Lunes, 13 de abril de 2009 | Hoy
IN GENIO. DIEZ HISTORIAS DE MúSICA ITALIANA
El músico y periodista Santiago Giordano apunta, en un libro riguroso y ameno, diez momentos que cambiaron la manera de pensar el arte sonoro, así como variaron el modo de tocarlo y escucharlo. Un recorrido que incluye desde los madrigales del siglo XVII hasta Luciano Berio.
Por Diego Fischerman
Casi todo lo que hoy se llama música empezó en Italia, comenzando por los nombres de las notas de la llamada escala occidental. Pero los alemanes inventaron la musicología y, podría pensarse, la propia historia de la música. Mendelssohn primero y la industria germánica después, en plena Segunda Guerra Mundial, rescataron a Bach, pusieron a Beethoven en el centro y, a partir de allí, dibujaron la cosmogonía. Santiago Giordano, un colaborador habitual de Página/12, músico y periodista cordobés que vivió y estudió en Italia durante años, traza otro canon posible.
El proyecto nació como una serie de conferencias y luego tomó la forma de un libro, In genio. Diez historias de música italiana, publicado por Ediciones del Copista en coproducción con el Instituto de Cultura de Córdoba, donde el autor recorre la historia musical en lo que él llama “diez golpes”. Diez momentos que cambiaron la manera de pensar el arte sonoro y de tocarlo y escucharlo: los madrigales de comienzos del siglo XVII, la ópera de Monteverdi y sus contemporáneos, el concerto grosso, las sonatas de Domenico Scarlatti, la conquista de las cortes y teatros del siglo XVIII por la ópera italiana, la contribución de Mozart a ese género, Rossini, Verdi, Luigi Russolo y el futurismo y la relación con la voz humana de Luciano Berio. “Hay algo del genio italiano que se resume en Rossini”, resume a su vez Giordano.
Para el autor del libro, “la música es vista, en general, como un pasatiempo más que como una actividad que llame a la reflexión. Y en eso hay una contradicción, porque ocupa la mayor parte de los días de cada uno. Se vive escuchando cosas. Y salvo en un período durante el siglo XIX, es música que forma o ha formado parte de alguna clase de ritual. La mayoría de lo que hoy consideramos que requiere una atención más o menos exclusiva, en la época en que fue compuesto se escuchaba de una manera muy distinta. Hay un apunte de Stendhal sobre la música en Italia, donde cuenta los hábitos de los asistentes al teatro, donde se cocinaba, se jugaba al ajedrez”. Giordano piensa que “la música sale del Romanticismo con un aura de sacralidad que el siglo XX, aun sin comprender, respeta. Hay un saber que se transmite en los conservatorios, por ejemplo. A nadie se le ocurriría discutir a Beethoven. Esa aura condiciona la escucha; la historia define cómo se escucha lo que se escucha. Tal vez dentro de un siglo, el jazz, o alguna clase de jazz de esta época, se escuche también con esa pátina de respetabilidad. Como si estuviera más allá de cualquier discusión”.
Si hay un aporte italiano indiscutible a la música es la ópera. Y, según el autor de In genio, se trata de un aporte paradójico. “El de-sarrollo de este género estuvo ligado, en su éxito, a la reacción del público. Pero eso fue también lo que lo sujetó a una forma del espectáculo de la que fue muy difícil escapar. Rossini se puede dar el lujo de retirarse, cansado de esas reglas y porque, por un lado, ya había dicho todo lo que quería decir y el mundo que venía no le gustaba. Allí comienza, en algún sentido, la decadencia de la música italiana, porque empieza a perderse el impulso vital que conservaba desde sus orígenes. Pero incluso en épocas de predominio alemán casi absoluto, en el momento de la entronización de lo absoluto y de la abstracción y de una idea de la modernidad musical que parece oponerse a lo que el sentido común le atribuye a Italia, sobre todo en su culto a la cualidad vocal de la música, aparece un fenómeno típicamente italiano que es el de Luigi Russolo y el ruidismo con el que se ligan al futurismo. Hoy hasta da un poco de ternura ese proceso pero, sin duda, fue importante y fue una manera de estar al día y, además, de mostrar que los soportes de Italia podían no ser sólo vocales”. De todas maneras, es la ópera la que ocupa el lugar central y Giordano pone el acento en el hecho de que no es una especie musical pura. “La intuición de Verdi, por ejemplo, es una intuición puramente teatral. Pero creo que, en una posible oposición con Rossini, éste tiene el vuelo de la tradición italiana, de la orquesta de cuerdas. Es, para mí, un compositor visceral.”
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