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Domingo, 18 de marzo de 2007

EL DIRECTOR FRANCES LUC BESSON HABLA DE “ARTHUR Y LOS MINIMOYS”, SU DEBUT EN LA ANIMACION

“Tenía ganas de comunicarme con los niños”

El realizador de Nikita y El perfecto asesino trabajó durante cuatro años en un film para chicos que utiliza simultáneamente actores y técnicas de animación. “Los chicos son mucho más abiertos que los adultos, no tienen prejuicios”, afirma, de visita en Buenos Aires.

 Por Oscar Ranzani

El realizador francés Luc Besson produjo un cambio sustancial en su filmografía al apartarse del cúmulo de violencia condensada en películas como Nikita o El perfecto asesino para destinarle un espacio a la ternura: Arthur y los minimoys se trata de una película que combina la animación con actores reales y que apunta tanto a chicos como adultos que disfruten de una historia con mensaje. Además de ser el director, Be-sson también produjo este ambicioso largometraje que sólo en Francia fue visto por seis millones y medio de personas. Arthur y los minimoys fue, en un principio, una novela escrita por el propio director que adaptó al lenguaje cinematográfico, compartiendo la elaboración del guión con Celine García. “En este caso, el director no traicionó al autor”, dice Besson socarronamente durante la entrevista con Página/12 en Buenos Aires, donde vino a presentar la película que se estrenará el 5 de abril en nuestro país.

Arthur y los minimoys es uno de los grandes emprendimientos del cine de animación europea: contó con un presupuesto de 65 millones de euros, insumió 60 mil horas de trabajo, 100 dibujantes y se crearon 20 millones de imágenes. Besson ya escribió cuatro libros de la saga Arthur (los dos primeros Ar-thur y los minimoys y Arthur y la ciudad prohibida sirvieron de base para la película) y tiene pensado adaptar a la pantalla grande la segunda y tercera parte de esta historia literaria: Ar-thur y la venganza de Maltazard y Arthur y la guerra de los dos mundos. De manera que los rumores de su retiro como cineasta por ahora están lejos de ser una realidad.

Si bien la realización fue muy compleja, la trama es bien simple: Arthur –protagonizado por Freddie Highmore, el chico de Descubriendo el país del Nunca Jamás y Charlie y la fábrica de chocolate– vive junto a su abuela (Mia Farrow) en una casa rodeada de naturaleza y misterio. Arthur está maravillado con un viejo libro mágico de su abuelo, quien desapareció misteriosamente hace cuatro años. Fascinado con su lectura, se da cuenta de que su abuelo dejó claves sobre un tesoro que estaría en el fondo de la casa. O mejor dicho, debajo de ella, donde habitan unos seres diminutos conocidos como Minimoys. Cuando Arthur se entera de que la casa de su abuela está a punto de ser rematada por una hipoteca, decide dar batalla para encontrar el tesoro. Para ello se internará en un mundo fascinante, mágico y desconocido donde habitan los nobles minimoys que viven amenazados por el malvado Maltazard.

Después que la ilustradora de la novela, Patrice García, le mostró un dibujo de Arthur, Besson decidió reproducir ese universo mágico en imágenes. “Me di cuenta de que había una cantidad de cosas que yo tenía ganas de decir sobre los niños y sobre la ecología y que nunca había expresado”, afirma.

–¿Se lo planteó como un homenaje a la infancia?

–Un filósofo dijo que el niño es el padre del hombre. Y creo que todo lo que hacemos, todas nuestras reacciones y nuestra sensibilidad de adultos la forjamos desde que éramos niños. Es el niño el que formó al adulto. Es un período que respeto mucho. En esta época cuando vemos cómo los adultos pelean por dinero o por petróleo destruyendo el planeta, no estoy seguro de que los hombres sean los mejores ejemplos del mundo. Los niños aún son buenos.

–La película muestra un mundo donde los niños controlan su propio destino y son capaces de hacer lo que sueñan. En ese sentido, ¿es una declaración de principios?

–Creo que los chicos son mucho más abiertos que los adultos. Tengo una hijita que en sus clases de colegio tiene compañeros chinos, japoneses, musulmanes, judíos. Ella no se ocupa de eso. No es un tema para ella. No le importa si son lindos, si son ricos o si es el hijo de tal o de cual. Son chicos con los que juega y está bien y eso es todo. Esto no ocurre casi nunca entre los adultos.

–¿Por qué se decidió que la película no fuera sólo de dibujos animados sino también con la utilización de personas y elementos de la vida real?

–Porque me interesaba mucho que se creyera enormemente en la historia. Yo quería que los chicos vieran un otro chico verdadero y un verdadero jardín y que puedan imaginar que tal vez esta historia es real. Porque cuando a un chiquito de cinco o seis años se le muestra un pingüino o una laucha que habla, él sabe que es falso, lo acepta y entra en la historia. En cambio, aquí yo quería partir de algo más realista.

–¿Cómo complementó las ideas que tenía y su trabajo con el de los animadores?

–Es sobre todo un verdadero trabajo de intercambio. Traté de no entrar nunca en la técnica y ellos tuvieron la amabilidad de no entrar nunca en la puesta en escena. Es un verdadero intercambio, dos o tres horas por día durante cuatro años. Al principio, es un poco difícil porque ellos son siempre muy introvertidos, pasan horas con la computadora y yo soy más bien extrovertido. Al principio era difícil: yo contaba chistes y nadie lo seguía. Un día tuve la buena idea de llevar una pelota de fútbol y les dije: “Bueno, basta. Apaguen cinco minutos la computadora y nos vamos a jugar al fútbol”. Después, funcionó mejor.

–¿Por qué filmó primero escenas con actores y después pasó a la animación?

–Hay distintas etapas. La parte de la filmación en vivo, con Fre-ddie Highmore y Mia Farrow, es como una película normal. La gente de 3D no estaba ahí. La otra parte es una filmación de ocho meses con actores de referencia, todos los mimimoys. Ahí tenía un actor para cada minimoy. Filmé todos los planos con verdaderos actores para que los animadores tuvieran sus referencias y ahí estaban todo el tiempo.

–¿Qué criterios se utilizaron para crear la fisonomía de los personajes animados?

–Primero, hay que elegir muy bien el actor de referencia, con el mismo cuidado que si fuera un actor que se va a presentar en imagen. Por ejemplo, la actriz joven que representó a Selenia, mucha de la emoción que se ve en la película es la emoción que la actriz dio. Entonces, después para los animadores era más fácil captar esto. Por eso, era importante que un verdadero director de cine con una verdadera actriz colaboraran con ellos.

–Los animadores se basaban entonces en los gestos reales para crear los personajes animados.

–Sí. Primero se creó el personaje como, por ejemplo, Arthur en 2D. Eso lo hicieron Patrice García y su equipo. Después de 2D lo pasan a 3D. Ahí hay cosas que cambian un poco. Luego, se lo pone en una especie de giradora para que el personaje esté muy bien desde todos los ángulos. Después, se hace el banco de expresiones: cada vocal y todas las expresiones en un banco como “contento” o “triste”. Después, se filman a los actores de referencia y luego los animadores toman las imágenes en 3D y lo hacen representar como el actor. Hay once capas de trabajo. Finalmente, se integra la verdadera naturaleza.

–Usted tuvo excelentes resultados con el casting de El perfecto asesino eligiendo a Nathalie Portman, que tenía tan solo once años. ¿Qué aspectos buscó en el casting del niño y qué le impresionó de Freddie Highmore?

–Es interesante que me hable de Nathalie Portman porque precisamente son dos impactos que tuve en mi carrera: el haber encontrado a estos dos chicos. Tuve mucha suerte dos veces. Es muy difícil encontrar chicos con tanto talento. Creo que Freddie Highmore va a estar ahí dentro de veinte años.

–¿Qué fue lo que más le impresionó de Freddie?

–Un actor adulto, puedo decir, capaz de expresar muchas emociones, por ejemplo. El actor busca en su pasado, en sus heridas y muchas veces tiene dificultad para volver a cerrar esto. Por eso, muchas veces los actores cuando no están actuando beben o hacen cualquier cosa. Es muy impresionante en Freddie cómo puede buscar en su interior, encontrar estas heridas, y cuando la filmación terminó, lo cierra y vuelve a ser un chico.

–¿Y qué tuvo en cuenta para las voces de los personajes animados? ¿Por qué era importante que hubiera artistas conocidos como Madonna y David Bowie?

–Porque son buenos. Lo que se busca primero es la voz correcta para cada personaje. La primera vez que mostré la película a periodistas me dijeron: “Recién al final cuando se ven los créditos nos dimos cuenta de que era Madonna porque no la habíamos reconocido”. Este es el mejor cumplido que podían hacerme a mí y a ella. Ella trabajó muy bien en la película. La voz de David Bowie es maravillosa, es perfecta para el personaje.

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