OPINIóN
› Por Beatriz Vignoli *
Leer poesía en voz alta configura otro modo de recepción, pensable como acontecimiento. La soledad del lector se transforma en recepción colectiva de un discurso poético. El autor, que en la página está mediado por su escritura, al leer en vivo comparece con toda la inmediatez del propio cuerpo. Toda escritura es póstuma, en tanto funciona “en ausencia”. La lectura en vivo es un instante irrepetible de la propia vida, convivido con los oyentes. El momento de la lectura del poema (salvo en el raro caso de que se improvise) no coincide con el de su composición; por eso a veces interpretarse en vivo es como revivir a quien uno fue. Y la voz literal del poeta es recibida y amplificada por un público atento a la música literal del sentido y la forma, esa música que uno tenía en la cabeza cuando escribió el poema. Hay lecturas solemnes, litúrgicas, festivas, teatrales, cómicas. El poeta que lee no es exactamente un actor ni un performer. La lectura de poesía no pertenece al campo de la representación, sino al de lo real. Una lectura no es reductible a lo literario. En ese acontecer se anuda algo que recupera, siquiera en parte o transformada, la experiencia que originó el poema. Y la recupera de tal manera que pueda compartirse simultáneamente entre el autor y el público.
* Poeta
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