Miércoles, 8 de marzo de 2006 | Hoy
EL REGRESO A BUENOS AIRES DE CARLOS SANTANA
El creador de Samba pa’ti y Black Magic Woman actuará mañana en el Campo de Polo.A los 59 años habla de misticismo, del poder sanador de la marihuana y del materialismo de Bush. “Mi tarea es complementar, no competir”, dice sobre su lugar en el rock de estos tiempos.
Por Cristian Vitale
Median 40 años entre aquel Carlos Santana y éste. Aquél, trasplantado de Tijuana a San Francisco, formó una banda destinada a deslumbrar al mundo (la Santana Blues Band), guiado por Al Kooper, John Lee Hooker y todo el bagaje latino de su México natal. Cuatro décadas en las que, además de editar 38 discos y ameritar múltiples premios, atravesó un sinfín de experiencias: desde ser una de las revelaciones del Festival de Woodstock –con Evil Ways y Black Magic Woman como puntas de iceberg– hasta sumergirse en laberintos místicos, ensamblar el sonido versátil de su guitarra con monstruos del jazz (Wayne Shorter y Herbie Hancock) en tiempos de Swing of Delight (1980) o volver a las raíces de su Autlan natal, a través de uno de los discos más llamativos de su carrera: Havana Moon. Cualquier autorreferencia, entonces, podría esperarse de él para englobar semejante peregrinaje. Menos la que improvisó ante Página/12 cuando se le preguntó de qué manera hablaría sobre sí. “Soy una de las pocas personas que se percibe como un supermercado. Hay músicos que sólo tocan tomates, otros naranjas, otros zanahorias y yo soy todo el mercado. Toco todas las frutas y por eso puedo complementar con Plácido Domingo, el Gato Barbieri, los Cadillacs, Alejandro Lerner, los Stones o Eric Clapton. Mi tarea es complementar, no competir.”
La tercera visita de Santana a Buenos Aires –mañana a las 21 en el Campo de Polo (Libertador y Dorrego)– puede definirse, seguramente con su aprobación, como un centro de compras musical en el que, pagando entre 100 pesos –platea alta– y 300 –vip platinum–, se accede a un combo sonoro universal, casi atemporal a esta altura de la vida. “Pienso tocar unas cuatro horas, para compartir con la gente un pedazo muy grande de lo que somos y fuimos nosotros”, informa el eximio guitarrista. Si bien el gancho es que viene a presentar el reciente All that I am, el tiempo previsto excede largamente su duración. Después de varios vermouths confirmados (Antonio Birabent, Memphis La Blusera y La Portuaria), Santana, de 58 años, desempolvará parte de sus más entrañables canciones (Oye como va, Samba pa’ti y Soul Sacrifice, ¿tal vez?), con temas que lo han hecho merecedor de múltiples Grammys en los últimos años, gracias a dos estupendos discos: Supernatural (1999) y Shaman (2002). “Buenos Aires es una ciudad gigante, con mucha presencia europea. Es muy diferente al resto de Sudamérica. Tiene individualidad e identidad. Tiene espíritu y mucha luz en los ojos de la gente, además de elegancia tanguera y dignidad”, define sobre el destino próximo de sus mágicos yeites.
–Si tuviera que elegir tres discos entre la treintena que editó desde Santana I, ¿por cuáles optaría?
–Abraxas, Caravanserai y Supernatural. Son tres expresiones drásticas en mi vida, que tentaron a mucha gente.
–Sobre todo Abraxas, ¿no?
–Puede ser, porque marcó un punto de inflexión en la música. Antes de mí, había expresiones de latin-rock o algo parecido con La Bamba, José Feliciano, etc. Pero cuando nosotros entramos con nuestra música, provocamos que aparezcan muchos más grupos. Me vienen a la mente Los Lobos, por ejemplo. Para mí fue un honor ser una puerta que le abra posibilidades a otra gente.
–En los últimos años, usted ha recibido muchos premios como el Legend Award y ha logrado el reconocimiento de un público que va más allá del rock. ¿Cómo vive esta situación?
–Con mucha gratitud hacia la gente y hacia Dios. Gracias a él, otra vez soy un espíritu multidimensional, que puede penetrar los corazones de toda la gente de este planeta. Yo no pertenezco a ninguna patria ni a ninguna bandera... soy como el agua, listo para darme al que tenga sed, pero no le pertenezco a ninguna nación. Con todo respeto, pienso que vivir en el cielo es estar en tu casa. Esto no quiere decir que sea mejor que los que creen en esas cosas, pero puedo estar más al servicio de mexicanos, argentinos y de personas de todos los países. Yo me debo al mundo, porque el patriotismo es una valija que nunca quise cargar. Honro al que cree que la patria y la bandera son importantes, pero yo no creo en eso... para mí es como creer en Santa Claus.
–Sus ideas se parecen en ciertos aspectos a las que sostuvo la generación del Flower Power. ¿Se siente un viejo hippie?
–Seguro. Mis ideas son una extensión de aquella generación. Nosotros, en los ’60, creíamos en dos opciones: o eras parte de la solución o eras parte del problema. Para mí, la política de religión es el problema y la solución son las armas de compasión, no las de destrucción. Las cualidades divinas son elegancia, excelencia, belleza, gracia, pureza e inocencia. El veneno es juzgar y condenar. Si piensas así, entonces caminas como un camello cansado y eres una víctima profesional... no te pueden ayudar los ángeles y ni siquiera los diablos. Dios nos dio una energía que los demonios desobedecen y los ángeles obedecen. Tú y yo tenemos libertad para escoger, sólo se necesita un poco más de responsabilidad sobre lo que piensas, dices y haces. Yo utilizo esta energía con mi música para invitar a la gente a la luz que tenemos en nuestro corazón, que es la misma de Cristo, Buda y Mahoma. Tú y yo somos la misma luz de Jesús. Cuando empiezas a conocer esto, tu energía puede ayudar a curar este mundo.
–Definía a la inocencia como una virtud. ¿Fue la del sesenta una generación inocente?
–Sí, porque fue gente de paz. En el tiempo de Hitler fueron los poetas beatniks y los bohemios, y en los sesenta, los hippies. ¿Y ahora quién es?... ¿Quién apunta contra George Bush y su guerra contra Irak? Cada época tiene una persona o grupo que representa la resistencia contra la violencia. Yo sigo representando ese papel.
–Su canción El Farol es un homenaje a su padre, José. ¿Qué significó él en su carrera?
–Mi papá es una persona que, cuando me miro en el espejo, aparece. El murió en 1997. Estuvo casado con mi madre durante 60 años y fue quien me enseñó a valorizar y digitar las notas en mi guitarra. Hay muchos músicos que le dan la vuelta a la cuadra, pero no se meten dentro de las sábanas... en cambio él me enseñó cómo respetar y compenetrar cada nota. Además, tenía mucho carisma... lo adoraban las mujeres y los niños, y me enseñó que la música es sagrada.
–En algún momento de su trayectoria volvió a México para tocar con la banda de mariachis de su padre. ¿Cómo fue la experiencia, después de haber vivido otro tipo de situaciones en Estados Unidos?
–Saludable. También lo invité a Hawaii a pasar varias semanas de vacaciones. Todo lo que tenía que hacer por él y por mi madre lo hice. Por eso, cuando él se fue, yo no lloré. Cuando Dios los llamó para el jardín de luz, yo no los lloré, y soy feliz igual. Si quieren regresar o no es cosa de ellos, pero no tengo reproches ni remordimientos. Por eso, no lloro cuando se va la gente que adoro, porque todo es prestado por Dios... tu mujer, tu cabello, tus ideas. Cuando Dios quiere alguna de estas cosas, yo se las doy. No tengo miedo de hacerlo.
–¿Por dónde va su música hoy... se ha modificado?
–Sí y no. Porque soy un espíritu multidimensional y es muy difícil que la gente me ponga en una jaula, o en una casa con un techo bajito.
–En 1992 lo arrestaron en Houston por portar marihuana. ¿Se puede considerar un delito eso?
–Jamás, porque la medicina no es mala. Lo que es malo es la droga que el hombre hace en laboratorios... la cocaína y la heroína. En cambio, la madre naturaleza hace medicina, que es marihuana, yerba de pétalos y raíces para curar tu hígado o tus riñones. El hombre hace drogas para ponerte en prisión y hacerte adicto. La marihuana es medicina y el cigarro es droga, porque, como al alcohol, le ponen otra cosa. Hay que saber diferenciar.
–¿Qué sintió al tocar en Hiroshima y Nagasaki, a 60 años de las bombas?
–Tocar con los musicazos supremos de Wayne Shorter y Herbie Hancock fue increíble, especialmente para ofrecer nuestra música a la gente que sobrevivió de las bombas.
–Una experiencia que enlaza con sus arengas contra Bush...
–Bush siempre dice lo opuesto de lo que sale de su boca. Su interés es material, no espiritual. Cuando el poder del amor reemplace el amor al poder, el mundo va a ser otro.
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