Eva Ayllón, 55 años, peruana de Lima, es una cantante multigeográfica, casi nómade. Ahora le toca padecer una esquina de Caballito a las cinco de la tarde: los bocinazos y las frenadas bruscas le trepanan los oídos. Debe subir su voz, tal vez más que cuando canta. “Mi casa está en todas partes, y mi dormitorio son los aviones, los buses”, esboza ella, con una sonrisa de negra hermosa. Está acompañada por su manager, una hermana del mismo origen que ahora vive en Avellaneda, y no pide nada para tomar. “Me reservo para el asado de esta noche”, sigue. Ayllón –“Evita” para muchos– está en el momento sandwich de su enésima visita al país. Ya cantó en Rosario, Córdoba y La Plata, en el marco del Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires, y ahora espera por una presentación más, hoy a doble función en el ND/Ateneo (Paraguay 918). “He escuchado música argentina desde chiquita. Mi oído está acostumbrado a ella, pero no a esos bailes tan hermosos que tienen: me han impresionado los bailadores de malambo y sus boleadoras. ¡Y qué bonitas son las peñas! ¡Cómo bailan la zamba, la chacarera! En Lima, tenemos costumbres así, pero la música es muy fuerte, negra, todo es movimiento; en cambio aquí son más sutiles... más románticos. Me quedé con la boca abierta frente a los que bailan con boleadoras”, resume, como reseña en flash de su paso por el Fifba.

Ayllón vive en Nueva Jersey, frente a Nueva York. Sus dos hijos viven allí, pero –dicho está–, ella pasa poco tiempo en su casa. “Buenos Aires está entre mis viajes predilectos y Lima también, obvio, cada dos meses viajo allí para comprar comida y llenar la heladera”, se ríe. Breves recortes cotidianos que operan como trasfondo y sostén de lo central: la Eva artista que acaba de cumplir cuarenta años cantando (empezó a los 15, previo permiso de un juez de menores), que es considerada como la reina del landó, que interpreta como pocas los valses criollos y las marineras de su tierra, que actuó en el Carnegie Hall, que fue ungida en potencia y acto por Mercedes Sosa y Chabuca Granda, y que, desde Los Kipus y Eva (álbum debut, de 1977), grabó más de veinte discos (cuyas mejores canciones están condensadas en el flamante compilado 40 años enamorada del Perú). “Yo no quería viajar tanto, hacer notas, ir y venir, cansarme... Yo sólo quería cantar, pero mi padre me dijo: ‘¿Quieres cantar? Pues entonces, ¡bomba!’, el que quiere celeste, que le cueste”, evoca la Ayllón, cuyo nombre real y completo es María Angélica Ayllón Urbina.

–Usted dijo que Mercedes Sosa y Chabuca Granda son los dos pilares centrales que “sostienen” su ser musical. ¿Cuáles son las razones?

–Que las escuchaba de chiquitita sin entender lo que estaban diciendo sus letras, pero sí esas melodías que estrujaban mi corazoncito. Soy melódica como ambas. Pese a que escuchaba música de la época y empecé cantando música a-go-go en los ’70, en el fondo era una romántica. Pongo un ejemplo: no entendía en absoluto lo que Goyeneche quería decir cuando cantaba esos tangos hermosos, pero una amiga, la cantante Gina Dean, una vez me dijo: “¿Tú tomas o fumas? ¿A ti te han roto el corazón?”. Y a mí no me pasaba nada de eso, pero cuando me pasó, bueno, entendí y disfruté todo: se me salió el corazón por la boca con un llanto. Ella me dijo: “Esto es el arte”. Me abrió los ojos plenamente. Tampoco puedo olvidar que también soy producto de artistas como Jesús Vázquez, Teresita Velásquez o Tania Libertad.

–A propósito, ¿en qué grado se deja impregnar por otras músicas, otros géneros, otras culturas?

–Me encanta Calle 13, aunque no sea muy partidaria de esa música. Pero me encanta por lo que dicen... son muy políticos. Los admiro por valientes, y de alguna forma los tomo.

–Pero no estéticamente, según dejan entrever sus temas: usted no canta canciones sociales.

–Mis opiniones en ese sentido me las reservo para mí, porque considero que no soy quién para meterme en eso. Si el mundo ya tiene problemas, para qué le voy a meter más con mis canciones, ¿no? Soy una mujer que tiene cierto poder con su palabra en mí país... Imagine si me pusiera a decir “el presidente tal cosa”...

–Hay muchos músicos populares que sí utilizan esa herramienta. Usted puso el ejemplo de Calle 13, pero está lleno.

–Yo no. Yo quiero que quienes me escuchan se levanten contentos. Quiero acompañarlos en su primer momento de la mañana, que se laven los dientes conmigo, que piensen que todo les va a salir bien, que sean positivos. Las amas de casa, mis taxistas, en fin.

–Aquí hay una postura que la distancia de Sosa: ella sí hacía canciones políticas como “Cuando tenga la tierra” o “La canción urgente”.

–Yo no, pero amo esas canciones porque las cantaba ella. Chabuca no tanto. Chabuca decía las cosas directamente, era muy delicada.

–A propósito, el domingo hubo elecciones en su país que terminaron muy reñidas y en las que usted no votó porque estaba aquí. ¿Zafó?

–(Risas) Medio que sí... Espero que en mi país las cosas no sean como están pintando pero, en caso de que así sea, le ruego a Dios que tenga mucha misericordia del Perú. Ya es tiempo de que tengamos gente nueva. Una mujer, por ejemplo.

–Como acá.

–Claro: no hay como una mujer para dirigir un país. Ojo, no tengo mentalidad de feminista sino de mujer. No estoy con eso de que la mujer es fuerza igual que el hombre y todo eso, porque es como un machismo al revés. Pero sí creo que cada mujer puede administrar perfectamente una casa y considero que el país es nuestra casa. Una mujer que en el Perú va con diez soles al mercado y le da de comer a toda la familia, creo que está en el principio de, previa capacitación, gobernar algo más que una casa. Tal vez sea una tontería o un absurdo lo que digo, pero es lo que pienso, desde el lugar que ocupo, que no es necesariamente político.