LA “DRAMATURGIA FOTOGRAFICA” DE FERNANDO RUBIO
Una pregunta a quemarropa para pensar en el mejor de los momentos de una vida
Discípulo de Norman Briski, Fernando Rubio es actor y artista visual. Su proyecto Hablar. La memoria del mundo se presenta en el Festival con una muestra de fotos que se inaugura hoy en el Malba, pero además incluye una película, una obra de teatro y un libro.
Por Silvina Friera
¿Qué es lo más bello que hiciste en tu vida? La mirada de Luis Emilio Segundo, “un actor genial”, esquizofrénico, que Norman Briski “rescató” del Hospital Borda, condensa una tristeza que se revela infinita dentro de la finitud del retrato. Esa imagen provoca perplejidad porque fue capturada en el momento en que respondió esta pregunta sobre lo bello con una singular y conmovedora evocación: “Acariciar a mi perra Brisa y ver sonreír a mi papá antes de morir”. El dramaturgo, actor y artista visual Fernando Rubio empezó su ambicioso proyecto de dramaturgia fotográfica Hablar. La memoria del mundo en 2002 con esta fotografía. Hoy acumula unos 600 retratos cerrados sobre los rostros, con primerísimos planos a color, de muchos seres anónimos que se prestaron a la experiencia –mendigos, desocupados, prostitutas, amas de casa, jubilados, profesionales, taxistas, docentes, buscavidas, empleados y estudiantes– y otros no tanto, como las actrices Dolores Fonzi, Bárbara Lombardo y Juana Viale; los músicos Emanuel Horvilleur y Joaquín Levinton; los directores de teatro Mauricio Kartun, Alejandro Tantanian, Pompeyo Audivert y Eduardo Pavlovsky y la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, entre otros.
Hablar. La memoria del mundo es mucho más que un archivo fotográfico, que incluye los relatos de las personas que respondieron a la pregunta ¿qué es lo más bello que hiciste en tu vida? De esa matriz se desprende una instalación –que se puede visitar de jueves a domingo en la Torre Monumental (Av. del Libertador 49), con entrada libre y gratuita, en el marco del V Festival Internacional de Buenos Aires–, la publicación de un libro (Interzona) con 90 de las 600 fotografías, que se presenta hoy (miércoles 21 de septiembre) a las 19 en el auditorio Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), la filmación de una película, que arranca en noviembre con producción de Gastón Pauls, y el estreno de una obra teatral, Un niño ha muerto, para el próximo año. Rubio cuenta que todo empezó cuando estaba en la calle y vio a un mendigo que tenía la ropa sucia, rota, y casi no podía caminar. “Lo miré y comencé a imaginar que, seguramente, hasta que terminara su vida todo iba ser igual o peor para él”, dice el director en la entrevista con Página/12. “Me pregunté qué sería lo más bello que hizo en su vida. Y ese hombre se fue y nunca más lo volví a ver, pero no dejé de pensar en él. A la semana hice la primera foto.”
Rubio, que en 1999 fundó junto a su maestro Norman Briski el grupo de teatro político popular Brazo Largo, confiesa que le molestan las ideas espectaculares que convierten al espectador en un número o una posibilidad económica. “Cada vez más se pierden las relaciones humanas cuando se construye una obra visual o dramática”, subraya el autor de Todo cerca. Mientras grito en silencio, que recientemente obtuvo una mención en el Premio Germán Rozenmacher. “Cuando arranqué con este trabajo me di cuenta de que la historia y la memoria prescinden de la mayoría de los hombres.” Rubio, entonces, optó por incluirlos, con toda la carga gestual que ha suscitado la pregunta filosófica-poética: ¿qué es lo más bello que hiciste en tu vida? “Hay una idea de lo que significa la memoria, todo lo que puede quedar guardado o conservado de tal o cual historia, y en esa posibilidad vital hay algo que está muerto –explica Rubio–. La imagen quieta es una asociación directa con lo que ya no es ni va a ser y con una situación de pérdida que es lo que más me provoca.”
Rubio señala que una mujer, un mes después de que le había hecho la pregunta y la foto, le escribió a su dirección de e-mail y le dijo que hacía un mes que no podía parar de pensar todos los días porque lo que había respondido no era cierto y que había algo que ella no podía encontrar. “Me parece que ahí está lo que busco: cómo intervenir directamente en la vida de las personas –asume el dramaturgo–. Me interesa generar un movimiento en los momentos y en los lugares menos esperados, construir la obra donde habitualmente no se construye, tomar el espacio cotidiano, el espacio de no representación.”
–¿Y usted se preguntó qué es lo más bello que hizo en su vida?
–Hay una relación directa con esa idea dramatúrgica que tengo de cuestionar el tiempo, incluso también si es posible que una pregunta así pueda ser contestada. Por eso no respondo. El último texto del libro tiene solamente la palabra silencio, una palabra que aparece todo el tiempo en los textos dramáticos. Mi lugar dentro de la obra es buscar que otros hablen. Me parece que perdería algo muy esencial si yo integrara este trabajo. Si bien puede haber muchas respuestas posibles, también el silencio es la mejor manera de encontrarse con esta pregunta.
Marta Elisa González es mendiga y ciega. Lo más lindo que hizo fue a sus cuatro hijos. “Como mujer, como madre, como persona discapacitada no los abandoné, los crié. Pero trabajo no tienen, así que tengo que seguir pidiendo para comer.” Marcos Alex no sabe la edad que tiene, pero toca el acordeón por las calles de Buenos Aires y dice que lo más bello fue jugar al fútbol; el arquitecto Tomás Casares dice que “explotar de risa” y para el cantante de Turf, Joaquín Levinton, “bucear, nadar en el mar muerto”. Julia Cartasso es una ama de casa que, con los ojos cerrados, cuenta que ese momento bello fue cuando empezó a escribir un libro A Dios, la vida que tu me diste, que rompió antes de terminar. Hebe de Bonafini revela que, además de sus hijos, amamantó a otros chicos porque le sobraba leche. “Con mi segundo hijo, en 1953, llegó la epidemia de polio, y a la otra beba que yo le daba la teta le agarró poliomielitis... Y tuve que elegir a quien le daba, yo me estaba quedando sin leche, y elegí darle a la bebita que estaba muy enferma. Me parece que es una cosa muy bella poder elegir. La beba se salvó, quedó con dificultades para caminar, pero estudió y se recibió de médica, y mi hijo creció sano y fuerte y se hizo revolucionario. Es la primera vez que lo cuento.”
–¿Le importa que las fotos y los textos cuenten una historia en momentos en donde tanto en la literatura como en la dramaturgia la idea de contar algo es un tanto despreciada?
–Sí, hay un pensamiento en torno al lugar que ocupa la literatura y el arte con una pregunta que está construida a partir de una palabra como bello, que casi no se utiliza coloquial y literariamente. Quiero volver a recuperar las historias, la palabra, ese lugar que se imagina perdido y que mucha gente del arte trabajó para denotar esa pérdida, que me parece una idiotez suprema. Esta obra se construye todo el tiempo, la temporalidad es infinita, es hasta que yo quiera, algo que el espectáculo muchas veces no me lo permite.
–¿Cómo explica la tristeza en las miradas de la gente cuando se le pregunta por algo bello?
–El ser humano está muy desolado y pensar en algo sobre lo que nunca pensó, pero fue o es lo más importante de su vida, es muy duro: saber que eso que se recordó ya no se va a repetir o no va a volver. La respuesta comprueba la fragilidad humana, pero también las imágenes están impregnadas con mi mirada y hay algo de mi tristeza, evidentemente, en estas fotografías.
–¿Por qué?
–Hay muchas cosas que me marcaron de chico y que tienen que ver con la muerte. Mi mamá estuvo gravemente enferma cuando yo tenía cinco años y tuve que vivir un tiempo con una tía. Cuando me traían del colegio, mi mamá siempre me esperaba en la esquina, pero una tarde no apareció. Mi mamá mejoró, pero cada vez que volvía de la escuela pensaba que ella no iba a estar y no se lo decía a nadie. Y a los 14 años se murió mi mejor amigo. Recién ahora me estoy reconciliando con el hecho de estar vivo. El mayor sentido de lo vital está en esa conciencia de la muerte, que hay que aprender a dominar para no enloquecer y vivir mal. El ser humano, con sus imperfecciones, con sus derrotas, con sus tragedias y miserias es maravilloso. En ese trabajo estoy, de alguna manera, peleando contra el tiempo, contra lo que se va a perder, contra la muerte.