Jueves, 16 de marzo de 2006 | Hoy
CINE › “IMPULSO ADOLESCENTE”, OPERA PRIMA DE MIKE MILLS
Impulso adolescente es el primer largometraje de Mike Mills (Berkeley, California, 1966), un artista gráfico y realizador de cine publicitario y videos musicales para Yoko Ono, Zoot Woman y Divine Comedy, entre otros grupos y solistas de la escena pasada y actual. Y, contra todos los prejuicios, su ópera prima prescinde de los tics con que se suele asociar a los cineastas surgidos del videoclip y la publicidad. Por el contrario, Thumbsucker es una película de una rara sensibilidad, capaz de captar de manera sencilla pero muy fina el punto de vista de un adolescente al que le cuesta ingresar al mundo adulto y que –tal como informa su título original– no hace sino chuparse el dedo pulgar, lo que le trae infinidad de problemas con su familia y, por supuesto, en su escuela.
La película está ambientada en un pequeño pueblo del estado fronterizo de Oregon, en los confines de Estados Unidos, pero Mills –a diferencia del cine de Todd Solondz, por ejemplo– no se solaza con las pequeñas miserias de la vida suburbana norteamericana, como sucedía en Mi vida es mi vida o Happiness. Por el contrario, prefiere mirar a sus personajes de igual a igual, sin ponerse por encima de nadie y sin que esto signifique prescindir de una mirada crítica hacia el núcleo familiar. Lo que Impulso adolescente se propone, en todo caso, y logra, sin duda, es evitar la sátira fácil y la condescendencia.
Se diría que en su retrato de Justin (un trabajo consagratorio de Lou Pucci, que en el 2005 ganó por este film, sucesivamente, el premio al mejor actor en el Festival de Sundance y en la Berlinale), Mills prefiere seguir el tono, la línea del mejor referente posible en la materia: J. D. Salinger. No se trata de que Justin –por otra parte, una creación del novelista Walter Kirn– se asemeje necesariamente a Holden Caulfield, el famoso protagonista de El guardián entre el centeno (aunque sí pareciera haber alguna referencia muy concreta a los “niños sabios” de Franny y Zooey, otra de las creaciones de Salinger). Más bien, da la impresión de que Mills ha tratado de reflejar la ternura y a la vez el dolor de su protagonista, sin prescindir del humor, un humor irónico, cáustico pero nunca agresivo.
Lo ayudan no sólo el joven Pucci sino todo un elenco de primera línea: Vincent D’Onofrio y la inglesa Tilda Swinton, magníficos como sus padres; Vince Vaughn como un ambicioso profesor, y Keanu Reeves, que se reservó una participación especial como un extravagante “ortodoncista holístico”, incapaz de prestarle tanta atención a la curvatura del paladar de Justin como a sus muchos conflictos internos, para los que cree tener una solución a través de la hipnosis y de las terapias alternativas.
Terapias que, por cierto, no son peores que las que le recetan en el colegio: un cóctel de barbitúricos que le permite a Justin ganar primero una insólita, excesiva confianza en sí mismo (a la manera de un cocainómano autorizado por sanidad escolar) y luego un concurso de debates públicos, en los que queda expuesto hasta qué punto la jerga académica es un mal en expansión, que da para hablar de todo sin decir nada. Los coros psicodélicos de la insólita banda texana The Polyphonic Spree –a mitad decamino entre el pop y el gospel– le suman a la película una música en sintonía con su protagonista: fuera de norma.
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