Lunes, 24 de octubre de 2016 | Hoy
LA óPERA EL PRISIONERO, DE LUIGI DALLAPICCOLA, EN VERSIóN DE MICHAL ZNANIECKI
Se trata de una de las óperas más atípicas y geniales del siglo XX, que combina las formas tradicionales de la música italiana con el dodecafonismo. Podrá verse mañana y el miércoles.
Por Diego Fischerman
Un hombre en una prisión. Un hombre al que han torturado diariamente durante un mes. Un hombre al que anuncian que el día siguiente será quemado en la hoguera. Pero una puerta queda entreabierta y el prisionero escapa. Mientras lo hace, cobra conciencia del sufrimiento por el que ha pasado y piensa que no podría volver a soportarlo. Cuando sale de la prisión, se encuentra con el Gran Inquisidor, que lo abraza al tiempo que lo increpa por abandonarlo justamente en la víspera de su salvación.
No hay peor tortura que la esperanza –y su pérdida–, parece decir el conde de Villers de L’Isle Adam en el cuento que Luigi Dallapiccola tomó para escribir Il Prigionero, una de las óperas más atípicas y geniales del siglo XX. La atipicidad tiene que ver con la combinación entre formas tradicionales de la música italiana (ballata, aria, ricercare) con el dodecafonismo y de este sistema, tenido habitualmente como frío y cerebral, con una expresividad paralizante. Escrita entre 1944 y 1948, y estrenada en la Radio Italiana de Turín, en versión de concierto, el 1° de diciembre de 1949, esta ópera volverá a tener funciones en el Teatro Colón –mañana y el miércoles, en ambos casos a las 20–, en un programa doble que incluye también Vuelo de noche, la obra escrita por Dallapiccola sobre el texto que Antoine de Saint-Exupery escribió en el edificio de la Galería Güemes, en Buenos Aires.
“No pensé en el terror ni en las prisiones argentinas, en un comienzo”, dice Michal Znaniecki, director de escena de esta puesta. “Pensaba más bien en Polonia. Partía de lo que conocía. Pero entonces los cantantes, los que participan en la ópera, me decían ‘esa es también nuestra historia’”. Tal vez el totalitarismo y la violencia se parezcan en todas partes: la Inquisición, el estalinismo, la dictadura militar en la Argentina, y lo que se vea en escena acabe resultando muy cercano para el público de Buenos Aires. El plan inicial del director había sido unir ambas óperas a partir de una cierta concepción del espacio escénico: muy abierto en Vuelo de noche y muy cerrado en El prisionero. Acabó, claro, siendo otra cosa: una especie de pesadilla circular que contamina y oscurece todo lo que se le acerca. La dirección musical es de Christian Baldini, la escenografía de Luigi Scoglio, la iluminación de Bogumil Palewicz, y la coreografía de acróbatas y bailarines es de Diana Theocharidis. Los papeles principales, en Vuelo de noche, estarán representados por Víctor Torres, Carlos Ullán, Simona Fabien y Daniela Tabernig; mientras que en El prisionero los protagonistas serán Adriana Mastrangelo, Leonardo Estevez y Fernando Chalabe.
“En Vuelo de noche es el espacio de un aeropuerto, con los cantantes casi en proscenio. La cárcel de El prisionero es abstracta. Es una locura y una cosa perpetua; cada vez que cree que está libre, descubre que no es así. Esa idea, que viene desde el cuento del conde de Villers de L’Isle Adam, llega incluso hasta Game of thrones, en la tortura de Theon Grevjoy. He creado una situación de espacios nuevos cada vez que acaban siendo siempre la misma celda. Cada escena empieza con el final de una nueva tortura y siempre todo comienza nuevamente. En el final, cuando él sale por única vez, es el propio Teatro Colón el que se convierte en la prisión. En última instancia, la pregunta o la denuncia del prisionero nos alcanza a todos. Porque quizá todos estamos en un cubo loco, en una prisión donde todo recomienza, y creemos que tenemos una libertad que no tenemos. El mundo de hoy no es distinto de esa prisión. Uno lo ve con el gobierno actual en Polonia, que es absolutamente antidemocrático y pretende terminar de un plumazo conquistas de muchos años. O lo que sucede en Budapest. Todo el surgimiento de la nueva derecha en Europa hace pensar en esa esperanza que nos hacen creer que tenemos pero en realidad está muy lejos de ser real”.
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