Viernes, 24 de noviembre de 2006 | Hoy
JUAN CARLOS BAGLIETTO PRESENTA NUEVO DISCO EN EL GRAN REX
Tras ocho años alejado del escenario, el músico mostrará las canciones de Sabe quien... Y admite que, a pesar del historial que lo respalda, el regreso es como “rendir examen”.
Por Karina Micheletto
La sala de ensayo donde Juan Carlos Baglietto replicó un escenario completo, con luces y todo, es una joya perdida en el barrio del Once. El teatro del colegio San José, que en breve comenzará a ser restaurado y reabierto, guarda glorias de otras épocas, que no se adivinan desde la puerta de metal de la entrada. Desde allí Baglietto ajusta los detalles para la presentación de su nuevo disco, Sabe quien..., que concretará hoy a las 22 en el teatro Gran Rex. Hacía ocho años que el rosarino no encaraba un proyecto solista. Y este “volver a salir a la superficie”, como anuncia con algo de preocupación el músico, tiene doble riesgo: el disco, que estuvo listo recién ayer, será presentado antes de ser distribuido comercialmente. “Me decían que esperara hasta marzo, pero venía con un embale bárbaro y no podía esperar, soy muy ansioso. Va a ser raro, porque la gente no va a conocer la mitad de los temas del concierto. Toda una prueba”, anuncia el compositor.
El nuevo disco de Baglietto se nutre de la música y la poética de autores como Jorge Fandermole, Fernando Cabrera, Rubén Blades, Jairo, Javier Ruibal, Adrián Abonizio y Roque Narvaja. Lo acompañan músicos como Lucho y Martín González, Víctor Carrión, Cristian Judurcha, Ernesto Snajer, Federico Vila y Juan Pablo Rufino, entre otros. El último trabajo solista del rosarino había sido Luz quitapenas, de 1998. Después de eso se había dedicado de lleno a distintas producciones con Lito Vitale, con quien formó un dúo duradero, y a mantener su empresa de luz y sonido para conciertos y eventos. Ahora, además de recordar con una mezcla de asombro y alegría la postal que este año vivió en el Festival Pepsi Music, cuando se presentó como parte del proyecto que celebró los 40 años de rock nacional Escúchame entre el ruido, ¡y el público hizo pogo con su versión de “Ji Ji Ji”!, se prepara para “la vuelta”. “Yo sé que este regreso va a ser un tanto complejo, que tengo que rendir examen, volver a salir a la superficie”, asegura.
–¿De verdad se siente dando examen?
–Algo así. Pero también sé que hay mucha gente que me aprecia y espera que haga cosas. Y gran parte del mérito de haber llegado a hacer este disco tiene que ver con esa gente que todo este tiempo me estuvo alentando. Y que estuvo repitiendo la pregunta incómoda: ¡¿por qué no te dejás de joder con los faroles y volvés a cantar?!
–¿Y por qué estuvo tanto tiempo dedicado a los faroles?
–Cuestiones de la cabeza, personales. Uno en general les escapa a las cosas que le asustan un poco, y pone su energía en cosas que le asustan menos. Y grabar discos, por lo visto, a mí me asustaba... no sé, me generaba presiones mayores. Además, estoy convencido de que éste es un trabajo en que tenés que estar absolutamente concentrado. No se puede hacer de taquito, ni “mientras tanto”, ni “además de”. Y yo estoy en muchas cosas a la vez, mi vida está compuesta de dos o tres actividades relacionadas, pero diferentes. Durante algún tiempo le escapé a esta actividad que implicaba un compromiso mayor. Ahora me dieron ganas de volver. Y volví a sentir el gustito a buscar los temas, armar la nueva banda, ensayar y acostumbrarme a los escenarios en solitario.
–Con las luces y el sonido estuvo poniendo menos el cuerpo.
–Sí, a pesar de que le pongo bastante el cuerpo a ese tema. Pero tengo un grupo de gente que trabaja y lo hace bien, y sabe más que yo. Descanso en ellos.
–Pero lo que hizo con Lito Vitale también lo mantuvo en los escenarios durante este tiempo.
–Sí, lo que pasa es que, salvo alguna que otra presentación para cosas especiales, como el concierto para el hospital Garrahan o los eventos privados, dejamos de tocar hace casi tres años, antes de que yo me dedicara a jugar a ser actor en El principito. Desde el ’98 que no grabo un disco solo. Eso es mucho tiempo.
–¿Cómo aparecieron las canciones de este disco?
–Fue importante la ayuda de Lito Vitale, porque tuve muchas idas y venidas hasta llegar a la grabación y él me ofreció su ayuda totalmente generosa para producir este disco. Lo llamé para decirle que sí y fue como llamar al psicólogo: sí, ayudame, solo no puedo. Después, los temas fueron ensayo y error. Empecé a buscar, probé, descarté... fueron apareciendo, salieron de distintos sitios, algunos venían guardados desde hacía un tiempo. Cuando escuché por primera vez el disco Mundo de Rubén Blades, por ejemplo, fue un antes y un después, y supe que el tema “Parado” tenía que ir. Son todas canciones simples, pero hermosas.
–¿Por qué dice que son simples?
–Son canciones que no necesitan mucho más de lo que tienen, no son complejas, intrincadas, difíciles de escuchar. Eso es lo que yo siento. Claro que no anduve echando mano a recursos simplistas, pero no por eso son canciones herméticas. Los arreglos están puestos al servicio de lo que se está diciendo, no hay una competencia para demostrar que tocamos mucho. Para hacer un paralelo con un ejemplo de poesía maravillosa, el Fander no utiliza vocablos rebuscados, pero tiene la capacidad de combinar las palabras de una manera... No es complejo de entender “no se calma la sed con agua marina”, pero es de una belleza maravillosa.
–Durante este tiempo de “retiro solista” que vivió, ¿cómo cree que evolucionó la canción en la Argentina?
–Hay un montón de gente que escribe buenas canciones y otro montón que escribe barrabasadas. Eso sigue igual. Pero pude descubrir a cancionistas que me gustan mucho, Jorge Drexler, Lisandro Aristimuño, Javier Sánchez, un autor que grabé en este disco, esa gente que pertenece a una movida de la nueva canción. No sé si hay nuevas canciones, pero sí un nuevo formato de tratamiento de canciones. Ese formato muestra un respeto mayor por el entorno inmediato, busca estar más cerca. Hoy hay una inquietud mayor por escudriñar alrededor nuestro. No era así cuando yo era joven.
–¿Y cómo era?
–Nosotros estábamos muy preocupados por mirar más lejos. Nos quedábamos mucho en el rock, en Led Zeppelin. Era una cuestión de época, pero creo que la evolución fue muy sana. Hoy hay una revalorización de la música de nuestros antepasados. Antes era difícil que un músico joven, como Aristimuño, tuviera una visión hacia la milonga, por ejemplo. Ahora eso pasa naturalmente, no es una imposición.
–Sin embargo, usted formó parte de un movimiento regional, rosarino.
–Sí, pero justamente, una cosa distintiva que tuvimos los de aquella movida de Rosario fue que teníamos una visión un poquito más hacia el río, hacia el interior. Probablemente por eso terminó siendo una trova con nombre propio, un movimiento, porque tenía ese mínimo rasgo distintivo.
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