Martes, 17 de noviembre de 2009 | Hoy
OPINIóN
Por Manuel Justo Gaggero *
Mark Twain solía decir: “Las noticias sobre mi muerte son exageradas”. Lo mismo podría haber dicho Ariel Delgado, quien durante décadas sobrellevó una seria lesión en el corazón, hasta hace pocos días en que éste dijo basta.
Lo escuché por primera vez, como millones de argentinos, en 1955, cuando con una voz muy especial trasmitía desde Colonia, Uruguay, información sobre el golpe militar que se había iniciado contra el gobierno del general Perón. El oficialismo decía que era falsa y tendenciosa; con el tiempo se comprobó que era fidedigna.
Lo conocí a finales del año 1973 cuando me visitó en el diario El Mundo, que yo dirigía. Había abandonado las tierras orientales en razón del golpe militar y por su amistad con Héctor García, el dueño de Crónica, entró a trabajar en ese medio. Meses más tarde, la situación en el país se fue complicando y la Triple A lo incluyó en la lista de los amenazados de muerte. Nos volvimos a ver a principios de 1980 en Managua, Nicaragua, que vivía los primeros momentos de la Revolución Sandinista. El hijo de Ariel había combatido en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional y, por su destacada actuación en el combate, tenía el grado de teniente en el Ejército Popular. Por ese motivo, y atraído por un proceso que generaba muchas expectativas en todo el continente, es que el inquieto Delgado decidió instalarse en el país centroamericano, pese a que el clima no le era propicio ni aconsejable, dado que había sufrido varios infartos.
Hombre de radio, desechó la propuesta del hijo de que entrara a trabajar en la Secretaría de Prensa de la Junta de Gobierno, y se incorporó al staff periodístico de La Voz de Nicaragua, que era la emisora del Estado. Pensó que le iban a permitir ejercer la función de locutor, pero la dirección de la emisora consideró que no hablaba como los “nicas”, por lo que lo destinaron a la preparación de las noticias para los noticieros.
Allí tenía un “censor” que hacía de “comisario político”, que revisaba todas las notas que elaboraba Ariel. En esos días estaba por viajar a Nicaragua Samora Machel, presidente y líder de la revolución que había terminado con el colonialismo portugués en Mozambique. Nuestro amigo preparó el informe comenzando por señalar que “desde Maputo ha partido el avión que trasladaba al dirigente africano”. El censor le tachó la información por desconocer que ése era el nombre de la capital mozambicana y le hizo un serio llamado de atención a este argentino bromista e irónico. Con su fino sentido del humor, pensando que así se daban los comienzos de las revoluciones, aceptó la crítica, y para corroborar lo que había escrito buscó un atlas en el que desgraciadamente no aparecía Mozambique. Volví a encontrarme con él a mediados de 1984 y riéndonos nos acordamos de aquellos años de “gallo pinto”, “guaro” en aquel proceso que tanto nos había marcado.
Fue la voz del canal de Crónica, y ya no se escuchará aquel frase tan particular con la que distinguía su noticiero: “Hay más informaciones para este boletín”. Uno de esos inolvidables personajes que he tenido el privilegio de conocer.
* Abogado, ex director del diario El Mundo.
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