Jue 28.03.2013
espectaculos

ANA BELéN Y VíCTOR MANUEL VUELVEN A ACTUAR EN LA ARGENTINA

“Nos toca resistir, que no es lo mismo que aguantar”

La última vez que estos artistas españoles cantaron juntos aquí fue en plena crisis de 2001, que ahora ambos ven reflejada en su propio país. Presentarán el disco de ella, A los hombres que amé, en Rosario, Córdoba, La Plata y Buenos Aires.

› Por María Zentner

Ana Belén y Víctor Manuel forman, desde hace más de cuatro décadas, una pareja idílica que, a través de los años y a fuerza de ser consecuentes, se convirtió en representante de la canción española y en estandarte de una ideología. Hoy hablan desde la tranquilidad de haber sido leales a sus convicciones y de haber hecho siempre lo que quisieron, en la medida en que les fue posible. A pesar de que mantienen exitosas carreras en paralelo –ella como cantante y actriz de cine, teatro y televisión; él como compositor, intérprete y productor musical–, lograron encontrar ese punto en el infinito donde sus paralelas se juntan: el escenario. Un escenario en el que, según palabras de Ana Belén, son tal para cual. Allí donde los versos de sus canciones más emblemáticas, donde aquello de “busco una puerta, una salida donde convivan pasado y presente” se reinventa una y otra vez según cómo, cuándo y dónde sea interpretado. “Las canciones cobran un significado en un momento determinado, cambian según la situación que esté pasando el país en el que nos encontremos, donde haya más o menos libertad, más o menos democracia, más o menos estabilidad. Mutan. El público las recibe diferente y nosotros sentimos esa diferencia en cada show”, asegura Ana Belén desde Madrid, en diálogo telefónico con Página/12.

La pareja se prepara para reencontrarse nuevamente sobre el escenario. Esta vez, los convoca una gira que comenzará esta semana, con la que recorrerán la Argentina –harán funciones el 5 en el Orfeo de Córdoba, el 6 y 7 en el Círculo de Rosario, el 11 en el teatro Argentino de La Plata, y el 12 y 13 en el teatro Gran Rex—, y que los llevará también a Uruguay, Bolivia, Colombia, Costa Rica y Perú. La excusa para encarar nuevamente la carretera, aparte de repasar los grandes éxitos de sus repertorios, es la presentación de A los hombres que amé, última producción de Ana Belén, recientemente editada en América latina, donde hace versiones de temas de artistas como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Fito Páez, León Gieco, Chico Buarque y, por supuesto, el propio Víctor Manuel.

–Resulta inevitable reparar en el hecho de que una de las últimas veces que visitaron la Argentina, en noviembre de 2001, el país enfrentaba una crisis que tiene muchos puntos de contacto con la que se vive hoy en España...

Ana Belén: –Siempre he pensado que teníamos recorridos muy parecidos. Que los procesos que atravesaron nuestros países los pasamos paralelamente, sobre todo ahora que en España vivimos esta depresión, cosa que ustedes conocen tan bien. Creo que el pueblo argentino es muy fuerte y que ha dado muestras muy grandes de esa fortaleza a través de los años. No-sotros confiamos en que saldrían de esa gran crisis y finalmente lo hicieron. Desgraciadamente, ahora en España se vive una situación social bastante difícil y, sobre todo, económica. Siempre dije que no-sotros de repente nos empezamos a creer un país de nuevos ricos y en realidad todo era muy frágil. Ahora nos damos cuenta de que no era como creíamos. Y cuando todo un país se da cuenta, hay que ser humildes, “recoger velas”, como dice el dicho, y estar más atentos a los pequeños dramas que ocurren alrededor de uno. Aquí se desató una oleada de generosidad, de solidaridad, de gente en la calle, de no resignarse, de no querer esto que nos pasa, muy parecida a lo que pasó en la Argentina.

Víctor Manuel: –Las cosas van y vienen. En 2001, nos fuimos de la Argentina dejándolos inmensamente pobres para volvernos a un país supuestamente rico. Y ahora, más de diez años después, regresamos con las tornas contrarias, ¿no? Nos encontramos con que España se ha convertido en un país muy empobrecido donde se ha caído todo y la cultura cayó con él: el cine, el teatro, la música, el ballet, todo está por los suelos. Estamos tratando de hacer una travesía del desierto que no sabemos cuántos años puede durar. Ver a los artistas que se están reinventando, su manera de tratar con el público, de rever sus posibilidades económicas. De alguna manera, mucha parte de la profesión se está interiorizando que de esto no se vive, que hay que buscar otros trabajos alternativos y volver a esto los fines de semana o cuando se pueda. Es una situación dramática.

–En una entrevista que dieron poco después de los atentados a las Torres Gemelas, Víctor Manuel advirtió que, en cuanto a ataques terroristas, desde ciertas potencias “querían hacernos creer que hay horrores peores que otros”. ¿Podría extrapolarse ese concepto a las crisis económicas, en el sentido de que parecería que se viven de manera más cruenta según en qué país o región se desarrollen?

V. M.:–Claro. Tienen otra repercusión. La prepotencia europea, o del Primer Mundo, es la de mirar como por encima del hombro a otras democracias ya consolidadas o a países más jóvenes cuando están pasando por grandes problemas. Ahora, cuando nos llegan a nosotros, la gente está estupefacta. Porque el empobrecimiento llega a familias acomodadas o a la clase media, que es a la que destruyeron estos procesos, como ocurrió en México o en la Argentina. Pero que pase aquí en Europa, ¡la gente no se lo puede creer! Ver a personas revolviendo tachos de la basura, familias que hasta hace un par de años vivían cómodamente y mandaban a sus hijos a buenos colegios... A esto no estamos acostumbrados. Hay personas mayores que vienen de la pobreza absoluta, de pelear con uñas y dientes por sus derechos y por su futuro, y después hay una clase media que no ha absorbido ninguno de esos procesos porque, no digo que lo tuvieran todo hecho, pero sí que han tenido más facilidades que sus padres o abuelos para vivir. Es esta gente la que no se cree lo que pasa, que se ha quedado atónita ante la realidad del país. Y la tendencia global sigue siendo mirar paternalmente a estos países que han sufrido y sobrevivido a esos procesos sin aprender nada de ellos. Ahora nos toca a nosotros. Supongo que se empezará a cambiar la óptica de las cosas a partir de lo que estamos viviendo.

–Generalmente, los momentos de crisis fomentan la solidaridad entre los más perjudicados. ¿Perciben que esté pasando algo así en España?

V. M.: –Por supuesto. Lo ve uno a diario, en diferentes manifestaciones, solidaridad de quienes se vuelcan hacia los que tienen problemas más graves. Dentro del espectáculo, por ejemplo, hay artistas que están tendiendo a hacer las cosas más pequeñas, desde abajo del todo. Ya no se encaran grandes producciones, sino espectáculos mínimos, pero que tengan mucho interés artístico y que queden al alcance de la mayor cantidad de personas. Acá están comenzando a formarse pequeñas compañías de teatro que montan obras en departamentos particulares, en porterías, en lugares en los que antes no se pensaba que se pudiera hacer teatro.

–Teniendo en cuenta la poca y mala información que circula acerca de lo que realmente pasa en su país, ¿cómo colaboran ustedes a ese respecto desde su posición?

A. B.: –Lo que nos corresponde es hacer muy bien las cosas, tratar de ser un ciudadano más, estar atentos. Y, en el momento que puedes, y como afortunadamente tienes la posibilidad de que tu voz sea altavoz de lo que ocurre, poder utilizar esa pequeña ventaja para contarlo, decir lo que pasa: que la gente no está contenta, que ocurren todas estas barbaridades. Aunque al gobierno no le guste, hay que hacerlo. La gente sale a la calle casi cada día. Diferentes colectivos. Entonces, debemos salir a la calle como un ciudadano más y acompañar. Y decir “no, no nos resignamos”. Lo que nos toca es resistir, que no es lo mismo que aguantar.

Convicciones

“A mí me gustaría que la gente que tiene una edad, que ha trabajado tanto por conseguir lo que tenemos y que ha luchado de una manera tan generosa, que todos ellos pudieran tener una vejez tranquila, cubierta, sin grandes ahogos, y que sus nietos pudieran tener el trabajo para el que han estudiado. Ver cómo todos esos avances que se habían conseguido se van perdiendo poco a poco es sangrante, no hay derecho a que así sea”, dice Ana Belén y su voz suena caliente, con el fervor y la desesperación encendida de quien luchó y hoy ve cómo se esfuma parte de sus logros. La vida artística de esta pareja estuvo siempre emparentada con la firme convicción con la que sus integrantes defendieron su ideología. Durante los últimos estertores del régimen franquista, vivieron seis meses exiliados en México luego de que los acusaran de quemar una bandera española durante una representación en ese país. Más adelante, militaron clandestinamente en el Partido Comunista en España. Sufrieron atentados en su propio hogar (una bomba en su casa de Torrelodones, en las afueras de Madrid) y, aun así, no evitaron expresarse cada vez que pudieron. Son conocidos por colaborar activamente en causas por los derechos humanos y por su permanente preocupación por la situación de los países de América latina, región con la que mantuvieron una estrecha relación desde la época del exilio, en 1974: “Cuando supimos de la gran crisis que atravesaban en la Argentina luego del 2001, intentamos con otros músicos impulsar un concierto de solidaridad, que finalmente no se pudo llevar a cabo porque la televisión que iba a darlo se bajó. Pero sí que esa situación nos dañó un montón en su momento porque tenemos tantos amigos allí, tanto cariño acumulado que cualquier cosa que les pase, nos espanta”, la voz de Víctor Manuel a través del teléfono genera la misma sensación que la de su mujer: aplomo, solidez y una fuerza que traduce todos estos años en el camino.

–¿Consideran su éxito profesional en parte como un triunfo de sus convicciones?

V. M.: –Claro. Recuerdo una conversación que tuve hace muchos años con Julio Iglesias, que me decía que yo hubiera podido ser lo que hubiese querido, como diciendo que me había perjudicado a mí mismo por mis ideas. Le contesté: “¿A ti quién te ha dicho que yo no he sido lo que he querido?”. Es una elección que uno hace, una forma de vida, que tiene sus luces y sus sombras. Hay artistas sublimes que pasan por la vida sin romperla ni mancharla y es su elección, que es completamente válida. Yo estoy encantado de haber sobrevivido después de más de cuarenta años de mi trabajo opinando siempre lo que pensaba de lo que pasaba a mi alrededor.

–Ustedes fueron frecuentemente atacados por hacer visibles sus ideas, ¿creen que es posible la asepsia política en los artistas?

V. M.: –No, para nada, no. Al final, sólo son asépticos políticamente los de derechas, ¿no? Es una historia viejísima. Es infinitamente más cómodo no manifestarse. Si no dices lo que piensas, o tratas de escaparte políticamente, no pasa nada, nadie te pide cuentas. Pero si al artista le pasa algo por dentro, si quiere opinar, participar en lo que pasa a su alrededor, ¿cómo no va a hacerlo? Es completamente absurdo. Por otro lado, el poder es siempre muy celoso y trata de machacar a quien le lleva la contraria. Aquí pasó durante muchos años y sigue pasando. Soy absolutamente partidario en lo que digo y creo profundamente en ello. Hace muchos años comprendí que dedicarse a esto no significaba gustarle a todo el mundo. Para eso, hay un tipo de trabajo, de comportamiento determinado. Y lo otro es que te discutan y que muchos decidan que no eres santo de su devoción porque piensas de manera diferente.

A. B.: –Soy muy respetuosa de las ideas de cada quien. Que cada uno actúe y piense como elija. Me he cansado de oír y leer entrevistas de gente de la profesión que –aún ahora– dice: “Ay, no, no, por Dios, yo soy apolítico”. Creo que esa expresión es una fantasía, que no existe el ser apolítico. ¡Es imposible! Estar respirando es un acto político. Entonces, los respeto porque entiendo que hay quienes no quieren sentirse presionados, que no quieren que les hagan boicots. Es muy chungo, ¿eh? Que te insulten, te manden anónimos, que te pongan incluso una bomba en tu casa. Yo lo sé. Pero bueno, creo que tiene que ver con el carácter de cada uno y de la fuerza que tengas para aguantar los golpes o no.

–¿Volvieron a sentir presiones sociales o a tener problemas con la prensa después de la vuelta de la democracia en España?

A. B.: –Siempre hay una determinada prensa que es muy beligerante. Lo que nosotros llamamos “La Caverna”, que está siempre ahí, al acecho. Pero una ya está acostumbrada a eso. Más difícil que militar en el Partido Comunista estando vivo Franco... Después de eso, cualquier cosa que venga es, vamos, un paseo.

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