Viernes, 27 de febrero de 2015 | Hoy
HISTORIETA › AVENTURAS DE UN MATRIMONIO SIN BAUTIZAR
El libro publicado recientemente por la editorial de la Biblioteca Nacional recupera la historieta aparecida originalmente en la revista PBT en 1916, totalmente fuera de serie para el momento, tanto desde lo narrativo como desde lo formal.
Por Andrés Valenzuela
Una historieta fuera de serie. No hay muchos modos de definir Aventuras de un matrimonio sin bautizar, publicado recientemente por la editorial de la Biblioteca Nacional, a partir de un trabajo de rescate de José María Gutiérrez (uno de los responsables del Archivo Nacional de Historieta y Humor Gráfico que funciona en la institución de Agüero al 2500). La tira apareció originalmente en la ya mítica revista PBT, en los primeros meses de 1916, y se convierte muy pronto en una cosa única e incomparable para el momento, tanto desde lo narrativo como desde lo formal, los recursos historietísticos que incorpora al medio.
En principio, lo primero que llama la atención es que Aventuras de un matrimonio sin bautizar comienza con la muerte de los anteriores protagonistas de la página que va a ocupar. Es decir, su génesis es consecuencia directa del fallecimiento de Don Salamito y Doña Gaviota. La segunda rareza es que en la presentación de los nuevos protagonistas no se informa su nombre. Más aun, se informa que carecen de nombre y que deben ser los lectores quienes lo decidan. De modo que durante mucho tiempo la tira se llama como este flamante libro recopilatorio antes de, finalmente, llamarse Aventuras de Don Tallarín y Doña Tortuga. Cuando todo podría haberse encaminado hacia una serie regular con los modos más o menos conocidos por todos, la revista llama a un nuevo concurso, esta vez para decidir cómo deben morir sus ya bautizados personajes. Y lejos de llorarlos, los lectores responden con devoción, proponiendo a cual muerte más original y delirante. Una participación creativa inu-sualmente vital y que hoy, casi un siglo después, se mencionaría como muy natural y prototípico del mundo 2.0. Incluso, con un saludable escepticismo, los responsables del tomo rastrearon las cartas de lectores y pudieron corroborar coincidencias entre muchos de los nombres y direcciones que se aludían en ellas.
Por otro lado, desde lo formal, Aventuras... es vertiginoso. Por ejemplo, apenas cuatro números después de la primera aparición del innominado matrimonio (PBT era una revista semanal, de modo que se trata de apenas un mes de experiencia con los personajes), los autores desechan las didascalias típicas de la época para empezar a usar globos de texto. Sí: hoy es impensable una historieta en didascalias. Hace un siglo era la norma. Y no sólo eso, el texto al pie del dibujo seguirá siendo la norma por un buen tiempo después de la experiencia de Tomey primero y de Oscar Soldati luego. Incluso los propios responsables de la tira retrocederán a los formatos anteriores al terminar la historia y comenzar otras nuevas. En ese sentido es que Aventuras... resulta una historieta “fuera de serie”. Como señalan el propio Gutiérrez y Federico Reggiani en los escritos que acompañan la publicación, esta sección de la PBT no tiene continuidad ni efectos visibles en lo inmediato para el resto de la producción local. Aparece como fuera del continuo artístico-temporal de la disciplina.
Los críticos explican que además hay otros elementos formales que se exploran los autores –sobre todo Soldati– por primera vez en la Argentina. Cierto uso de los sombreados y las líneas cinéticas, ciertos encuadres. Lo que no hay es sistematicidad. La experimentación vertiginosa que se puede observar en las pocas páginas que se publican aquí (todas las que hay, por otro lado, de una serie semanal de corta duración) es impresionante. Sin red, sin pruritos, desaforada, aprendiendo nuevos modos de hacer, decir y narrar con imágenes en cada número. Los autores no se quedan quietos y obligan a los lectores a seguirles el tranco. Algo inaudito: ¿cuántas veces se puede ver a un autor aprendiendo tanto y tan bien de un medio en vivo y en directo?
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