Sábado, 16 de abril de 2011 | Hoy
GEPE PRESENTA SU DISCO AUDIOVISIóN, EN ESPACIO DADá
El cantautor chileno forma parte de una generación de artistas que buscan la canción elemental, “de base”. “Sólo he grabado discos cuando sentí que tenía una idea que era superadora o distinta de la anterior, o al menos más madura”, afirma.
Por Luis Paz
El cantautor chileno Gepe no necesita utilizar signos de exclamación. Ni en su música ni en una charla precisa avisar que está por contar algo notable o por dar una definición contundente. Gepe canta y habla igual: desnudando interés, sensibilidad y claridad sin preámbulos de modulación oral. No grita para demostrar disgusto, no quiebra la voz para dar cuenta de una tristeza. Sólo habla o canta, y en esa naturalidad radica parte de lo más notable de su obra musical. “Tiene que ver con mi país: en la costa pacífica de América somos más introvertidos y nostálgicos”, se excusa; y tal vez baste con cotejar la música popular argentina con la chilena para entender la distinción: no sólo hay acentos distintos en la oralidad (esa tonada, esta tonada), también en el armado poético: “La música chilena no es narrativa, es descriptiva. Es algo que tiene que ver con nuestra tradición poética: se muestran imágenes, no se cuentan historias”, sigue. Impresionista, entonces, la música de Gepe se aleja del fauvismo para invitar a pensar, no para indicar en qué ni cómo.
Por peso específico y también por coyuntura, la de Gepe (Daniel Riveros, 29 años) es una de las voces masculinas fundamentales de su generación. Algo comprobable o rebatible fácilmente: basta oír su reciente Audiovisión, que presentó anoche y sigue mostrando hoy a la medianoche en Espacio Dadá (Borges 1655), o sus anteriores Gepinto y Hungría; uno más tradicional, el otro más cercano al pop electrónico. En lo particular, Gepe ocupa un lugar entre los autores de la nueva generación de canciones elementales, en la que caben desde el uruguayo Franny Glass hasta Lisandro Aristimuño: son estetas de las canciones “de base”, bellas en (y por) su minimalismo, casi ornamentales en su superficie, pero que se densifican al darles debida atención. “Hay una situación coyuntural que lleva a la gente a fijarse en este tipo de música: los procesos que dan en la región, a nivel social, político y cultural, han vuelto a traer a la música de Eduardo Mateo, Violeta Parra o Víctor Jara. En paralelo, se ha dado la aparición de muchos artistas jóvenes que trabajan con lo acústico desde la misma intimidad, pero con otras temáticas y formas más actuales.”
Una de sus canciones paradigmáticas (no en vano siente que es “la más lograda” de las que ha compuesto) es “Amigos vecinos”, apertura del último disco: hay en ella un pop más despabilado que ensoñado, deudor de cierto minimalismo matinal más que de una vigilia de madrugada. En cualquier caso, lo onírico en ella no es su adorno musical, sino su propuesta. “Muchos amigos, algunos vecinos”, es su deseo. El de todos: una subversión a esta lógica de vecinos cerca, uno arriba o al lado del otro en un edificio o barrio, y de amigos de reencuentro eventual. En ella, a Gepe le bastan las palmas y bocinazos, su voz y unas cuerdas para aplicar un concepto comunal; pero también son suyas la irresistible “12 minerales” o la épica “Victoria Roma”.
“Cada disco es un ensayo, no soy bueno para buscar algo muy concreto o con un concepto muy cerrado”, admite Gepe, también diseñador recibido, que siguió esa carrera “para tener una herramienta de interpretación” más que una fuente de ingresos. “De algún modo siento que diseño canciones: elijo sus elementos, realizo una composición con ellos en la búsqueda de darle forma a una idea. Sólo he grabado discos cuando sentí que tenía una idea que era superadora o distinta de la anterior. O al menos más madura.”
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