“Es difícil establecer de qué está hablando uno cuando hace música instrumental”, admite de entrada Hernán Crespo, que estrenará Puertos, su segundo disco, mañana a las 21.30 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 764). Después de la frase inicial, lo que hace este acordeonista y compositor es intentar resolver la dificultad, bajo una triple amalgama de sentido: migraciones + encuentros + despedidas. “Analizando mi camino, me doy cuenta de que las historias relacionadas con los movimientos migratorios son las que me atraen y las que cuento con mi música. Viviendo en Buenos Aires estamos rodeados de esa energía, dado que casi todos somos descendientes de inmigrantes y también es una ciudad que recibe a mucha gente del interior. El desarraigo y los movimientos están muy presentes en nuestro país. De esto está hecha mi música instrumental”, explica el músico.

Con Teresa Parodi y el quenista Marcelo Chiodi entre los invitados, Crespo grabó un disco que no sólo se relaciona con el chamamé (su sonido esencial) sino también con variadas músicas del Río de la Plata, el País Vasco, el norte argentino y Galicia. “Tanto el huayno como la saya y el candombe son músicas que aprendí a disfrutar y tocar con los grupos de Willy González y Pepe Luna”, amplía él. “Con la música de Galicia me unen mis orígenes y también toqué varias veces con la gente de la fundación Xeito Novo. Y con respecto al país vasco, fue la admiración por el acordeonista Kepa Junkera, que me llevó a grabar el tema ‘Berhueta’ con él, y luego tuve el placer de contar con su participación en el disco”.

Todo eso, bajo el influjo de músicos como Raúl Barboza, Chango Spasiuk, Isaco Abitbol y Tarragó Ros, entremezclados con Astor Piazzolla, los Beatles, Spinetta, Raúl Carnota y Keith Jarret, entre muchos otros. “Al ser de Buenos Aires, uno recibe influencias de distintos lugares y, si bien pasa que mi instrumento es el acordeón y muchos temas salen de ahí, también toco otros instrumentos, que me sirven para abordar las ideas musicales desde otro lado. Incluso, más incómodo, lo que genera sonoridades distintas y pasa por lugares que desde el acordeón no abordaría”, explica Crespo, para quien el río de su flamante disco tiene una relación directa con el tren, que simboliza el primero, llamado Andén. “Encontré un paralelismo muy fuerte entre el tren y el río, como elemento unificador, de comunicación y generador de historias. En Buenos Aires, a mi modo de ver, el que cumple la función inspiradora que cumple el río en el litoral no es el Río de La Plata, sino que son las vías del tren. Los viajes hechos en el Sarmiento, entre Haedo y Once, ayudaron mucho a inspirar mi música. Hay un universo de personajes y situaciones en el que el tren funciona como escenografía, pero también como un personaje más que genera poesía”, explica sobre una inversión singular: su chamamé, como habitante de la urbe, iguala trenes y ríos como fuentes de creatividad.

“El chamamé tiene una riqueza tal que permite sobrevolar sensaciones dispares que abarcan un amplio abanico que va desde la tristeza, pasa por la reflexión y llega al baile”, se explaya Crespo. “Lamentablemente, todavía hay gente que lo trata como un género menor por desconocer todos los matices que nos brinda, que no solo parte desde el río”, sostiene el músico, que compuso ocho de las doce piezas que pueblan el disco. El resto se reparte entre la mencionada de Junkera (“Berhueta”); “Camino de hormiga”, del tándem Ríos-Bernal; “Doce días”, de Iván Laxe”; y “El estibador”, de Barboza. “Son temas que me enamoraron. Con el de Barboza, por ejemplo, me llevé la linda sorpresa de que, luego de haberlo escuchado y de elegirlo para tocar por una cuestión de gusto musical, fui a ver cómo se llamaba y me encontré con que su nombre tenía que ver con el título del disco... Todo es por algo”, concluye.