Jueves, 21 de diciembre de 2006 | Hoy
OSVALDO BAYER Y LA LUCHA POR LOS DERECHOS HUMANOS
El escritor y periodista es el eje de Ventana a la Plaza de Mayo. Las Madres y Osvaldo Bayer, el libro en el que se reproducen sus columnas para el periódico de la agrupación.
Por Oscar Ranzani
El 18 de junio de 1976 Osvaldo Bayer se exilió en Alemania. Unas horas antes, recibió un mensaje amenazante del brigadier Santuccione en el aeropuerto de Ezeiza: “Usted jamás va a volver a pisar el suelo de la Patria”, le dijo. Por suerte o mejor dicho, por justicia del destino, se equivocó: Bayer regresó al país el 22 de octubre de 1983, días antes de las elecciones presidenciales. Fue en el exilio que se enteró de “que habían salido unas mujeres a Plaza de Mayo, que eran madres de desaparecidos y ahí vi como una especie de luz en el cielo negro”, recuerda. En Alemania conoció a las Madres que visitaron ese país en el marco de su lucha por la defensa de los derechos humanos y trabó con ellas una amistad indestructible. Bayer recuerda que las Madres eligieron como residencia su humilde departamento de Berlín antes que un lujoso hotel. “Yo les cocinaba pollo al horno con papas”, recuerda, antes de comentar que, una vez que regresó a la Argentina, comenzó a colaborar en el Periódico Madres de Plaza de Mayo, a través de una columna bautizada “Ventana a la Plaza de Mayo”, donde tomaba posición con respecto a “la política de derechos humanos de Alfonsín”. Bayer sostiene que fue uno de los tantos “que luchó por los presos políticos que mantuvo Alfonsín y que nadie recuerda este episodio. Una cobardía, una falta de coraje civil tremendo”, fustiga. “El mantuvo presos a los detenidos de la dictadura que habían permanecido en cárceles y que habían sido condenados por la ‘Justicia’ de la dictadura”. El columnista de Página/12 destaca que luchó junto a las Madres por la libertad y que, incluso en una oportunidad, la actriz Liv Ullmann los acompañó en una visita a los presos políticos.
Bayer escribió en dos etapas del periódico esas Ventanas por las que se asomaba a la realidad histórica y política: 1984-1993 y desde 2003 a la actualidad. Ahora, Ediciones de Madres de Plaza de Mayo acaba de publicar el libro Ventana a la Plaza de Mayo. Las Madres y Osvaldo Bayer, donde se reproducen sus 57 columnas; sus compiladores son Fabián D’Aloisio y Bruno Nápoli, docentes de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo. Además, Nápoli y D’Aloisio escribieron cinco capítulos del libro que contiene palabras de presentación de Hebe de Bonafini y un epílogo de Horacio González. Los dos primeros capítulos tienen un componente histórico y reconstruyen la relación de Osvaldo Bayer y las Madres, en el exilio. Los dos siguientes adquieren un carácter conceptual y relacionan la obra de Bayer con conceptos de Emmanuel Lévinas y Ernst Bloch para dar cuenta de la genealogía de su escritura y su construcción discursiva. El último relata de modo explicativo cómo era “Ventana a la Plaza de Mayo” en las dos etapas del periódico.
–Cuando comenzó a escribir en el periódico la democracia no tenía la fortaleza de hoy. ¿Cómo analiza el rol que tuvo el periódico desde entonces?
–Fue un periódico señero porque marcaba líneas, tenía una claridad absoluta en cuanto a lo que había que hacer, no como hacía Alfonsín en su política, que cambiaba todo para no modificar absolutamente nada. Y esa política va a terminar bien clara con la obediencia debida y el punto final. Ellos se precian de haber hecho el juicio a los comandantes. Pero, ¿quién impulsó y empujó a eso? Otros se olvidan de que Alfonsín inició el juicio a los militares pero encargó a los tribunales militares que hicieran el juzgamiento, que inmediatamente los dejaron libres de culpa y cargo. Los organismos de derechos humanos, principalmente las Madres de Plaza de Mayo, lucharon y finalmente lograron ese primer juicio. Todos tendrían que haber sido condenados a prisión perpetua. Después fueron a una cárcel pero en un apartado donde estaban en chalet con jardines, donde podían recibir todos los días a sus familias. Nada que ver con la prisión como se lo merecían.
–En la presentación del libro se señala que desde la “Ventana...” usted mira a las Madres. ¿Cómo las observa a lo largo de todos estos años?
–Las observo y las sigo en su lucha. No tengo ningún derecho a criticarlas. Ellas hicieron la epopeya femenina más grande de nuestra historia. Y va a quedar. Esto ha quedado para el orgullo de los argentinos. Así como para vergüenza de los argentinos va a quedar lo que en Europa se llama “la muerte argentina”, que es la desaparición de personas, con el robo de niños, con el arrojar prisioneros al río, etcétera. Yo las voy a seguir, nunca he intentado darles línea. Las he acompañado porque sé el dolor profundo de ellas al perder a sus hijos. He estado siempre con ellas en las marchas. Por supuesto, soy un hombre independiente, no soy quién para criticarlas. Ellas hicieron la verdadera revolución y yo no hice ninguna.
–¿Qué se propuso desde el periódico con las columnas?
–Cuando me pidieron que colaborara yo me propuse principalmente tratar temas históricos y denunciar las grandes mentiras, cómo se ha mentido en la historia oficial pero también cómo se mentía en la política de derechos humanos y en la política de lo que tiene que ser una verdadera democracia. También preguntarme por qué tanta crueldad en la Argentina. ¿Por qué se llegó a ese extremo de la desaparición de personas, de la tortura bestial? Y por qué tenemos monumentos a los dictadores. Parece mentira pero tenemos un monumento nada menos que a Uriburu, el primer golpista que volteó a un gobierno elegido por el pueblo. El monumento más grande de la ciudad de Balcarce es al golpista Uriburu, fusilador de obreros. Hay treinta y seis monumentos a Roca, un genocida absoluto, el que reimplanta la esclavitud en la Argentina. Aprueba la ley más cruel de la legislación argentina sobre la expulsión de extranjeros. La crueldad estaba en que se expulsaba solamente al hombre y se dejaba acá a la mujer con sus niños sin ninguna entrada. Decían que en eso había sido muy pícaro Roca. No: había sido cruel. Lo hacía para que las mujeres con hijos les dijeran a sus maridos: “No te metas en el sindicalismo porque si no te van a expulsar y yo me voy a quedar sin ninguna entrada para darles de comer a nuestros hijos”.
–¿Cómo analizó a través de sus Ventanas el comportamiento de la sociedad frente al genocidio?
–Siempre lo he analizado como una gran cobardía; principalmente, nuestra clase media. Por supuesto, la clase alta siempre fue colaboracionista de las dictaduras. Lo mismo la Iglesia Católica, salvo algunos mártires como dos o tres obispos y otros sacerdotes desaparecidos. Por ejemplo, no tienen explicación los festejos del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 y tampoco el apoyo a la guerra de Malvinas, que fue absolutamente artificial. Jamás he dicho “los héroes de Malvinas” sino que he hablado siempre de las víctimas de Malvinas que es toda esa juventud muerta en la guerra.
–¿Qué marcas dejó el exilio en esos escritos?
–La enorme enseñanza de lucha. El exilio argentino hizo más publicaciones en el exterior que el exilio alemán contra el nazismo. Estamos orgullosos de eso. Estamos orgullosos de los periódicos que hicimos. Y siempre, en ese sentido, tengo que nombrar a Cortázar y a Osvaldo Soriano que publicaban tal vez el principal periódico, Sin censura, en París, con el cual yo siempre colaboré con notas. Cuando volvimos, seguimos con el trabajo en la defensa de los derechos humanos. Nos sumamos a los organismos.
–¿Qué significa formar parte del periódico de Madres de Plaza de Mayo?
–Un orgullo. Una especie del placer de la verdad, del placer de luchar por la vida, el orgullo de saber que lo hacemos en beneficio de los que peor están en la sociedad, de los que sufren más, y que nuestra voz es justamente alertar sobre eso. Y decir, fundamentar, que la democracia tiene que traer la felicidad para todos y no para un sector de la sociedad y conformarnos. Se nos quiere hacer creer que la democracia es solamente elegir candidatos cada dos años y eso no. La democracia tiene que ser el respeto a los derechos y a la igualdad de todos.
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