HOY CIERRA LA SEXTA EDICIóN DEL FESTIVAL DE POESíA SALIDA AL MAR
En el encuentro, que hoy se traslada hasta la Imprenta del Ferrocarril, en Haedo, los poetas leen sus trabajos y hay charlas, performances, música y una feria de publicaciones. Este año participan invitados de Perú, Bolivia, Chile, Brasil y Uruguay.
› Por Silvina Friera
Salida al Mar es el festival de poesía más “antiguo” entre los realizados en Buenos Aires. “Apenas seis años de vida y resulta que se convirtió en el encuentro más veterano en esta ciudad. Pasamos de la improvisación al proyecto, o de la periferia al centro, casi sin pensarlo”, dice el poeta Cristian De Nápoli, que está al frente de la organización de este encuentro, que comenzó ayer en la Biblioteca Nacional y cierra hoy en la Antigua Imprenta del Ferrocarril, en Haedo (Estrada 17). “Quizás esto no sea más que un símbolo del viaje que hizo la poesía argentina de los últimos veinte años, que tengo entendido que gracias al apoyo de Viggo Mortensen fue declarada Patrimonio Universal por la Unesco... Ah no, ése fue el tango”, bromea el organizador de este festival que desde 2004 reúne en cada edición a poetas de distintos puntos de América latina y el país, en un combo que incluye propuestas emergentes y otras ya consolidadas. A las lecturas en escenario se suman charlas, performances y, en esta edición, música. En paralelo a los eventos, una feria de publicaciones pone al alcance material de distintas editoriales (Gog y Magog, Vox, Bajo la luna, Chapita, Santiago Arcos, Eloísa Cartonera, IAP, Mansalva, Tierra Firme, Macedonia, El niño Stanton y Black & Vermelho, entre otras) y revistas de poesía del continente.
De Nápoli subraya la importancia de un festival latinoamericano, “no tanto porque el idioma es el mismo en sus dos dialectos (español y portugués), sino por lo común, que ya señalaba Borges, de nuestros destinos”. Este año participan invitados de Perú, Bolivia, Chile, Brasil y Uruguay, que en su mayoría vienen a leer por primera vez a la Argentina. Son poetas jóvenes, con un puñado de libros y cierta trayectoria reconocida en sus países, como el peruano Miguel Ildefonso o la brasileña Angélica Freitas, o recién estrenándose, como la boliviana Pamela Romano y el uruguayo (nacido en Buenos Aires) Ian Lerner, que con 19 años es el invitado más joven de esta edición. Otros, como el chileno Rodrigo Olavarría, tienen un trabajo paralelo que les ha otorgado cierta recepción –es el traductor de Aullido, de Allen Ginsberg, que publicó Anagrama a instancias de Roberto Bolaño– y producen poesía de manera casi secreta. Junto con ellos participan los invitados argentinos: Beatriz Vignoli (Rosario), Roberta Iannamico (radicada en Sierra de la Ventana), la jujeña Paula Soruco, Marcelo Díaz (Bahía Blanca), Mario Arteca (La Plata), Sebastián Bianchi (Morón) y la porteña Soledad Castresana entre otros. “Pese a que no es fácil, tratamos de hacer un encuentro federal”, cuenta De Nápoli a Página/12.
Fiel a su errancia de una edición a otra, el festival se instala en su sexta edición en dos sedes. A la Biblioteca Nacional se suma la Antigua Imprenta del Ferrocarril, en la localidad de Haedo. “Elegimos Haedo porque ahí se construyó la nave de fibra que llevó al Capitán Beto al espacio, y Morón porque parece que su actual gobierno quiere traer esa nave de vuelta –explica el poeta–. Descentralizar fue siempre nuestro objetivo, por eso cada año buscamos una sede no habitual para lecturas de poesía, y si bien este tipo de eventos podrían andar mejor con más apoyo, digamos que con un par de combis que lleven a los poetas uno ya se siente halagado.” ¿Cómo un festival producido con tan pocos recursos y sin sedes fijas logra persistir con los años? El organizador no duda en afirmar que lo que lo hace distinto es la ausencia de endogamia. “A veces uno lee que tal institución organiza un festival de poesía y de repente se acuerda: esto que hoy se llama ‘Poesía en Avenida Corrientes’ el año pasado se llamaba ‘Poesía en la Avenida’ o algo así, y los invitados eran los mismos. Salida al Mar sigue el mecanismo contrario: en cada edición cambian los invitados locales. Tampoco es que hagamos de esto una regla absoluta, pero en las seis ediciones participaron casi cien poetas argentinos y apenas cuatro o cinco lo hicieron dos veces”, repasa el organizador.
“Nuestra poesía contemporánea, o sea la que se viene escribiendo desde (Leónidas) Lamborghini y (Diana) Bellessi hasta los más jóvenes, forma un sistema muy sólido –plantea De Nápoli–. Pido disculpas por usar la palabra ‘sistema’, que podría parecer muy formalista, aunque ya es uno de esos conceptos que le caben a cualquiera, como una canción de U2. Con sus diferencias estéticas, se escribe una poesía que en líneas generales arma un panorama excepcional. Y seguramente hay muchas maneras de sintetizar qué es lo que la hace tan sólida. Se me ocurre que la poesía argentina de las últimas décadas tiene la virtud de haberse apartado de las modas. Por ejemplo, durante un buen tiempo la moda fue la intertextualidad, la parodia, y si bien muchos poetas curtieron esos códigos a veces con maestría –como el mismo Leónidas, que es bastante jodón con la discursividad–, me parece que la tendencia es la contraria: una poesía más satírica que paródica. No sé si la crítica de poesía puso el acento en esto, pero uno diría que la poesía es fuerte cuando se posiciona frente a las cosas más que frente a los discursos, y me parece que es lo que pasó entre nosotros.”
El organizador de Salida al Mar conecta el problema de la endogamia con uno de los temas recurrentes del debate actual en los medios: la llamada cultura del espectáculo: “No tengo nada contra el show del arte o el show de la biografía en el arte; ahora, hay una diferencia entre organizar espectáculos y buscar formas de que se produzca un evento. Existe una cultura del evento en la que los organizadores, que suelen ser personas más que instituciones, tratan de correrse de la lógica de la endogamia y los invitados-estrella. En cambio, la cultura del espectáculo, con sus instituciones, tiende más a crearse una ‘cartera de escritores’, como si jugaran el rol de agentes literarios para todo lo que no es objetual, como los libros o versiones cinematográficas. Así uno sabe, por ejemplo, que en la cartera del Malba están Cozarinsky y Link. El tema se complica cuando no sólo son los mismos personajes, sino los mismos lugares. La cultura del espectáculo bien podría diversificar sus escenarios. Sin embargo, los que buscamos ampliar el juego somos los otros, ‘los eventeros’: la gente de la FLIA (Feria del Libro Independiente) y muchos más”.
Sobre los objetivos que se propone el festival, De Nápoli aclara que “no es buscar lecturas multitudinarias de poesía, sino llegar a alguien que ya está bien dispuesto, aunque solo o desconectado más allá de su voluntad”. El poeta bosqueja una hipótesis sobre la buena salud de la poesía argentina. “Tengo la teoría de que para cada poeta mínimamente curtido y publicado hay cincuenta ‘gemelos’, que existen en este momento en el país cincuenta ‘Washingtons’ Cucurto, ‘Lauras’ Lobov, ‘Damianes’ Ríos, hasta cincuenta poetas católicos gemelos de Santiago Llach, que quizá tienen 20 años y ni saben lo bien dispuestos que están para escribir. Entonces, se trata simplemente de mostrarles a esas personas lo que otros hacen, para que ellos descarten o asuman, festejen o disientan, pero en cualquier caso para que confirmen algún entusiasmo con lo ajeno y con lo propio.”
Salida al Mar es posible porque el panorama de la poesía es muy sólido. “Uno simplemente convoca y con ello pone de fondo un ideal, que es un ideal compartido por muchos otros eventos en Buenos Aires, el mismo ideal con que se montó teatro en Moscú, se exhibieron cuadros en San Pablo o se armaron bandas punk en Manchester –compara el poeta–. En ese ideal antiendogámico, el público de esta semana la próxima es el artista.”
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