Jueves, 16 de marzo de 2006 | Hoy
MICHAEL WINTERBOTTOM, UN INGLES EN MAR DEL PLATA
El director de Código 46 y 24 Hour Party People presenta en la muestra marplatense una adaptación de Laurence Sterne y viene de estrenar en Europa un film sobre las torturas en la base estadounidense en Guantánamo.
El realizador Michael Winterbottom llegó a Mar del Plata. La noticia de que el director de The Road to Guantánamo ya se había integrado al Festival Internacional de Cine corrió rápido y los medios lo obligaron a permanecer toda la mañana de ayer en una suite del Hotel Hermitage dando entrevistas. Tal vez por eso cuando Página/12 llegó al lugar el hombre miraba el mar desde la ventana, con cara de Conde de Montecristo. “¿Y si hacemos la entrevista en la playa?”, propuso. A los dos minutos se había sacado las sandalias y caminaba tranquilo por la arena, con una cerveza en la mano. Lo único que llamaba la atención en el inglés era la carencia absoluta de bronceado. Por lo demás, sus modos amables y tranquilos lo hicieron pasar inadvertido entre los veraneantes tardíos: la frondosa colección de premios internacionales que ha recibido –entre los que se cuentan el Oso de Oro al mejor film en la Berlinale 2003 y el Oso de Plata al mejor director en la de febrero pasado– no han hecho mella en la sencillez de quien alguna vez estudió letras en Oxford.
Las excusas para la presencia de Winterbottom en La Feliz son una clase magistral y la presentación en la Argentina de su penúltima película, A Cock and Bull Story. El film es una adaptación cinematográfica de la novela The Life and Opinions of Tristan Shandy, Gentleman, de Laurence Sterne, y significa un giro extraño dentro de la filmografía del autor, por cuanto –a diferencia de otros de sus films, más ligados a la denuncia política– se articula como una comedia que juega con sus propios mecanismos imitando el funcionamiento del inolvidable libro de Sterne.
“Mi pregunta ha sido siempre qué film voy a realizar, no si iba a convertirme en cineasta”, responde cuando se le pregunta acerca de sus comienzos. “No importa qué film fuera, cada vez que filmé una película me vi fascinado con el campo de cosas inesperadas que se abría. El otro lado del asunto es igual de interesante y tiene que ver con el espacio de cosas que busco encontrar al empezar un trabajo”, relata mientras se acomoda sobre un cordoncito de cemento. A su lado se sienta una gitana que escucha su british accent algo azorada. “En el caso de A Cock and Bull Story, yo quería volver a trabajar con el actor Steve Coogan, porque había trabajado con él en 24 Hour Party People y lo habíamos pasado muy bien.”
–¿Hay alguna variación en la forma en que encara una película tan dura como The Road to Guantánamo, sobre las torturas a los prisioneros islámicos en la base estadounidense, y la manera en que encara una comedia como A Cock and Bull Story?
–De alguna manera, sí. Cada proyecto tiene su historia específica y hay que saber seguirla. Lo que me gusta de involucrarme en un rodaje es ir descubriendo diariamente las cosas sorpresivas que se van dando, ir metiéndome por esos caminos alternativos que vas encontrando a medida que te metés en la realización. La experiencia me ha enseñado que lo que ocurre fuera del guión es un factor clave para lograr una obra que sorprenda, que sea interesante.
En The Life and Opinions of Tristan Shandy, Gentleman, Laurence Sterne nunca llega a contar la vida del supuesto protagonista del texto. El libro, escrito en el siglo XVIII, es un largo circunloquio que narra detalles de la concepción del Tristan, llevando el relato por caminos intrincadísimos que anuncian proféticamente al surrealismo. La pregunta que se impone, entonces, tiene que ver con el vínculo entre la obra de Sterne y el espectador actual. Winterbottom no duda: “La historia de un hombre tratando de entender qué va a hacer con su hijo (se refiere al padre de Tristan Shandy) me parece un tema tremendamente moderno”, sostiene. “Parte de lo que hace Sterne es magnificar la confusión de la vida real, y eso es lo contrario a lo que hacen tipos como Bush. Bush es un simplificador del mundo. El te da una fórmula fácil de aprender: ‘La gente que está en Guantánamo es mala’. En contraste con eso, creo que si uno ve las cosas en detalle, inevitablemente sobrevienen la confusión, la mezcla. Por lo tanto, poner todo en la realización de un film siempre trae confusión, porque significa mirar la realidad de una manera nueva. A su vez –remata–, la confusión te abre a formas nuevas, y las formas nuevas permiten que el espectador recuerde cuán shockeado estuvo la primera vez que se cruzó con los asuntos que uno está mostrando.”
–¿Piensa que un cineasta puede tener una llegada social importante a partir de sus films o cree que son tiempos en los que la labor artística debe ser acompañada por algún tipo de militancia política extraartística?
–Los films no pueden cambiar el mundo. Si uno cuenta las veces que sale Bush a dar su versión de la actualidad y las veces que puede hacerlo un director crítico, podría llegar a la conclusión de que lo que ese artista independiente haga no tendrá mayor peso político a nivel global. Pero eso no significa que no tenga que hacer sus films. Es necesario que los haga, aunque parezca inútil.
–¿Cree que trabajar de manera independiente es un valor en sí mismo o piensa que las grandes productoras pueden ofrecer similares posibilidades de despliegue estético, político, etcétera?
–Hacer una película tiene que ver con absorber todo lo que aporta cada una de las personas involucradas en el rodaje, y eso no depende necesariamente del financiador. Por otro lado, la revolución tecnológica que se está dando en la producción va a hacer que las pequeñas productoras tengan otras armas a la hora de generar películas. Aunque eso traerá también el peligro de la saturación, porque habrá tanto acceso a la producción que el espectador tenderá a perderse ante tanta oferta y en muchos casos mirará otra vez hacia el mainstream.
–Desde su experiencia en la productora Revolution Films, ¿qué consejos daría a las productoras de la Argentina?
–El próximo problema que tenemos que solucionar es cómo hacer que tu film sea visto en el lugar adecuado. Los cines son lugares preparados para difundir solamente un tipo de imágenes: tienen un MacDonald’s, lugar para estacionar autos, etcétera. Es como estar en Estados Unidos. Eso te pone en contradicción cuando querés proyectar tus películas.
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