Miércoles, 12 de junio de 2013 | Hoy
FITO PáEZ PRESENTó SU NOVELA LA PUTA DIABLA
El cantante y compositor dio a luz su primera novela y la presentó en la Biblioteca Nacional. “Es una novela confesional, que ensaya cómo decir las palabras amorosas más directas y secretas sin que pierdan su lirismo”, señaló Horacio González.
Por María Daniela Yaccar
“Este es un momentazo”, dijo Fito Páez con ese tono de voz dejado y musical que lo caracteriza. Después de años de escribir canciones y filmar películas, el compositor debutó en la literatura a los 50 años. El lunes, en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, presentó La puta diabla (Mansalva), su primera novela. “Encontré una forma de expresarme que me hizo feliz. ¡Que la historia y la patria me lo demanden!”, juró al comenzar el acto en el que lo acompañaron Horacio González, Francisco Garamona, editor de la novela, y el poeta Martín Rodríguez, autor de la contratapa.
En un clima de camaradería, los acompañantes contaron de qué trata el texto, ofrecieron lecturas filosóficas y coincidieron en un punto: el tinte autobiográfico que detectaron en la historia de Félix Ure. Páez, al final, se rió de eso y ofreció unas palabras reveladoras acerca de la esencia de La puta diabla (o de su obra toda). El protagonista de la historia, que se llama así por Alberto Ure, es un cineasta y músico que conoce la fama, los excesos y el sexo frenético. En el segundo acto de la novela, Félix cae en desgracia y vive su resurrección. Otro ítem del que se habló mucho en la presentación fue sobre el ímpetu sagrado del texto.
“Publicar este libro fue un de-safío”, aseguró Garamona. El suyo es un sello alternativo. “Uno, por una cuestión generacional –el joven aparentaba unos treinta y tantos–, ha crecido escuchando las canciones de este hombre. Leí el libro con miedo. Uno tiene la seguridad de que Fito hizo todo bien...” Entonces, Páez lo miró con cara de “ojo con lo que vas a decir”. Pero para él sólo hubo elogios. “Nos fuimos metiendo en esa aventura narrada en La puta diabla con frenesí, alegría y fantasía”, concluyó Garamona.
Contó que le interesa publicar autores que “vengan de otros palos”, que no sean necesariamente escritores. “Esta novela es rara, viene de otro lado y tiene la frescura de una primera obra”, definió. Según comentó, el cantante le leyó la corrección de La puta diabla al oído. “Fue como un gran secreto”, deslizó, y el panel comenzó a bromear con Secreto en la montaña. “Bueno, al lado de La puta diabla, Secreto... es muy naïf. Como Fito es cantante y músico, sabía entonar cada frase. ¡Capaz que me engañaste la novela entonándola bien!”, cerró Garamona.
Luego fue el turno de Rodríguez, que en su momento repartía pizzas –así conoció a Páez– y ahora estaba ahí, incrédulo, sentado al lado del músico. Como Garamona, el autor de la contratapa, que tuvo un “vínculo fuerte” con el músico durante el período de escritura, dijo que sintió miedo al comenzar a leer el texto. Todo por culpa de la admiración. “Esta es una novela sorpresiva. Me acuerdo de una cena en la que yo era medio chaperona. Fito estaba presentando a la novia, estábamos comiendo los tres y se habló de la novela. Me dijo que era fuerte. Me entusiasmé. Habíamos tomado cerveza. Cuando me llegó la novela, le pedí a un compañero de trabajo que me imprimiera las 350 hojas. Cuando me senté a leer, le dije a mi mujer: ‘¿En qué lío me metí?’”
“La primera sensación fue de alivio: la novela me pareció increíble”, deslizó Rodríguez. “Es el evangelio de Páez. Se ubica en el centro para todos los que han escuchado sus canciones, visto sus películas o escuchado sus intervenciones políticas. El libro reubica todo su drama. Fito tuvo la muerte muy encima, no conoció a su madre, y eso lo volvió un poco religioso. Todos los que leerán la novela entenderán que habla de su vida. Un amigo me dijo que Fito ya escribió su biografía”, redondeó Rodríguez.
También para González la novela es religiosa y biográfica. “Trata de cuestiones amorosas, está en éxtasis y en autodestrucción permanente. Es una novela sobre la ciudad de Buenos Aires. La recorre una pregunta sobre el amor místico. De tanto en tanto aparece el tema de los perdidos en la ciudad, de las vidas errantes. Tiene el eco de todas sus canciones”, describió el director de la Biblioteca Nacional.
“Es una novela confesional que ensaya cómo decir las palabras amorosas más directas y secretas sin que pierdan su lirismo. Me da vergüenza decir las palabras que dice Fito”, confesó González, y la platea –conformada por gente de diferentes generaciones– le devolvió una carcajada. En las escenas de sexo, así como también en el género epistolar, el autor explora los límites del lenguaje. “Es una novela con mucho desenfado –continuó González–. Tiene los temas de la religión (la caída, la redención, el amor) sin ser religiosa.” Definió a Páez como “humorista trágico”, elogió cuestiones formales y la perspectiva política que se lee entre líneas. “En la segunda parte de la novela aparecen personas que viven en covachas en el Parque Lezama. Así podría ser Buenos Aires en 2050. Puse una fecha temprana para asustar. Fito se convierte en una suerte de Jesucristo partido, de estiércol”, apuntó el sociólogo.
“Esta novela pasa de un mundo elevado a un submundo donde están los efectos de una sociedad muy trituradora”, a esa cara de Buenos Aires con la que Páez no hace mucho se enojó. “Siempre se interroga al rock para ver cuál es su poética. Fito da una respuesta posible en el país de hoy, donde perviven injusticias, donde hay compromisos de distintos tipos, y un debate profundo y preocupante. Fito responde con esta novela, que es sobre el mensaje que proviene de las zonas más tenebrosas del alma humana y su redención por el amor”, concluyó González.
Al lado de los oradores esperaba un piano. Al final, Páez cantaría “La puta diabla”, tema que cierra su disco El sacrificio como bonus track. Pero antes brindó una reflexión. “Hay una idea en la novela que me interesa mucho, que fue mi motor en todos estos años con los amigos, los hijos, los plomos en los escenarios, las mujeres, con todo este revolcón que es la vida”, dijo el cantante. “Es la idea de máscara. Las personas somos muchas personas. Y eso, en vez de ser tomado con traumatismo, puede ser divertido, vital. Es una suerte de espacio que he intentado poner en escena todos estos años”, destacó el músico, el único que tomaba agua, mientras sus compañeros bebían vino. “Todos somos especiales, cada gesto es importante y todo es acción y espectáculo a la vez, sin que eso implique una herida en la idea sobre la pureza.”
Páez respondió, después, a la tensión creación-vida propia que los oradores le habían planteado. Un ejemplo alcanza: la mamá de Félix Ure se llama Margarita, igual que la de Fito. “Pueden decir que este texto es confesional. Pero tengo la posibilidad de decir que los volví a engañar. Félix Ure es una suma de muchos personajes que adoro: Cassavetes, Alberto Ure, Charly, Wilde... Me interesaba contar cómo las personas construimos lógicas pasionales que nos conducen a lugares insólitos. Posiblemente, en algún momento de la vida suceda algo que nos haga dar cuenta de que todo eso no sirvió para nada, que fue absurdo, y que todo estaba en un rinconcito de tierra con alguien que te abraza”, expresó Páez. “Posiblemente lo sagrado esté allí. En el abrazo, en mirarse, amarse y acompañarse.”
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