En la fiesta de celebración por el recibimiento del premio Emmy Internacional a TV por la identidad, mientras Estela de Carlotto anunciaba que este año se habían recuperado siete chicos, una abuela se nos acercó en el escenario y nos confesó al oído que uno de ellos era su nieta. “No tengo cómo agradecerles lo que han hecho ustedes desde el canal”, nos dijo. Esa fue la primera vez que pudimos ponerle rostro a este proyecto televisivo.

Cada nieto que aparece es un triunfo sobre el pasado y la posibilidad de reescribir la historia. No sólo en términos de las biografías individuales sino también de las radiografías colectivas, como país. El mayor desafío de Montecristo y de TV por la identidad era poder hacerles llegar el mensaje a los chicos secuestrados que hoy ya son adultos. Y creo que la ficción televisiva, a diferencia de otros medios o artes, brinda la posibilidad de entrar desde otro lugar a la fibras emotivas de las personas. Lo difícil fue hacer contenidos entretenidos que lograran también ingresar al corazón de un montón de chicos que no tenían idea de lo que ocurrió. No hay que soslayar el hecho de que para las nuevas generaciones, hablar de la dictadura es como hablar de la Segunda Guerra Mundial. Para ellos vivir en un sistema democrático es tan natural como respirar, por lo que el hecho de que se hayan sentado a la mesa a pensar o debatir las consecuencias de la dictadura es un logro invalorable para un programa de TV.

La verdad puede ser dolorosa, pero es la mejor manera de vivir. Que Montecristo y TV por la identidad hayan colaborado para que muchos chicos comenzaran a transitar el camino de la verdad es un orgullo para nosotros. Y el primer paso para que ellos puedan recuperar definitivamente su libertad.

* Director y subdirectora artísticos, respectivamente, de Telefé. Fundadores de Telefé Contenidos.