Vie 07.04.2006
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OSVALDO FATTORUSO HABLA DEL REGRESO DE LOS SHAKERS, 42 AÑOS DESPUES DE “ROMPAN TODO”

“Es como si sólo hubiesen pasado cinco días”

Durante un largo rato, cada uno de los integrantes de la banda hizo la suya, lejos de la imagen beatlemaníaca que patentaron en los ’60. Y aunque ante la enésima oferta recibida decidieron volver, el baterista uruguayo adelanta que harán un show “antipasado”. Presentarán un nuevo disco, Bonus Track, lo que no les impedirá tocar, a pedido del público, su máximo hit.

› Por Cristian Vitale

Sin tomar como atajo Otros Shakers, el disco que Osvaldo y Hugo Fattoruso editaron con Rubén Rada y Ringo Thielmann –los otros– en 1983, 42 años median entre aquel grupo que detonó Sudamérica al ritmo de Break it all (Rompan todo, para que se entienda) y éste, urdido por la acción del tiempo. Los nombres son los mismos (hubo que rastrear con lupa a Caio en Venezuela y convencer a Pelín para que pidiera licencia en la Orquesta Sinfónica de Río de Janeiro), las actitudes también y el entusiasmo es un plus del alma que no decae. Pero claro, ¿con qué cara pedirles a estos tipos inquietísimos que resuciten el mito tal cual como murió? Es lo más utópico del mundo, y lo que hay que tener en cuenta para ir provisto de reservas hoy –y/o mañana– al ND Ateneo. También para escuchar con oídos abiertos –y conscientes del trayecto que cada uno siguió–, el flamante Bonus Track, que grabaron “en español” y como si estuvieran jugando un picado en un potrero montevideano. O, como dice Osvaldo a Página/12, “como cuatro amigos que parece que hubiesen dejado de tocar juntos hace cinco días”.

El operativo retorno fue menos complicado que el de Perón. Lo más difícil fue encontrar a Caio, productor de Sony Venezuela y manager de un club de música. Se había mudado varias veces y hubo que rastrear direcciones y teléfonos para hallar su paradero. Una vez encontrado, dejó “su kiosco” armado y se sumó. Con Pelín fue apenas un trámite –pagarle los pasajes de Río a Montevideo– y los Fattoruso brothers, después de cien ofertas truchas –¿serán más que las que le hicieron a Litto Nebbia para que vuelvan Los Gatos?–, por fin dijeron sí, con la condición de que el sello les dejara hacer lo que se les cante. “La propuesta vino de parte del hermano menor del manager original: Marcos Zimet, que era el quinto Shaker y, por supuesto, parte de aquella locura. Nos convocó mientras tocábamos con el Hugo en Medio y Medio de Punta del Este. Tuvimos una reunión y se dio. Nos juntamos como si nos hubiésemos separado hace una semana. Tocamos en Montevideo, en el Faena y ahora acá”, cuenta Osvaldo.

La info cruda para nostálgicos es que, si bien los Shakers del siglo XXI no piensan omitir clásicos que los hicieron brillar a fines de los ’60 –El niño y yo, Keep searching, Mi tía Clementina o No me pidas amor, además de Rompan todo–, prevén un show antipasado. Además de los temas nuevos –porque en Bonus Track 12 de las 13 canciones lo son–, las modificaciones alcanzan también a la formación. Durante aquellos cuatro largos años, los Fattoruso tocaban la guitarra, Pelín el bajo y Caio la batería. Hoy, en cambio, puede que se planten así por momentos, pero ya no hay marcha atrás en el apego de Pelín por el bandoneón –homenajeará a Piazzolla y Arolas– ni en que Hugo tome el piano como en su actual proyecto Rey Tambor o que Caio y Osvaldo se trencen a dos baterías. “Es importante no meterse en el camino del otro, a menos que sea una parte arreglada especialmente. Hay que elegir ritmos que se complementen y no que tropiecen. Sale natural. Cuatro o cinco ensayos y te das cuenta... uno le pone sal, el otro pimienta y listo. No requiere lápiz ni papel”, remarca Osvaldo.

–No de esta manera, pero ya en La Conferencia del Toto’s Bar, el disco que editaron en 1968, se divisaba que ustedes superaban los márgenes del rock. ¿Por qué se separaron?

–Estábamos un poco hartos de laburar de Shakers y descubrir chanchullos por aquí y por allá, alrededor del grupo. La separación, igual, fue light. No hubo desacuerdos ni peleas. Ni hoy existen ni nunca existirán, creo.

–¿Fue la única razón?

–También la ansiedad de cambiar el estilo musical. Yo era baterista antes de los Shakers y quería volver a mi instrumento original. Hugo se quería dedicar de lleno a su piano. La banda nunca decayó... pero nos cansamos.

–Incluso teniendo en cuenta que la calidad de los discos, exceptuando Rompan todo, fue de menor a mayor en términos de musicalidad y sonido. Parece que hubieran cortado esa evolución y no cualquiera abandona un proyecto que marcha bien...

–Lo veo como un proceso natural de crecimiento. No podíamos tocar ni componer como en el primer disco, porque el cambio de cabeza y edad nos llevó a buscar por otros lados. Tanto yo como mi hermano somos muy inquietos. Queremos estar siempre al día, por eso es lógico que La Conferencia haya sido el mejor de los tres. Por algo tocamos candombe y tango. La química de ese disco es totalmente superior a la de los otros dos.

–¿Cambiaron las influencias? Porque la mayor referencia de Los Beatles en Sudamérica, en esa época, eran ustedes. Sin embargo, La Conferencia no es tan beatle como los anteriores, pese a que lo llamaron “el Sgt. Pepper del Río de la Plata”.

–Queríamos ser más nosotros que beatlemaníacos. Más latinoamericanos que ingleses. En nuestros ratos de ocio, ya estábamos experimentando con músicas de acá.

–Rada, Mateo, el Kinto...

–Claro, a través de ellos, nos dimos cuenta de que se podía hacer música de acá con un grupo de rock, sin salirse mucho del estilo. De hecho, los vamos a homenajear en el show del ND Ateneo.

–Con la separación no tuvieron en cuenta el negocio...

–Siempre nos cagamos en el negocio. Porque sino teníamos que haber seguido grabando temas como Rompan todo, Keep searching..., pero la compañía nos daba libertad y hacíamos lo que queríamos. Nunca pensamos en la venta. Jamás. Siempre hicimos lo que creímos que debíamos hacer.

–Fueron más masivos en Argentina que en Uruguay. ¿Fue por azar?

–Algo de eso hay, porque nosotros ni sabíamos que Rompan todo iba a ser escuchado y grabado por tanta gente. No apuntábamos a eso. En su momento lo hicimos porque nos gustó, pero nunca ganamos guita con los discos.



–Está muy claro con la evolución que tuvieron a través de Opa y el trío. A veces tocan por el pancho y la Coca...

–Pero tocamos lo que queremos, y eso es lo más importante.

–Dice que tocan lo que quieren, pero vuelven como Shakers, que es una marca registrada.

–El estilo de los temas que se tocan en el disco nuevo representa el sonido actual del grupo. Millones de veces nos propusieron grabar al estilo viejo, con el sonido y la onda de los primeros Shakers. No nos interesa. Hoy somos lo que hubiésemos sido si nos hubiésemos mantenido juntos. No vamos a grabar para ganar plata... si a la compañía no le gusta lo que hacemos, me chupa un huevo.

–¿Pelín y Caio están de acuerdo?

–Totalmente. Defendemos nuestra posición como la defendimos siempre. Nunca dejamos que ningún sello nos impusiera nada. Es más, con Opa desechamos un contrato de muchos dólares, porque nos querían poner un productor adentro del estudio para decirnos lo que teníamos que hacer. Directamente mandamos a cagar a la compañía y al productor. Yo sólo necesito un plato de arroz, una catrera para apoliyar... no necesito venderme para tener dos camas.

–Es muy hippie eso...

–Pero loco, yo defiendo mi música. Es más, para los cuatro es muy importante no complacer a nadie.

–Se nota bastante en el nuevo disco. En general, las canciones no suenan a los Shakers originales. Melódica y rítmicamente es distinto.

–Pasaron 40 años y es imposible hacer aquello. Igual, en el show hacemos temas viejos. Nos gusta, pero no lo vamos a defender como caballito de batalla. Queremos laburar el material nuevo.

–Incluso, la versión de Rompan todo es muy diferente a la original. Tiene muchos arreglos, está más cargada, por así decirlo...

–Es menos rockera, es cierto. Es el homenaje y fue el único que grabamos. Nos pedían más, pero nos negamos. Queríamos ofrecer un nuevo sonido, una nueva onda. Ni los estudios, ni nuestras cabezas son los mismos. Estamos más deteriorados, más drogados (risas).

–Todo o nada y Volcanes aparecen, a priori, como dos composiciones que sobresalen del resto. ¿Está de acuerdo?

–Es probable. Todo o nada es de Hugo. El dirigió el arreglo, la ensayamos un par de veces y a grabar. No somos de ensayar mucho, tampoco somos estrictos. Las cosas se van agregando o quitando naturalmente. Yo he tocado en grupos que, si en algún momento de la canción no pasa tal break de batería o tal nota de la guitarra, te vuelven loco. Acá no. Tenemos un poco el espíritu del jazz, que es el de respetar lo que sucede en el momento. Si lo grabamos 20 veces más, suena siempre distinto.

–¿Y Volcanes?

–Es un tema de Pelín, con letra de Hugo. Pelín tenía bocetos hechos en la casa, los miramos todos y a grabar. Acá no hay pretensiones de elaboración. Se le dio por componerlo una tarde y ahí lo terminamos.

–¿La intención es continuar o se trata de un retorno pasajero?

–Depende de las actuaciones. No tenemos la aspiración de seguir diez años... tocaremos mientras alguien lo pida. Laburaremos un par de años, seis meses, dos meses, no sé, y después volveremos a lo nuestro.

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