Domingo, 18 de marzo de 2007 | Hoy
MUSICA › ROGER WATERS EN RIVER
El ex Pink Floyd, en su segunda visita a la Argentina, deslumbró a las 60 mil personas que llenaron el Monumental. Tocó los clásicos de la banda en medio de un clima de respeto y admiración pocas veces visto.
“Buenas noches, bienvenidos”, fue el lacónico recibimiento que Roger Waters le ofrendó a su público, en una curiosa inversión de roles: en rigor era él, ex líder de Pink Floyd y leyenda absoluta del rock, el gran bienvenido de la noche en el estadio Monumental. Es probable, sin embargo, que el saludo de Waters obedeciera a una lógica de otra naturaleza, como la que se verificaría a lo largo del recital. La gente, 60 mil personas que esperaron durante años ese momento, fue la invitada de lujo dentro de un programa que no contemplaba su participación. La música de Pink Floyd monopolizó la atención de la fiesta-concierto que tuvo a Waters y a su banda como únicos protagonistas. El público “sólo” escuchó, abrumado por la música y por la puesta. Casi la antítesis del rock de estadios que abunda en nuestro país por estos tiempos.
Fue el tiempo, precisamente, el que pareció diluir su sentido anoche. El presente estaba garantizado por la perfección tecnológica, lumínica y escenográfica. El sonido envolvía literalmente la cancha de River. Pero las canciones de Waters invitaban a un verdadero “viaje” temporal, que no admitía coordenadas precisas. Una dulce melancolía arrastraba a un pasado no conocido por la mayoría, cuando la pantalla gigante mostraba imágenes viejas, muchas de ellas inéditas aquí, con el mítico Syd Barrett incluido. Claro, estaba sonando “Set the Controls for the Heart of the Sun” una canción oscura y psicodélica de los años ’60, que Waters atinó a “modernizar” en un punto, con arreglos de vientos, sin quitarle nada de su magia original. La cara de Barrett, fantasmal, volvió a aparecer en “Shine on You Crazy Diamond”, el hermoso tema escrito en su honor hace ya 32 años; el público aplaudía conmovido, al mismo tiempo que una suelta de burbujas se iba desparramando desde el escenario hasta el campo e inclusive la tribuna. Como para completar el viaje.
El eje convocante del concierto fue The Dark Side of the Moon, un gancho movilizador que, por otra parte, no tuvo un papel hegemónico. De hecho, el show empezó con “In the Flesh” y siguió con “Mother” (dos gemas de The Wall; en esta última se extrañó el dueto vocal con David Gilmour que, por razones obvias, no estuvo anoche en River). La banda sonó como correspondía: impecable. Con la “marca” Pink Floyd flotando como un fantasma sobre sus espaldas, los músicos se limitaban a ejecutar las partituras con precisión de relojería. Un Waters parco dejaba que la música y las imágenes hablaran por él. En el antibélico “The Fletcher Memorial Home” hubo silbidos para los personajes que escupía la pantalla: Thatcher, Galtieri, Pinochet, Hitler, Reagan, entre otros. En “Sheeps” apareció el famoso cerdo inflable gigante, con los grafitis que integrantes del público escribieron especialmente para la ocasión: “Metan preso a Bush antes que nos mate a todos”, “¿Dónde está Julio López?” “Nunca más”, “El miedo construye paredes”. Palabras que provocaban sensaciones. Una noche de sensaciones, en definitiva, que no pueden ser descriptas con palabras.
Informe: Cristian Vitale.
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