Martes, 17 de noviembre de 2009 | Hoy
MUSICA › RUBéN BLADES, QUE HOY CANTA EN EL LUNA PARK, HABLA DE SALSA Y DE POLíTICA
A mediados de año dejó de ser ministro de Turismo de Panamá y enseguida retomó su gran amor: la música. La gira actual es por el aniversario de Buscando América y para eso reagrupó a los Seis del Solar, que hicieron ese disco clave.
Por Yumber Vera Rojas
–Aquí Rubén Blades (lo pronuncia Bleids), ¿cómo está? Oiga, quería hacerle una pregunta, ¿ese nombre de dónde lo consiguió?
–¿Perdón?
–Sí, su nombre, ¿de dónde es...?
–Es un misterio para mí aún, pero creo que su origen es caucásico. Sin embargo, soy venezolano, y allá abundan los nombres raros...
–Ayer, por cierto, hablé con un compatriota tuyo, Gustavo Dudamel. (N. de la R.: Joven director de orquesta que se ha tornado en toda una sensación tanto en el país caribeño como en Europa y Estados Unidos.) No lo conozco personalmente, pero ahora que estuve en Venezuela me impresionó mucho lo que ha hecho. Es increíble cómo su capacidad y disposición lo llevaron a la cima en una actividad que resulta no sólo súper exclusiva, sino también en la que no existen latinos con ese nivel de protagonismo. Parece que alguien le comentó acerca de mi interés por su trabajo y me dio una llamadita. Me dijo que había crecido con mi música y eso me hizo sentir muy bien, pues demuestra nuevamente que la salsa o la música caribeña en general tienen un tacto más grande que el que imagina la gente.
No es para nada extraño que la entrevista telefónica con Rubén Blades haya comenzado así, ni la referencia a un director de orquesta, ya que, desde la segunda mitad del siglo XX, Rubén Blades se convirtió en el único artista latinoamericano que ha sido capaz de colarse por igual en la sensibilidad tanto de músicos eruditos como de salseros, punks y hip-hoperos. Sin temor a abusar de la hipérbole, su trascendencia, representatividad idiosincrásica y discurso combativo lo ubican a la par de figuras universales de la música popular contemporánea como John Lennon, Bob Dylan, Fela Kuti o Bob Marley. “Nunca analicé eso, ni lo hago ahora”, le aseguraba a Página/12 el cantautor panameño desde la ciudad de Los Angeles. “Por supuesto, lo que uno busca y espera cuando escribe es que la canción cause un impacto, que por lo menos sea atendida por otras personas. No deja de sorprenderme que treinta años más tarde las generaciones que originalmente apoyaron el argumento aparezcan en los conciertos con sus hijos. Eso dice que el mensaje se planteó de forma honesta e inteligente, y me da la razón cuando me negué a caer en los facilismos de ‘vente, mamá. Vamo’ a gozar’, en las lambadas y las cosas ésas. Nunca me interesó. Existe también la tendencia a menospreciar la capacidad popular. Porque mi familia no fue así.”
Luego de mantenerse durante un lustro al frente del Ministerio de Turismo de Panamá, el Poeta de la Salsa regresa a los escenarios con la gira “Todos Vuelven”, que celebra el 25º aniversario del disco Buscando América y que plantará bandera en Buenos Aires (hoy a las 21 en el Luna Park), en lo que significa el reencuentro de Blades con esta orilla del Río de la Plata. “No tengo grandes expectativas con este concierto, sólo espero que la gente concurra. Después de todos estos años de experiencia, uno no sabe exactamente cómo van a darse las cosas”, manifiesta el artista centroamericano. Para la conmemoración convocó a los Seis del Solar, agrupación con la que grabó la producción que invocó esta serie de presentaciones. “No voy a la Argentina con este grupo desde 1983”, recuerda. “La primera vez que se tocó el ‘Padre Antonio y su monaguillo Andrés’ (incluido en Buscando América) fue en ese show en el estadio Obras Sanitarias, junto a Los Abuelos de la Nada. Regresar con la misma banda es extraordinario.” Protagonista y testigo de ese recital, la entonces promesa Andrés Calamaro escuchó en esa ocasión, por primera vez y de la voz de su autor, el tema “El cantante”, que años más tarde adoptó para el CD homónimo. “Conocí a Andrés hace años, y su adaptación estuvo buena”, dice Blades.
–¿Por qué volvió a juntarse con los Seis del Solar para hacer esta gira?
–Porque cuando uno tiene 61, como yo, de pronto se da cuenta de que está en esa edad en la que ya es viejo para una muchacha de 40. Entonces toma conciencia de que tiene más pasado que futuro y empieza a pensar en poner en marcha lo que no hizo antes o no hizo con tanta premeditación o atención, que es administrar el tiempo. Es algo que me obligó a reunirme con mis compañeros una vez más. Los amigos se van muriendo, se va yendo la gente. Pero todavía, gracias a Dios, tenemos salud.
–El contenido de las canciones de Buscando América se mantiene vigente quizá porque los problemas de América latina siguen siendo los mismos. ¿No le parece una paradoja?
–La lucha no cesa, pues los argumentos son los mismos de siempre: la justicia social, el respeto al derecho ajeno, al acceso a la salud, a la educación, a la vivienda, a la comida y a la ropa. Variará una fase del problema, pero éste se mantendrá en la medida en que continuemos aferrados al modelo de administración social y económica que se estableció hace 200 o 300 años. A mí me parece absurdo creer que una ciudad como el DF mexicano, que tiene 25 millones de personas, pueda ser administrada eficientemente por un alcalde. Los centros de administración deben tener un límite, de lo contrario no podrán ejercer su función de manera eficiente. Es muy simple y matemático, lo que no estamos haciendo es atender esa realidad.
Buscando América, que incluía “Desapariciones”, que aquí hicieron los Cadillacs, fue un trabajo que coqueteó con el latin jazz y con propuestas como la del Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino, y que rompió los esquemas en la música afrocaribeña en plena decadencia de la salsa y durante la “dictadura” del merengue. Pero seis años antes de ese punto crucial, Blades, junto al salsero nuyorican Willie Colón, presentó Siembra, el disco que inmortalizó al tándem –hace tres años se encontraron temas inéditos de este álbum, lo que supondría una nueva reedición– y que marcó líricamente un antes y un después en el género. Cuando la llamada “salsa brava” se deleitaba con arrebatos sonoros que dejaban perpleja a la imaginación (como la ópera salsera Hommy, encuentros con figuras de la talla de Manu Dibango o la elucubración del latin soul) y la Fania All Stars disfrutaba de su status de emporio de la música afrocaribeña en Estados Unidos (con un alcance tan poderoso que hizo temblar a la Motown), apareció la perorata del abogado panameño (con más de tres décadas de trayectoria) devenido en juglar. Al principio fue resistida por los ortodoxos, que lo tildaron de cantante de protesta y demagogo, pero finalmente logró superar los prejuicios y se colgó la presea de ídolo de la salsa en el cierre de los ’70.
–Pareciera que las sociedades de América latina se rindieron ante la vanidad y el individualismo a los que usted se oponía en su tema “Plástico”, incluido en Siembra. ¿Cómo ve el imaginario de la región en la actualidad?
–La razón por la cual el disco sigue estando vigente, a pesar de haber sido compuesto hace treinta años, es que los problemas persisten. Una cosa es hablar y otra es hablar y hacer. Nadie pensó que, para servir a mi país, iba a quedarme cinco años sin grabar discos, sin hacer giras, sin rodar películas y sin realizar canciones. Si uno quiere acabar con la corrupción, tiene que reemplazarla con algo que no sea corrupto. Si la corrupción presupone un cuerpo sano, entonces mi pregunta es: ¿cuándo fue sana la sociedad? El problema de la corrupción es urbano, no político. Es un problema espiritual, moral y social. Mientras la gente no adquiera una conciencia sobre su capacidad y responsabilidad para sostener las organizaciones, las vainas no van a cambiar. ¿Usted cree que van a cambiar las cosas porque surgió un partido nuevo?
–Justamente, usted fue fundador de un partido, el Movimiento Papá Egoró (1990), y con él se postuló como candidato a la presidencia de Panamá en 1994. No obstante, su posibilidad de participar en un gobierno fue como ministro de Turismo de la recién finalizada administración de Martín Torrijos. ¿Qué balance hace de su gestión?
–En términos generales, mi gestión (que concluyó el 30 de junio) ha creado efectos que resultaron muy evidentes para los que examinan los datos de manera objetiva y desapasionada. En cuanto al trabajo que hicimos, ahí están los números, que no mienten, y están las consecuencias, que tampoco mienten. La suma y resta de todo a mí me indica, y quizás esto lo sorprenda, que no salí desencantado, todo lo contrario. Para mí fue muy favorable participar en esta gestión, porque pude creer que sí se pueden cambiar las cosas desde el gobierno.
–Apenas se desvinculó de su rol de ministro, presentó Cantares del subdesarrollo, un disco autogestionado que se puede descargar de Internet. Su título y el contenido de sus canciones sugieren una relación con la trama de la película cubana Memorias del subdesarrollo. ¿Tienen algún tipo de vínculo?
–No es que tenga que ver con la película, pero es otro ángulo del argumento que plantea el film de (Tomás) Gutiérrez Alea. Aquí mantengo el discurso de siempre, que tiene que ver con lo social. Hay mucha gente que después del período de La rosa de los vientos, Tiempo y Mundo no pensaba que podría volver a grabar cosas como las que salieron en Siembra o en Maestra vida. Nuevamente demostramos que el argumento existe y se mantiene, y vamos a continuarlo.
–Si bien espiritualmente el disco está dedicado a Puerto Rico, musicalmente lo ofrendó al pueblo cubano. ¿Por qué eligió el son como sostén musical del repertorio del álbum?
–Porque es, a nivel popular, lo más básico que hay. Empecé a hacer Cantares del subdesarrollo cuando estaba terminando de grabar Mundo, en 2002. En ese momento entré al gobierno y dejé los demos como estaban. Después de que terminó mi gestión me animé a sacar ese material así como se encontraba porque ahí hay una fuerza que es muy espontánea, natural y clara. No quise complicar los arreglos, por eso quedó lo más básico posible. En esta ocasión, además, me propuse tocar todos los instrumentos.
Aparte de haber concebido Cantares del subdesarrollo, brillante trabajo que se revela como su primera realización digital en una discografía constituida por más de una veintena de producciones, Blades planea grabar un álbum junto al salsero boricua Cheo Feliciano, volver a la actuación (con más de treinta películas y series televisivas en su haber, estuvo por última vez ante las cámaras en el film venezolano Secuestro Express, en 2005) y dedicarse a escribir sobre sus experiencias en la música y el cine. Conductor de su propio podcast (El show de Rubén Blades, que se puede ver en su página web), el cantautor, quien adaptó para Michael Jackson la versión al español del tema “I just Can’t Stop Loving you”, ha sido redescubierto por las nuevas generaciones de público en todo el mundo gracias a la invitación que le hizo Calle 13 para intervenir en el tema “La perla”, incluido en la reciente entrega de la dupla boricua: Los de atrás vienen conmigo.
–Debido a su argumento contestatario y panregionalista, y a su manera de demostrarlo, ¿le parece que Residente, de Calle 13, podría ser el líder que precisa la juventud latinoamericana?
–Cada generación tiene su forma de manifestarse y concibe sus propios códigos y métodos de expresión. En el caso de Calle 13, veo que tanto René (nombre de pila de Residente) como Eduardo tienen claro el sentido humano de lo que hacen, así como la necesidad de que la música pueda transmitir experiencias urbanas que produzcan responsabilidad y llamados de acción, al margen de los aspectos sexuales, el relajo y la jodienda. Pienso que son serios en eso y, de paso, Eduardo le está dando al género urbano una vuelta distinta porque está creando orquestaciones que incluyen formas rítmicas de la música popular latinoamericana.
–El inicio y desarrollo del reggaetón y de la música urbana latina en general contienen rasgos que recuerdan los comienzos de la salsa. ¿Qué opinión le merece el género?
–El reggaetón empezó en Panamá con Nando Boom y luego El General lo internacionalizó. Es una forma muy popular. Les pregunté a los muchachos de Calle 13 por qué decidieron abocarse a la música urbana y no a la salsa, y René me contestó: “No sé cantar, pero puedo recitar”. Me pareció una respuesta muy honesta y explicativa. La entendí porque no todo el mundo puede llevar una melodía. Todos quieren cantar, pero el que no, recita.
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