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Domingo, 10 de mayo de 2009

CARLOS ALVAREZ GARRIGA HABLA DE LA EDICIóN DE LOS PAPELES INESPERADOS DE CORTáZAR

“Los fanáticos de Julio somos una secta”

El editor del libro que compila textos encontrados señala que “sólo algunos escritores son tuteados por el lector”. Y rescata el modo en que “permite ver la evolución de un escritor aprendiz hasta la consolidación de una voz propia”.

 Por Silvina Friera

“El mundo será de los cronopios o no será.” Julio Cortázar escribió esta frase en una carta que envió a los integrantes de Acción Poética Interamericana en 1964. La consigna, ahora que se acaba de publicar Papeles inesperados (Alfaguara), agita nuevamente a los cronopios del mundo entero a 25 años de la muerte del escritor. Un tesoro de 486 páginas se despliega ante los lectores, ordenado en tres secciones: Prosas, Entrevistas ante el espejo y Poemas. El relato de cómo llegó este puzzle de textos –cuentos desconocidos y versiones de relatos ya publicados, historias inéditas de cronopios y de famas, once episodios nuevos de Lucas, un capítulo suprimido del Libro de Manuel, 35 artículos sobre literatura, política y crónicas de viaje, cuatro autoentrevistas, trece poemas y nueve piezas inclasificables, entre otros– parece una broma póstuma de Cortázar. “Tengo unos papelitos de Julio que quiero mostrarte”, le dijo Aurora Bernárdez, en la víspera de la Navidad de 2006, a Carles Alvarez Garriga, doctor en filología hispánica y responsable de la edición de estos “papelitos”, que sin duda es el acontecimiento del año. Aurora se acercó a una cómoda (desde una fotografía en un estante, Alejandra Pizarnik se sonreía con malicia muy adecuada a la escena que iba a presenciar), abrió con esfuerzo un cajón y sacó un puñado de hojas mecanografiadas de varios tamaños y colores. Cuando Alvarez Garriga recuerda esa escena, se le salen los ojos de la cara ante Página/12. Mientras repasa esos detalles, uno lo puede ver, a altas horas de la madrugada, asombrado y disfrutando como un niño con todo el piso empapelado de textos nunca publicados en un libro.

Sabe que la historia del cajón parece un relato escrito por Cortázar; que aunque intenta ser verosímil, no lo parece. “Aurora debió de pensar que había llegado el momento de que alguien vea ese material y opine. Sé que es muy novelesco, sé que ha sido contraproducente porque les ha llamado la atención a todos los periodistas y lectores: ‘esto parece mentira’, ‘no creo que sea verdad’. Sí, parece un cuento de Cortázar. Y hay que aprovecharlo.” Editar textos póstumos trae a la memoria de todos, como advierte Alvarez Garriga, el episodio entre Kafka y Max Brod. Pero los “papelitos inesperados” quedan eximidos de cualquier dilema ético porque en su testamento Cortázar le atribuyó a Bernárdez la potestad de seleccionar y decidir qué publicar o no. “El capítulo del Libro de Manuel sirve para explicar el porqué de la publicación de estos papeles –ejemplifica este experto y fanático cortazariano–. Ese capítulo fue descartado por Cortázar, pero lo guardó. Cuando a él no le interesaba algo, lo quemaba o lo rompía. Cortázar quemó una nouvelle juvenil y una novela de trasfondo homosexual de 500 páginas.” Cuando estaba terminando de organizar esa montaña de papeles a los que había que darle un orden, sometió la versión avanzada de Papeles inesperados al veredicto de un lector profesional. “La prosa de Cortázar es sinónimo de buena literatura –señaló ese lector en su informe de lectura–. Encontramos más ingenio e inteligencia en un artículo suyo de veinte líneas en un diario cualquiera que en la mayoría de los textos publicados en la avalancha editorial de hoy en día.”

“Lectores fanáticos de Cortázar hay muchos, diría que somos casi una secta. No sucede lo mismo con un escritor buenísimo como Felisberto Hernández, que me encanta, que tiene muchos lectores fieles, pero como escribió muy poco, cuatro o cinco libros, se te termina en tres meses. En cambio Cortázar escribió 30 libros”, compara el filólogo. Estos papeles le confirman a Alvarez Garriga la coherencia de la trayectoria de Cortázar. “Nos permiten ver la evolución de un escritor joven, aprendiz, hasta la consolidación de una voz propia. Al final, nos encontramos con un escritor que no puede seguir escribiendo todo lo que quiere por sus compromisos sociales y políticos. Pieza por pieza, hay unas cuantas que me gustan y que ciertamente me sorprendieron. Pero cada lector encontrará las suyas”, aclara. Alvarez Garriga prefiere los textos humorísticos de Cortázar. Menciona, especialmente, “Manuscrito hallado junto a una mano”, un cuento que “cualquiera que pudiera escribirlo hoy, lo haría con mucho gusto”. Como cortazariano de pura cepa, recomienda, como en Rayuela, la lectura salteada de estos textos inesperados. “No es un libro para leer de la A la Z; uno va a al índice y puede fijarse en los títulos y suponer cuál le gustará o no. Los lectores que conozco, frente a libros que son un baúl como éste, practican una lectura salteada. Ahora Vila-Matas vive de esta técnica de libros-divertimento. En eso Cortázar fue un precursor; La vuelta al día en ochenta mundos y Ultimo round quizá sean los primeros libros almanaques de la literatura castellana moderna”, sugiere el especialista, que sabe que estos papeles son una nueva puerta que se abre para volver a transitar por los libros de Cortázar.

Papeles inesperados es una llamada para releer a Cortázar. “Uno lee estos papeles y se da cuenta de que hay cosas que no se acordaba, de que Cortázar era un escritor con gracia y con técnica. Mi esposa lee Rayuela cada vez con más rabia, dice que Oliveira es un tipo insoportable, algo que no le parecía cuando era joven.” El fanatismo por Cortázar no le impide admitir que hay materiales fechados de diversa índole. “Rayuela es una novela absolutamente fechada, aunque está claro que es una novela cumbre y fue el primer éxito del boom y sólo por eso me encanta. Hay capítulos en los que Oliveira se pone insoportable, pero eso corresponde a una bohemia de los años ’60, de esos tipos que se iban a París. Eso nos está diciendo que los lectores nos hemos aburguesado y ya no congeniamos con ese grito a la libertad que era la novela. Es una pena para nosotros, que hemos perdido la inocencia o la frescura, no para Rayuela”, ironiza. Entre los papeles, hay piezas que merecen ser evocadas por el contexto histórico. Y por lo que significaron. En “Respuesta a una carta”, de 1979, publicado en el diario El País, Cortázar escribió un artículo de urgencia para denunciar la desaparición de Thelma Jara de Cabezas. “Esta señora salvó la vida gracias a este artículo –recuerda Alvarez Garriga–. Si un miserable es capaz de decir que eso era perder el tiempo, que se calle.”

“Cortázar llegó a estar en las remeras y en las carpetas de los chicos. Por mucho que quiera a Borges, quizás uno de los mejores del siglo, uno no pone a Borges en una carpeta –bromea el filólogo–. Cortázar funciona como un símbolo de modernidad. Normalmente la gente lo llama Julio, pero uno no dice has leído tal libro de Jorge Luis; uno dice Felisberto y Macedonio porque son nombres extraños, pero normalmente no tutea a los escritores. En cambio a Cortázar lo tutea todo el mundo.” Y pone de ejemplo una anécdota recién salida del horno de su estadía en Buenos Aires. “Estaba tomando café y el mozo, cuando me vio con el libro, me dijo: ‘Ah, el nuevo libro de Julio, ¿lo leíste? ¿Está bueno?’. Si tú estás con un libro de Heidegger, es raro que alguien te haga un comentario como éste.”

Además de saborear esta inesperada sorpresa, queda aún la tarea de hurgar en su correspondencia. Ya se editaron 700 cartas en tres tomos, pero restan unas cuantas más con las que está trabajando actualmente Alvarez Garriga. “Estas cartas van a dar la imagen final de Cortázar. Vargas Llosa decía que la vida de Cortázar era una obra de arte preservada con secreto, porque era un tipo que por lo visto era muy hablador, pero nunca hablaba de cuestiones íntimas. Hay una correspondencia que dobla la que conocemos y habrá que ver si se publica toda, pero será sin dudas un trabajo muy grande de edición y anotación”, admite el filólogo. Hay cartas con otros escritores del boom que no son las que ya se publicaron (Vargas Llosa y García Márquez), y no son las de Carlos Fuentes, que están en la Universidad de Princeton y no se pueden consultar ni publicar hasta el 2023. “Hay una correspondencia impresionante, que probablemente sea la mejor, con Eduardo Jonquières, el poeta, pintor y amigo argentino, colega de aulas en el Mariano Acosta. Gracias a esta correspondencia tenemos una crónica casi semanal de la vida de Cortázar en sus primeros años en París, desde 1951 a 1956. Son cartas manuscritas, con una letra apretada, porque en ese momento mandar una carta de París a Buenos Aires era muy caro y entonces tenía que comprimir la letra al máximo. Este aspecto anecdótico da al acto de escribir una psicología distinta”, plantea Alvarez Garriga.

Probablemente en un par de años, las nuevas ediciones de Papeles tendrán unas 600 o 700. Quizás aparezcan más textos publicados en revistas, que Bernárdez y Alvarez Garriga no conocen. En una carta inédita a Eduardo Jonquières, en la que le contaba que una editorial de Japón, que no tenía editores de español, le pidió un ejemplar de la edición inglesa de Rayuela, Cortázar escribió: “Notarás que esta noticia confirma brillantemente la tesis de Murena de que mi novela es intraducible y por ende inexportable. Las mejores venganzas son las que otros ejecutan por vos. Desde lejos lo saboreás sin tener nada que ver, y mi técnica de saborearlo todo desde lejos en materia literaria ha llegado a su total perfección. Cuando pienso en mis colegas que se agitan, sudan, corren a los editores y a los periódicos, se mandan cartas de explicaciones, hacen campañas de autobombo e interbombo, me pregunto para qué. Si lo mejor es escribir cada tanto un buen libro. Y el resto corre por cuenta del libro y de los demás”. Larga vida, entonces, a estos papelitos inesperados.

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“No es un libro para leer de la A la Z; uno puede fijarse en los títulos y suponer cuál le gustará o no.”
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