Pocos temas crispan los ánimos como la ocupación israelí de los territorios palestinos. Aun a miles y miles de kilómetros de esa pequeñísima porción de tierra, el conflicto enciende las pasiones de judíos, no judíos, árabes y no árabes en las aulas de las universidades, los debates mediáticos y hasta las charlas de café entre amigos. El viernes a última hora de la tarde, el periodista Pedro Brieger demostró que la Argentina no es la excepción en esa materia. En una repleta sala de la Feria del Libro presentó su último libro, El conflicto palestino-israelí 100 preguntas y respuestas (publicado por Clave para Todos), un trabajo que explica por qué las heridas de uno de los conflictos más complejos de la historia reciente están más abiertas que nunca.

El libro de Brieger está pensado para provocar. “Me gustan los debates picantes, me gusta ser contrera”, reconoció durante la presentación, escoltado por sus otros dos invitados, la periodista y compañera de Brieger en el programa Visión Internacional (Canal 7), Hinde Pomeraniec, y el actor Horacio Fontova. Hijo de padres judíos alemanes que escaparon del nazismo y se refugiaron en la Argentina, Brieger vivió once años en Israel y conoce más de media docena de países musulmanes. Estuvo en campos de refugiados palestinos y participó de las manifestaciones de los ’70 en Israel a favor de los derechos del pueblo que desde la guerra de 1967 vive bajo ocupación militar. “No sé cuál es la solución ni me parece que sirva que proponga una. Sólo sé que mientras Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental sigan ocupadas no habrá paz”, sentenció el periodista. Dos días después de la presentación, Brieger se llevó por segundo año consecutivo el Martín Fierro por su columna de política internacional en Visión 7, el noticiero de Canal 7. En El conflicto..., el autor no busca un equilibrio forzado, sino una mirada histórica a través de un lenguaje muy llano, de fácil lectura. Con datos, mapas, citas de líderes y medios israelíes, Brieger reconstruye casi un siglo de conflicto, en el que, a pesar del intento autoproclamado de evitar la adjetivación y las consideraciones éticas, termina condenando al Estado de Israel por perpetrar una persecución y represión sistemática contra el pueblo palestino.

En un excelente trabajo de investigación, Brieger recuerda algunas frases olvidadas por el mundo y por sus propios autores. Quizá la más significativa sea la que pronunció en 1999 el líder laborista y actual ministro de Defensa del gobierno ultraconservador de Benjamin Netanyahu, Ehud Barak, cuando le preguntaron qué habría pasado si hubiera nacido en una familia palestina. “Me habría sumado a una organización terrorista”, respondió. Pero quizás una de las conclusiones más interesantes y clarificadoras es que la guerra entre israelíes y palestinos no comenzó como un conflicto religioso, como muchos quieren hacer creer. “Desde sus orígenes, el sionismo fue laico y aspiró a construir un Estado nacional, una patria para los judíos. Los palestinos, influidos por la lucha anticolonialista y las ideas europeas, también utilizaron los conceptos de patria y nación.” El libro termina recordando la propuesta presentada por los países árabes en 2002: paz y reconocimiento al Estado de Israel a cambio de que éste vuelva a las fronteras de 1967 y permita el regreso de los refugiados palestinos. La respuesta nunca llegó. En una guerra santa, conceder o negociar es un pecado.