LA FICHA
La todopoderosa beatlemanía de mediados de los ’60 atrapó a Hugo y Osvaldo Fattoruso, que hasta ver A hard day’s night no habían salido de promisorias jam sessions de jazz en clubes de Montevideo. Junto a Roberto “Pelín” Capobianco y Carlos “Caio” Vila, fundaron el grupo que, sin dudas, mejor interpretó la impronta beatle en todas sus formas. Corría 1964 y la compañía EMI –interesada más en flequillos y trajes negros que en la música– se apresuró a contratarlos y amparó –de casualidad– uno de los mayores éxitos comerciales pero sobre todo musicales de la época: Break it all. A ese simple de 45 rpm y sonido perfecto, le siguió uno más “blando” –Keep Searching, de Del Shannon– y un larga duración homónimo que terminó por convencer a propios y extraños del talento del cuarteto, que superaba largamente la mediocridad imitativa imperante. Todos los temas de ese disco –menos Thinking– pertenecían a los Fattoruso brothers. Give me, For me for you y el orientaloide Don’t ask me love, entre ellos. Era 1965 y la shakermanía estaba a pleno. Al año, luego de algunos simples con covers de The Beatles (Yellow Submarine, Michelle) no tan lúcidos como las composiciones propias, apareció el maravilloso Shakers for you. Allí el cuarteto insistió con la fórmula beat, pero de a poco fue introduciendo inquietudes. Buscando dificultades, Sonríe otra vez y el harrinsoniano Espero que les guste son verdaderas gemas –nadie lo hacía como ellos–. Y Siempre te esperaré revela que la bossa nova los esperaba a la vuelta de la esquina. El detonante definitivo fue el anteúltimo disco –el último, claro, es el reciente Bonus Track– La conferencia del Toto’s Bar. Trabajo multiestilístico y experimental que se transformó en material de culto para las bandas nacientes. A él pertenecen joyitas como la que da nombre al disco, Mi tía Clementina, Una forma de arco iris y una cuyo nombre prenunciaba lo que vendría: Candombe.
Nota madre
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