Viernes, 23 de mayo de 2008 | Hoy
ENTREVISTA AL MUSICO DARIO JALFIN, POR SU DISCO LE PONDRIA UNA LETRA
Pianista con formación académica y acercamientos al jazz y al tango, acaba de publicar un CD en el que privilegia el formato de “canción”. Jalfin viene de obtener el primer premio a la interpretación musical otorgado por la Fundación Octubre.
Por Cristian Vitale
“Yo pensaba que Almendra era una chica”: Darío Jalfin pone cara de póquer y sonríe breve. Está haciendo un enorme esfuerzo retrospectivo para llegar a los tiempos en que escuchaba rock y canciones. Era chiquito –dice– y su hermana o su tío, un rocker endémico, lo nutrían con altas dosis de Charly García, Spinetta, Fito Páez y alguno que otro Chico Buarque. Pero él, después de aquella temprana formación, viró: a los 21 años se licenció en Música –especialidad composición–, se entregó al piano, estrenó obras para flauta, clarinete, fagot, piano, violín y contrabajo –Viajando a Londres, Misceláneas–, ancló en el jazz, giró por República Dominicana como director musical del Filguera Jazz Quartet, incursionó en el tango al piano de Tanghetto y compuso música para películas (Sacachispas). Todo comprimido en siete intensos años. “No sé –duda–, en un momento tuve la necesidad de crecer, abrir horizontes y emprender una carrera. Naturalmente me fui volcando hacia algo más formativo. Y la canción, que tiene algo más de intuitivo, natural y directo, quedó un poco de costado. Pero llegó el momento de la rehabilitación. Estoy volviendo a ser aquel pibe que amaba las canciones.”
Prueba contundente, entonces, su primer disco solista: Le pondría una letra, un –muy buen– trabajo en el que todas las materias que Jalfin fue rindiendo a lo largo de su precoz vida confluyen con matices. Hay gotas de jazz, ciertos aires de tango, algo de piano clásico, pero lo que prima ya no es la exuberancia de talento ni su demostración en acto: es la canción, llana y simple. La de siempre. “Es cierto que el disco aparece como un resumen de mi formación académica y del jazz, pero prima la canción. Incluso, el título tiene algo de autobiográfico, porque explica mi pasado reciente, en el que las letras estaban tapadas por la composición instrumental y por el piano. Por eso decidí ponerles letra a las canciones, y cantarlas. Es como una vuelta a mi primer amor”, explica. Le pondría una letra, que el ahora cantautor presenta hoy a las 20 en el Centro Cultural Recoleta, consta de doce canciones –“compuestas desde una plataforma variopinta de influencias”– y pudo ser gracias a un zarpazo: la obtención del primer premio a la interpretación musical otorgado por la Fundación Octubre. Suma Paz, Litto Nebbia, Ariel Minimal –integrantes del jurado– lo eligieron entre muchos participantes y pudo grabar en Melopea. “Nebbia se entusiasmó mucho con el proyecto; la verdad es que fue muy generoso”, florea.
–El dice que, además de lo difícil que resulta lograr un primer disco tan bueno en “aciertos melódicos y gracia contrapuntística”, sus canciones pueden ser definidas como chanson songwriter. ¿Concuerda?
–Concuerdo con lo de songwriter, pero no sé por qué lo de chanson. Vaya a saber... habría que preguntarle a él. Yo creo ser un compositor de canciones, y me parece que él se refiere a mi vuelco a la canción, cómodo, identificado y completo. Encontré un lugar para ensamblar con la lectura, el cine y esto me mete en algo más integral.
Jalfin, 29 años a la fecha, tira mil palabras por minuto. No para. Cuenta que no necesita impostar la voz y que en eso se lleva los laureles Magdalena León, la ex Buenos Aires 8, que le da clases. Explica cómo la banda –Martín Batmalle, Diego Goldzein y Manuel Caizza– fue logrando contundencia, y ratifica su carácter ecléctico. “Yo estoy en una búsqueda estética permanente. No me gusta sentir que llego a un punto, sino tratar de elaborar todo el tiempo. Tengo una personalidad inquieta y ecléctica. No reniego de mis múltiples influencias. Ahora me está saliendo una veta rock-pop, que antes no tenía. O por ahí la tenía muy profunda en el inconsciente.”
–¿La banda lo entiende? A veces resulta difícil trabajar con una “personalidad inquieta”.
–Es cierto. Antes en el grupo había como una gran aspiración al bien, pero costaba encontrar la contundencia. Cada uno ponía todo de sí, pero los aportes eran como una sobrecarga de estímulos, que terminaba en un resultado diluido. Ahora noto que está cambiando.
–¿Y su voz cómo emerge después de tanto piano y academia?
–Bien. Espero que no me pase lo que a esos cantantes que, con los años, van haciendo una exageración de sí mismos. Van buscando su identidad en la exageración de ciertos pequeños rasgos. Yo busco naturalidad y espontaneidad y un código de comunicación con la gente que es complicado de lograr.
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