IÑAKI URLEZAGA BAILARA “GISELLE” EN EL TEATRO COLON
“Volar hacia donde todo es posible”
El bailarín actuará en la clásica obra de Adam y Perrot junto al Ballet Estable del Colón, en el cierre de la temporada 2005.
El ballet romántico vuelve al Colón y, esta vez, de la mano de uno de los grandes de la danza argentina. Después de cuatro años de no bailar junto al Ballet Estable, Iñaki Urlezaga regresa al escenario en el que dio sus primeros pasos para presentarse mañana y el próximo martes (a las 20.30) en Giselle, obra que dará cierre a la temporada de la compañía que en 2005 cumplió su octogésimo aniversario. En el papel del joven Albrecht –duque disfrazado de aldeano que enamora a una campesina cuando ya estaba comprometido con una duquesa, generando la muerte de su ser amado y también su propia condena–, Urlezaga dará vida a esta obra máxima del repertorio clásico tradicional, en versión coreográfica de Gustavo Mollajoli basada en las originales de Perrot, Coralli y Petipa sobre música de Adam. “Giselle habla del desengaño, de la muerte, de la traición, de todo lo que la vida misma conlleva también hoy en día”, cuenta el primer bailarín a Página/12.
–Entonces, ¿cree que la historia tiene plena vigencia hoy? ¿El público va a buscar algo más que la excelencia técnica?
–Sí, va por un montón de cosas. Por la riqueza musical, por la coreografía de Perrot que fue una genialidad para la época porque tenía rasgos contemporáneos, de avanzada. Trascendió el momento y perduró en el tiempo por ello. Es una obra que toca las fibras más íntimas de la persona: se trata de un juego que termina en engaño, y a su vez el engaño termina en la muerte, y la muerte en redención. El segundo acto es inmejorable, de una perfección artística y emotiva en la que se combina el gran desarrollo de los solistas con el sostén de un cuerpo de baile donde se lucen las 24 o 18 willies (de acuerdo con cómo sea repuesta) y donde se produce algo mágico: el espectador deja de estar sentado en su butaca para volar hacia otro lugar en el que se puede creer en lo imposible, como que una persona puede estar al lado de un fantasma.
–¿Y por qué presentarse en un ballet completo y no en un programa mixto, con fragmentos de distintas obras?
–Las obras completas es lo mejor que el Colón tiene para hacer. Un teatro de 80 bailarines no puede hacer programas mixtos, que son siempre para 20 o 25 personas. El Colón tiene un cuerpo de baile multitudinario, son más de 100 personas contratadas, y en Giselle pueden bailar 60 de ellas. El teatro tiene la responsabilidad de ofrecerle al público –porque tiene las posibilidades técnicas y artísticas para hacerlo– las grandes obras tradicionales, la gran gema universal del ballet clásico.
Luego de la suspensión de Cascanueces –obra programada para cerrar la temporada que debió ser cancelada a causa del conflicto gremial– Giselle fue la mejor opción para terminar el año con la mayor parte de la compañía en escena. Tras las presentaciones junto a Iñaki (quien tendrá como partenaire primero a Silvina Perillo y luego a Gabriela Alberti), el cuerpo estable continuará con las funciones los días 16, 22, 28 y 30 de diciembre a las 20.30 y el domingo 18 a las 17. “La Opera de París, de quien depende el contrato para hacer Cascanueces, no podía esperar 15 días cuando se suspendió la actividad –explica Urlezaga– y por una cuestión presupuestaria y de ensayos tenía que venir gente de Francia para reponerla. Además es una obra difícil de hacer y el período de ensayos es de dos meses como mínimo. Por suerte fue una alegría poder seguir trabajando al menos hasta fin de año con un ballet que les gusta a todos, que pertenece al repertorio del teatro, con el que la compañía se siente cómoda bailando.”
–¿Cómo ve al Ballet Estable después del conflicto?
–Los bailarines están intentando subsistir, que no les quiten funciones, que les aumenten las pocas que tienen por año, que les mantengan el perfil que la compañía tuvo durante toda la vida, cuando la única preocupación que deberían tener es bailar y no solucionar problemas gremiales.
Mientras ensayaba el rol que interpretará en esta pieza que data de 1841, Urlezaga aprovechó su estadía en Argentina para preparar con su propia compañía, el Ballet Concierto, la versión completa de Don Quijote (parte de la cual se vio en las funciones realizadas en el Club Hípico Argentino la semana pasada), que pronto llevará de gira por toda Italia, pero que primero estrenará en Mar del Plata en una gala que tendrá lugar el 7 de enero, frente al Hotel Costa Galana.
–¿Por qué se fue del Royal Ballet de Londres?
–Estuve diez años allí, la mitad de mi carrera, y ya estaba hecho ahí adentro. Es un teatro con un repertorio que no cambia, estable, predecible. Cada dos o tres años vuelven las mismas cosas. Yo ya no quería empezar un nuevo ciclo.
A los 30 años, en la plenitud de su carrera, sin saber bien qué hará cuando le toque retirarse (lo que planea hacer “a los 40, si el cuerpo me da”) y sin temor a que los más jóvenes le muevan el piso –ya que “hacer 10 piruetas no es bailar, ser un artista”–, Urlezaga tiene planes para rato, tanto en Argentina como en Europa. ¿Cómo logra mantener la excelencia? “Trabajando”, dice. “Desde el primer día en que entrás al instituto de danza hasta el día en que te vayas, hay que tener la voluntad de volver a empezar día tras día, toda la vida. Cada vez que vuelvo a bailar Giselle debo volver a ensayar como si nunca la hubiera bailado en mi vida. Debo redescubrirla, sino bailar sería pura monotonía”, continúa. Y en este afán por redescubrir la danza, el primer bailarín iniciará una etapa nueva en su carrera. “Acabo de cerrar contrato con otra compañía europea”, confiesa como primicia a Página/12, sin poder anunciarlo oficialmente hasta enero. En ella comenzará a trabajar para la temporada que empieza en junio de 2006. “Es una compañía muy importante –avanza–, más vanguardista, que hace un tipo de trabajo que yo todavía no he realizado: un repertorio más neoclásico, balanchineano, donde voy a poder estar motivado por bailar cosas nuevas. Porque eso es lo que hace libre y viva a la danza.”
Informe: Alina Mazzaferro.