ENTREVISTA A DOLORES FONZI, LA FLAMANTE “CONEJITA”
“El desnudo es una provocación desde lo más desnudo de uno”
Reinstalada en el centro de la escena por un desnudo en la revista Playboy, repasa en esta nota su propio perfil. “Hoy mi desnudo no contrasta, hay gente desnuda en todos lados.”
Por Julián Gorodischer
La flamante conejita nunca mira directo a cámara: elude la provocación directa de la playgirl clásica, como parte de una convicción que extrema hasta sus últimas consecuencias. Dolores Fonzi le escapa al paparazzo con la misma intensidad con la que se queda en topless voluntariamente en el interior de una revista Playboy (que se relanzó el martes, en una fiesta con muchos consumidores de fotos y pocas conejitas)... Esta chica se niega a los modelos clásicos de la seducción como si librara una cruzada personal: nunca debería estar haciéndolo por la mera provocación en sí, ni para impactar como un fogonazo inocuo, “sin sentido”. Ay, la ausencia de sentido. ¡Eso nunca!; no sería propio de una actriz. En todo caso, su pelea es para ampliar las fronteras de la interpretación.
El que pasó fue un año difícil, el primero en su nueva era de entrepreneur, cuando estrenó su propia productora (Esther produce), se asoció con una guionista brillante (Constanza Novick, ex Son o se hacen) y juntas idearon la historia de Soy tu fan, una trama coral de gente de 25 a 35 fanatizada con alguien o con algo para evitar la soledad. “Ese programa no tiene que ver con la fama”, resume la chica de tapa a la ficción que, luego de infinitas postergaciones en América, se verá en 2006 por Canal 9. Lo de Dolores Fonzi, en 2005, fue un intento concreto de trasladar al espectáculo la autonomía total, ese sueño imposible de tomar decisiones sobre la propia vida. ¿Decidir una carrera? Ahora impone y ordena: a) coproducir hasta su participación en una tira si la convocan desde un canal, b) participar en el porcentaje de las ventas de una revista, como sucederá con el primer número de Playboy, desde cuya portada anuncia “un desnudo hasta el alma”.
–¿Cómo me animé a desnudarme? –se pregunta Fonzi, de bucles rubios cuidadosamente armados, en las antípodas del modelo infalible del boom de revistas para varones con o sin valijas–. Me interesa participar de una institución en busca de la independencia, que desee quebrar una falsa moral. Hoy mi desnudo no hace tanto contraste porque ves gente desnuda en todos lados.
Su defensa de una seducción alternativa en tiras, unitarios, películas y tapas de revistas es una constante que viene de lejos en el cine y en la tele, cuando se estrenó como lolita con cierta perversión atípica en una novela joven como Verano del ’98 (donde se acostaba con su suegro y se prostituía), más explícita en la piel de una prostituta con escena lésbica incluida junto a Nacha Guevara, donde la clave –igualmente– fue no mostrar de más. “En la tele podés engañar con un desnudo de espalda –dice– sin estar realmente desnuda.” ¿Límites? ¿Qué límites? “Mis límites llegan hasta donde me siento cómoda.... Hay partes de mi cuerpo que puedo mostrar y otras que no. Todos los desnudos me interesan: los más trash también tienen su gracia.” El desnudo total es, para ella, todavía un tabú primordial.... Posó con el torso descubierto pero tapada por crema en una lejana D Mode, en una portada de esa revista cool que su mamá María sigue impugnando porque “era demasiado chica, y no sabía lo que hacía”.
En la tele la eligieron menos para un destape que para sugerir o calentar desde los márgenes, en actitud de ratoneo típica de la histérica o la fetichista: conocedora profunda de su capacidad de excitar, pero en tanto no pierda el control de los efectos. Escenas de cama, de baño o de cocina, junto al tipo, le sobraron, pero cuidadosamente tapada debajo del torso de Mariano Martínez en Sangre fría, o aplastada contra la pared pero vestida en coito “de parado” junto a Pablo Echarri en el film Plata quemada, de Marcelo Piñeyro, menos sexuada y más sufriente como esa casera mal querida en la película El aura, de Fabián Bielinsky.
–¿Otros desnudos?
–En Divas al desnudo (el programa del fotógrafo Gabriel Ro- cca para Telefé) la pose era un concepto muy marcado, como una figurita. En cambio, lo que surgió en la sesión de fotos para la revista es una sesión de alguien relajado, pasando un día en algún lugar lejano. Por momentos me relajaba, en otros no, pero todo el tiempo me iba midiendo, pensando qué estaba haciendo. Igual después pude elegir qué fotos se publicaban.
–¿Por qué se desnuda?
–Para mí el desnudo quiebra una hipocresía, es una provocación desde lo más desnudo de uno..., es imponer una postura. Además de calentar, quiero provocar otras cosas. Pero igualmente creo que calentar es el efecto número uno. Otras chicas reniegan de eso, hablan del desnudo como algo específico, lo prejuzgan.
Y la cola de ratoneros la sigue esperando en su improvisado Vip donde bebe champán y se come algún bocadito de sushi. Para desnudarse –cuenta Lucas Jinkis, el editor de la gran idea– exigía “un barco de sushi” para animarse. “La estrategia era darle confianza –recuerdan Sebastián Arpesella y Nora Lezano, los fotógrafos a cargo de su desnudo–. Tuvimos muchas reuniones previas, teníamos en claro qué hacer: no mostrarla posando –sigue Lezano–. Es una chica relajada sacándose la ropa. Le pedíamos que no mirara a la cámara, que no provocara directamente. Era una manera de transgredir el modelo clásico de la chica provocando desde la revista.”
–¿Y vos qué vas a hacer con esa foto autografiada? –se le pregunta con morbo al ratonero que la encara para que le estampe una firmita, justo en la foto de sí misma recostada en la bañera, un poco más arriba de la teta pero no justito encima. Ellos dos, fan y desnudada, cruzan una mirada que –seguro– volverá muchas veces en fantasías.
–En la tele no hice desnudos –sigue Dolores Fonzi–. Estuve con Nacha en Disputas, pero en colaless. Una engaña mucho: ves un plano desnudo de atrás y en realidad no es un desnudo. Pero cuando encaro mi proyecto Soy tu fan pienso en una comedia romántica blanca, casi sin sexo, medio asexuada.
Pero la excusa que convoca es revelarla como una conejita no tradicional. Una que –según el editor Jinkis– “se desnude pero tenga además algo para decir, para contar, estética e ideológicamente. La directora de arte y la editora de fotos de Playboy es la chica de tapa. Dolores no es una bomba atómica –agrega–, no es Pamela Anderson. Es una elección jugada y arriesgada en el buen sentido”. ¿Qué tipo de conejita? –se pregunta–, ahora que se la ve encantada posando encima de su propia foto agigantada, hoy que Charly García llegará a su fiesta de lanzamiento como playgirl para cantarle un par de temas disfrazado como una novia. “¿Seré una conejita pin up o una trash? ¿Soy más romántica?.... Yo no soy vedettona –arriesgando rótulos que le dibujan la sonrisa, poco convencida de encajar en alguna de esas figuritas–. Lo que sé es que una sensibilidad bizarra, demasiado explícita, no me atrae para nada. Por ahí eso era antes, cuando era joven, cuando mi única manera de transgredir era ésa. Te quedaste en el tiempo si pensás que mantengo esa forma de acercarme al arte, a la vida. Mi sensibilidad pasa por dejarse ser: hoy soy esto que soy –levemente espiritual, remontada a otra escena–, ¡esto que ves!”
–No me interesa hablar de lo pesado –sigue Dolores Fonzi, la conejita menos pensada que convocó a 800 personas a la fiesta de lanzamiento como chica de tapa–..., todo eso ya lo hice, ya lo actué: las drogas, el sexo. En Soy tu fan, por ejemplo, quiero contar otra cosa: como esa vez en que estaba con una amiga y no encontrábamos el auto por más de tres horas. Es entrar en esa tragedia de la vida, en lo cotidiano que se puede volver verdaderamente dramático, cuando una boludez adquiere una importancia inusitada.
–¿Posar es como actuar?
–Hay que poner el mejor perfil, buscarte la luz y, en el fondo, actuar es eso. Porque es verdad que cuando ya experimentaste con tus estados internos, y probaste nuevos jueguitos con el cuerpo, te das cuenta de que no hace falta sufrir para actuar. No hay que poner tanta intensidad, tenés que guardarte algo para vos, para no vaciarte. Para mí mi belleza es un don; yo no le tengo desprecio.
La seducción de Dolores Fonzi no es en soporte textual ni se declama; no es calibrada de acuerdo con una estrategia previa –al menos no se nota– ni armada como una enredadera. Ella se deja estar, se permite “fluir”, con esa naturalidad tan común en la histérica, ésa que despliega recursos al azar y no se hace cargo de la legión que hace la fila para ligar la firmita. De esas calenturas de hombres de 25 a 30, de los que abundan en la celebración, ella no tiene ni idea. O tal vez sí, pero no aparenta. Se desplaza como en su mansión desierta (la de la fiesta, es una mansión bellísima) igual a como se la ve en la producción de fotos de LezanoArpesella, deliberadamente gustosa de ser espiada, como si ese justo punto en que se bifurcan lo público con lo privado fuera el más entretenido para estar.
Su posición es: la forma más lograda de la calentura es la que se dispara dejándolos entrar, haciendo que espíen en la inmensa mansión de las afueras que se ve en la revista, en esos jardines en los que se hamaca como una nena con pollera rosita transparente y sin bombacha.... Como una nena en topless que se sigue hamacando, mezcla inquietante de prima boba que se escapó del altillo y femme fatale en éxtasis sensual (mordiéndose su propio brazo, aunque luego diga que el dolor físico no la ayuda a sentirse apasionada). Mamá María, que se siente –se nota– más cerca que nunca de la nena de 27, tenía un prejuicio con la revista Playboy, habló con Dolores aunque “la consulta no era vinculante por la edad que tiene”, dice. Cree que Dolores necesitaba que una mamá, un referente diera el consentimiento para aparecer en esa revista. “Antes cometía transgresiones sin mucho motivo. Antes me enteraba con la foto.” De su paso por el cine en Plata quemada, El fondo del mar, Caja negra, no molestó a la mamá ninguna escena, consciente de la disociación entre la actriz y la hija.
Con el desnudo que la colocó en el centro de la escena, huye de lo que la estresaba: ¡la deuda! Se sintió, en 2005, endeudada y no pudo dormir; le postergaron el estreno de Soy tu fan varias veces en un año. Siguió grabando, acumuló más deuda; sintió que no podría absorber esa suma nunca más en la vida. Rescindió su contrato y terminó el año fuera de la tele, aunque igualmente popular gracias a la taquilla inmejorable que tuvo El aura.
–No quiero hacer otra cosa que idear y concretar lo que pensé. Fui víctima del monopolio y es aplastante. No pude dormir, tenía insomnio, me sentía fuera del sistema, pisoteada, habiendo escuchado muchas palabras (notoriamente afectada, corrida de la escena de la fiesta). El mundo del negocio es engañoso (cada vez más grave, ¡desesperada!), lo que se dice no es la verdad. Hay algo que va por abajo (como si descubriera América). Pero ahora tengo hecho un programa de seis capítulos en el que confío un montón. ¡Lo creativo no lo pudieron alterar!