”, incluido en la selección; con la actriz Claudia Cantero –que leyó “Bajo cero”, relato de Damián Ríos–; y el actor Alejandro Awada, quien tuvo a su cargo la lectura de “As de espadas”, de Juan Filloy. Martel pide que bajen la luz y comparte un audio memorable: “Canción de cuna feroz, duérmete niño lindo, que vienen las palomas a comerte los ojos... Que viene el tigre, el león, a comer tus bracitos. Duérmete, corazón”. Es la voz inolvidable de Silvina Ocampo.

Cuando la cineasta filmó Las dependencias, una aproximación al mundo de la menor de las Ocampo, tuvo la oportunidad de estar horas en el estudio de Silvina y escuchó las cintas grabadas por la escritora en las que ensayaba canciones, poemas, textos. “La cultura es un juego para compartir, como son todos los juegos. Queremos que las personas que tengan un plan serio puedan sumar colecciones de audiolibros, audiocuentos, audioensayos o poemas leídos. Que presenten proyectos y tratemos de que la literatura, en esta forma tan bella de emisión que es el sonido, podamos compartirla con más gente”, propone Martel, coordinadora de la Audioteca, plataforma desarrollada por el programa Cultura Accesible de la Dirección Nacional de Industrias Culturales del Ministerio de Cultura de la Nación, a la que se podrá acceder en www.cultura.gob.ar, y que estará disponible en distintos soportes: PC, computadora portátil, teléfono móvil, tableta y reproductor de CD. La ministra de Cultura, Teresa Parodi, pondera las voces de los actores que imprimen una musicalidad que “da una visión distinta y completamente conmovedora del cuento que se escucha”. Parodi agrega que “el arte es una herramienta extraordinaria del ser humano para transformar y enriquecer su espíritu”.

La escritora y crítica Graciela Speranza, curadora de la Audioteca, plantea los criterios de selección de los cuentos. “Las constricciones siempre dan libertad, al menos en el arte. Pensamos la idea de lugar, que los cuentos permitieran al lector y al que escucha viajar. El viaje es el motor primero de la literatura. La segunda restricción fue cuentos en primera persona. Me alegra que esto sea el comienzo de otras muchas series. Que los escritores que no pudieron estar en esta serie estén en las próximas”. Leticia Obeid, autora del cuento “Oficina”, advierte que el sonido es muchas veces lo más descuidado en el mundo audiovisual. “Cuando uno escucha un texto, lo que se despierta es una cosa muy potente de imágenes mentales. El sonido entra de una forma inconsciente. Estamos más preparados para desarmar imágenes visuales que sonidos”. Martel confiesa que al principio quisieron convocar estudiantes del ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) para leer los cuentos. “Nos dimos con una sorpresa bastante alarmante: en el ISER enseñan a apagar las tonadas regionales. Lo digo a modo de súplica: que el ISER reconsidere que la tonada no es algo que hay que perder”, subraya la directora de La ciénaga, La niña santa y La mujer sin cabeza.

“Trabajé con un genio –dice Alejandro Awada sobre Martel–. Me corrió definitivamente de mi lugar. Yo ofrecía mi versión, ella escuchaba, y me iba corriendo y corriendo. Hasta que no escuchaba esencialmente la voz del cuento, lo que el cuento ofrecía, no se detenía. Una cosa soy yo leyendo, pero otra cosa es dejar que el cuento sea para que llegue limpio al que escucha.” La realizadora se anima a contar una “intimidad” del encuentro con el actor. “Cuando Alejandro llegó al estudio, hizo un pedido inusitado: ‘¿Puedo sacarme la camisa?’ Yo dije ‘qué raro’... Alejando se encorvó como un bicho y leyó transpirando frente al micrófono.”

Claudia Cantero, que integró el elenco de La mujer sin cabeza, narra una experiencia formidable de exploración con la voz. “En algún momento me pregunté, al oírme en una función: ‘Con todo lo que me pasa, ¿sólo eso se oye?’ Yo vivía en un pueblo en el sur y había ido a trabajar a un teatro. Una noche me atacaron unos perros feroces, que no sé si eran tan feroces, pero el susto que me pegué fue tremendo. Y salió de mí un ‘¡fuera, perro!’ que dije: ‘epa... algo me habita que yo no sé exactamente quién es’. Por empezar, es hombre –bromea la actriz–. Se me ocurrió investigar cómo hacer para reproducir esos sonidos que uno no sabe que tiene adentro, que están muy cerca de lo emocional y que no es tan difícil encontrarlos. Un camino posible es tratar de construir la fisiología de la emoción en el cuerpo. Entonces trabajé sobre la propia observación en la vida, como si volviera a tratar de encontrar ese cuerpo de donde salió el ‘¡fuera, perro!’, y poder encontrarme con esas voces mucho más profundas y extrañas; eran horribles esos sonidos que salían. Si lograba proyectar esos sonidos al oído del espectador, ese espectador iba a escucharme realmente a mí, no la opinión que yo tenía sobre eso que estaba diciendo.” Como actriz, Cantero continúa en la búsqueda de esos sonidos desconocidos. “Quién sabe si son recortes de sonidos sociales que nosotros habitamos o si son almacenamientos de sonidos de cosas que nos han sucedido. No lo sé, me gusta jugar con esas preguntas. Ahí hay una riqueza que tiene que ver con la voz de ese estado emocional que el cuerpo narra. Por ahí pasa mi interés”. Speranza aclara que la primera persona en la elección de los cuentos no tiene nada que ver con esa especie de inflación del yo de la sociedad contemporánea. “Una voz en primera persona puede ser muchas voces”, afirma la escritora. “La tecnología ha acelerado bastante el ritmo de la vida y los aparatos, los celulares, nos llevan a escribir cientos de mensajes por día, a recibir cientos de mails. La literatura es una ocasión de renovar la atención prolongada. Ahora el celular o la computadora pueden invitar también a la atención prolongada.”

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Lucrecia Martel y Graciela Speranza dialogaron en la presentación en la Biblioteca Nacional.
Imagen: Rafael Yohai
 
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