Viernes, 23 de mayo de 2008 | Hoy
JEFAZO, UN RETRATO INTIMO DE EVO MORALES
El periodista y sociólogo Martín Sivak nutrió con varios géneros su libro sobre Morales. Es, alternativamente, la crónica de sus encuentros y sus viajes con el presidente boliviano y un ensayo biográfico que no elude la historia de Bolivia.
Por Silvina Friera
El testigo privilegiado de la intimidad del hombre que llegó a la presidencia de Bolivia gracias a la primera revolución democrática del siglo XXI es un cronista casi invisible. Aunque está en el “círculo íntimo” del presidente, sabe camuflarse y alejarse como si no estuviera, como si sólo dejara una cámara que “documenta” y observa los dichos y hechos que articulan las imágenes que proyecta el ex líder cocalero. Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales (Debate), del periodista y sociólogo Martín Sivak, no es un ni una biografía “oficial” ni una crónica amena de un periodista “amigote” que acompaña al personaje retratado en giras por el interior del país y por el exterior, que accede a reuniones de gabinete o encuentros con sindicalistas “montados para la ocasión”. Los ojos de Sivak, que obviamente no oculta su afinidad con los cambios impulsados por Evo, miran y “cuentan” todo lo que ven en el ejercicio de la presidencia. Y muchas veces “traduce” lo que escucha.
De pronto en un acto en Villamontes, el autor percibe que “la informalidad es un rasgo característico de la política” y repara en el “caos ordenado” que rodea a Morales en el Palacio Quemado (la Casa de Gobierno). “Vivo preso de la burocracia; lo que más me preocupa es perder el contacto con la gente”, confiesa el presidente boliviano, que interpreta sus sueños como señales que debe atender con la misma urgencia con la que escucha las sugerencias de sus asesores. Claro que también muestra el costado más cabrón del retratado y cuenta cómo el presidente, enojadísimo, retó al ministro de Economía, Víctor Cáceres, por haber acordado un aumento a los maestros, que afectaba al Tesoro Nacional, sin su autorización. Jefazo, que en el idioma de Evo es un halago, una muestra de respeto, es un libro que se nutre de varios géneros. La crónica de los encuentros y viajes con el presidente boliviano –por los pueblos de Bolivia, por Africa y Estados Unidos, entre otras de las escalas– narrada en los capítulos impares; la biografía y el ensayo histórico-sociológico, que le permiten a Sivak reconstruir no sólo la historia personal de Evo sino también del país, en los capítulos pares.
En Montecarlo, el mismo bar de Palermo donde escribió buena parte de Jefazo, Sivak cuenta que conoció a Evo en Buenos Aires, en agosto de 1995, cuando asomaba en su país como un dirigente cocalero de peso. Desde entonces hasta que asumió la presidencia, mantuvo un contacto fluido –lo entrevistó más de cien veces para diarios, revistas y documentales– y cada vez que el periodista viajaba a Bolivia lo veía y hablaba, “no sólo en situaciones periodísticas –aclara Sivak en la entrevista con Página/12–. A medida que escribía el libro me fui dando cuenta de que es más interesante ver a Evo en acción que hacerle preguntas. Yo tenía la idea de que las grandes decisiones de Estado las tomaba mirando la ventana, cerrando los ojos, preocupado –ironiza el autor–, pero Evo lo hacía mirando televisión o jugando al fútbol, lo que le quita dramatismo a la situación”. A pesar de que Evo no suele ser una persona confiada, el periodista, que actualmente reside en Nueva York, no tuvo restricciones ni prohibiciones. Se ganó el carnet de acceso al entorno presidencial por los libros que publicó sobre Hugo Banzer y el asesinato de Juan José Torres.
“Lo que más me sorprendió es que Evo no puede delegar muchas de las responsabilidades que ha tenido como dirigente sindical. Una de las situaciones que más me impresionaron, en junio de 2006, fue que estábamos cenando conejo a las cinco de la mañana y un dirigente sindical se quejó de que no tenía plata para el combustible. Evo le entregó unas remeras de ‘Somos MAS’ para que las vendiera y con ese dinero comprara la gasolina.” Otra cuestión impactante fue el temor que había por la escasa preparación de Evo en materia económica. “El no sabía qué era la inflación ni el superávit cuando llegó a la presidencia –recuerda Sivak–. En un desayuno con el cónsul de las Américas, donde estaban los principales inversores norteamericanos, Evo les dijo que no sabía lo que era la inflación. Yo vi la cara de esa gente, ¡cómo un presidente no sabe de inflación y encima se los dice! Me llamó la atención la capacidad de absorción de Evo y cómo aprendió muy rápido.”
–¿Cómo analiza la cuestión de la autonomía de Santa Cruz ahora que Morales aceptó el reto de la oposición de convocar a un referendo revocatorio para el 10 de diciembre?
–Santa Cruz no tenía la autonomía como principal reclamo porque desde el ’85 hasta el 2003, gracias al modelo de democracia pactada, reformas neoliberales y alianza con los Estados Unidos, formaba parte del bloque de poder. Cuando cayó Sánchez de Losada, en 2003, cuando cayeron los partidos y el neoliberalismo entró en debacle, Santa Cruz se quedó sin representación y sin partido. Ahí nació la demanda de autonomía para evitar cualquier tipo de redistribución de la tierra que afectara a los grandes hacendados y en defensa de las empresas petroleras. La autonomía consiguió traccionar las identidades regionales en el Oriente del país, la cruceñidad. ¿Por qué explotó esta cruceñidad? Por rechazo a Evo y a su gobierno. Ni el referéndum autonómico ni el revocatorio de mandato va a cambiar sustancialmente la situación. Creo que el revocatorio de mandato del 10 agosto lo va a ganar Evo, probablemente consiga aire y fuerza, pero el conflicto con Oriente va a seguir. Cada vez tiendo a verlo menos como un problema de autonomía; para mí es un problema económico muy claro: Santa Cruz quiere administrar la tierra y los recursos naturales.
–Usted cita en el libro el encuentro favorable que tuvo Morales con Bill Clinton. ¿Cambia la percepción que tienen del presidente boliviano y de su gobierno entre republicanos y demócratas?
–Salvo por ese primer encuentro que tuvo con Clinton y Jimmy Carter, y en este último viaje que habló con Bill Richardson, el gobernador de Nuevo México, por el momento Evo no vio que los candidatos demócratas hayan demostrado públicamente un interés por cambiar la política norteamericana en América del Sur. Para EE.UU., Evo Morales fue un narcotraficante, un terrorista, “un Bin Laden andino”. Pero lo que más les molesta del gobierno de Morales no es ni su política antidrogas, ni la política de nacionalizaciones en parte porque no hay grandes intereses norteamericanos afectados. Lo que les molesta es “la retórica”, que Evo hable de imperialismo, y su relación con Hugo Chávez.
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