Domingo, 18 de marzo de 2007 | Hoy
EL ACTOR ARGENTINO QUE SE CANSO DEL CIRQUE DU SOLEIL
Luego de trabajar en el espectáculo Love, Gabriel Rosas expone sus críticas a la compañía: “Tenía la ilusión de poder cambiar algunas cosas al estar del lado de adentro, pero no pude cambiar nada”, dice.
Por Roque Casciero
Las luces siempre brillan de más en el strip de Las Vegas, esa calle larga que conecta un casino con otro en el centro internacional del juego y el ¿entretenimiento? El 2 de junio del año pasado, en el monumental hotel y casino Mirage, el Cirque du Soleil estrenó su séptimo espectáculo, destinado a permanecer en Las Vegas hasta la eternidad. Love, basado en la obra de los Beatles y su mensaje (“todo lo que necesitas es amor”, ¿cuál si no?), contó no sólo con la autorización de los Beatles vivos y los herederos de Lennon y Harrison, sino además con la música del cuarteto remixada a placer por el productor George Martin y su hijo Gilles, y un presupuesto de 150 millones de dólares. El megaespectáculo se montó en un teatro especialmente construido, con pantallas de alta definición y parlantes por todos lados. En el espacio en el que se desarrolla Love hay bailarines, trapecistas, mimos, shows de sombras y actores a cargo de personajes como Lady Madonna y el Sargento Pepper. La obra está recorrida por cuatro muchachos, los Nowhere Men, que en principio iban a representar a la banda, pero que terminaron teniendo un rol diferente. Uno de ellos es Gabriel Rosas, un actor y director nacido hace 28 años en Lincoln, provincia de Buenos Aires, que el Cirque reclutó mientras trabajaba en el Teatro Argentino de La Plata. Pero si alguien piensa que a Rosas se le cumplió el sueño del pibe al formar parte de Love, la realidad que el actor describe en exclusiva para Página/12 es bien diferente: “Esto es todo una gran mentira. El Cirque du Soleil es una compañía que pone todo su dinero en el marketing ante todo, entonces el arte queda muy relegado”.
Rosas hizo la carrera de actuación en el Conservatorio Nacional de Arte y la de dirección de teatro en el Conservatorio Municipal, aunque luego descubrió que el cine lo atraía más. “Justo cuando estaba empezando con eso en la Argentina, me llamaron del Cirque porque ya me conocían de unas audiciones que hicieron en 2000”, explica. “El Cirque tenía mucha conexión con la escuela de circo La Arena, de Gerardo Hochman, donde me ofrecieron hacer un casting y hacer algunos movimientos en trapecio, cosa que yo hacía como hobby. Después de seis años volvieron a llamarme, me buscaron por todos lados, y me encontraron porque en Internet salía mi nombre en la obra que estaba haciendo en La Plata.”
–¿Lo buscaron pensando en Love?
–Sí, sí. Una de las personas que hacía castings me dijo que necesitaba que pasara diez minutos para filmarme. Me pidieron que volviera a casa, que buscara música.... Tenían algo específico conmigo, porque ya me conocían. Me pidieron que improvisara sobre The Beatles, así que veía que había algo muy concreto, aunque no tenía ni idea de qué estaban preparando. Además, yo estaba muy corrido de estas manifestaciones más comerciales, estaba estudiando otras cosas. Y me pidieron que viajara la semana siguiente a Montreal. Yo, bien de pueblo, no tenía ni pasaporte. Finalmente viajé para presentarme con el director, porque iban a presentarle todo el proyecto a Apple, la compañía de los Beatles. Estuve trabajando un mes con el director y mis tres compañeros, porque allá me enteré de que lo que querían que hiciera era el personaje de Ringo. Iban a darle todo un vuelo poético, pero que se acercara a Ringo. Estuve trabajando con los otros tres Nowhere Men, como nos llamaban en aquella época.
–En la página web de Love usted aparece entre los Nowhere Men. ¿Qué fue lo que cambió?
–Todo. La primera idea era que fuéramos cuatro “chicos de ningún lugar”, pero que eran los Beatles, con ese espíritu, y que en algunos momentos representaban a los Beatles. Pero se hizo la primera presentación, volví a la Argentina y seguí con mi trabajo. En septiembre empezaban los ensayos en Montreal y me llamaron medio desesperados diciéndome: “Tenés que venir mañana”. Entonces contesté: “No, bueno, vamos a ponernos de acuerdo, tengo una vida, tengo un mundo, tengo que cambiar todo”. Pero como estaba con los problemas de siempre que hay en la Argentina para producir algo, entonces dije: “Bueno, me voy”. Sabía que iba a tratarse de un espectáculo muy, muy comercial, pero que tenía a los Beatles. Y los Beatles son los Beatles, no rompamos las pelotas (risas). Y me interesaba muchísimo por una cuestión cultural, porque iba a conocer gente que me interesaba. Encaré con muchas ganas la experiencia. En diciembre, todo el mundo estaba muy contento con nuestro trabajo y pasó a ser no sólo como actores, sino que los cuatro también empezamos a participar de la parte creativa. El circo es muy experto en eso: ven por dónde andan las ideas y juntan gente para que se alimente el espectáculo.
–¿Y por qué los Nowhere Men no fueron los Beatles?
–Porque Apple rechazó esa idea. Entonces el director, como habíamos trabajado y aportado tanto para el show, quiso que quedara la historia de los cuatro chicos que andan como en un viaje por el show. Pero fue una idea que quedó dibujada en comparación con todo lo que había. Entonces, quedó una fuerte imagen de marketing orientada a cierto público y realizada con artistas de una gran calidad, y la música de los Beatles, que está cambiada por George Martin y su hijo. Me tocó trabajar con ellos. Eso es lo que tiene de bueno el Cirque: uno tiene cercanía con esa gente, no es que la ve pasar. O el hecho muy gratificante de recibir ciertas felicitaciones de Paul McCartney...
Aunque el contrato de Rosas con el Cirque era por dos años y medio, el actor y director pidió concluirlo a mediados de abril próximo porque no está “contento de trabajar en una gran corporación”. “Eso es lo que más me daña: ver gente que no está preparada y está dirigiendo. Es terrible ver cómo todo cambia: mi imagen de los Beatles, mi imagen de los artistas... He visto artistas de mucho renombre y en algunos casos me dio repulsión ir a saludarlos, porque pertenecen a esta máquina. La máquina va embolsando gente y cuando uno lo ve, da como un escalofrío. Pero, bueno, más allá de eso, conocí a Slash (ex Guns N’Roses), mi gran ídolo de la adolescencia. El tema es que extraño a la gente que se preocupa por el que se nos muere de hambre al costado, por lo que nos está pasando...”
Otro de los puntos negativos que Rosas encontró a la experiencia fue que Love se haya montado en Las Vegas. “¿Sabe lo que extraño salir y meterme en un teatrito o en un cine?”, pregunta. “Acá no hay cultura, directamente. Lo único que se puede hacer es ver televisión. Estoy vacío, perdido de cultura. Entonces, esto fue una experiencia increíble para mi vida, pero se terminó. Termino a mediados de abril y vuelvo a la Argentina a presentar un cortometraje que hice con mi amigo Andrés Cuervo: se llama La mesa del Toto y habla un poco de esto que viví. Es de animación experimental y es sobre una mesa que hace un show y un montón de sillas que se duermen. Hasta que se despiertan y aplauden a la mesa por su gran show. Que es algo que vivo todas las noches: el público duerme bastante y aplaude mucho al final (risas). Estoy viviendo en una burbuja medio mentirosa.”
Pero eso será recién a la vuelta. Mientras cumple con sus últimos días de contrato con el Cirque du Soleil, Rosas vive en Las Vegas, a quince minutos del casino Mirage. “¿Qué clase de gente viene a Las Vegas?”, pregunta retóricamente el actor argentino. “No es gente que lee mucho, que se informa mucho, sino que tiene cierto poder adquisitivo importante, que viene a jugar y que, de paso, viene a mirar un espectáculo. Y qué mejor que sea de los Beatles, que fue la época que vivieron cuando eran medio hippongos (risas). Acá los objetivos de la gente pasan por comprarse la camioneta y la casa más grande. Un poco para llevar la contra, llegaba al casino en bicicleta (risas), pero me llamaron y me dijeron: ‘¿Cómo venís en bicicleta, teniendo el poder adquisitivo para comprar un buen auto?’ No, discúlpenme, prefiero invertir el dinero en otras cosas. De todos modos, lo que más daño me hace es trabajar para una gran corporación. La gran corporación que mata a los artistas. Después del estreno y de que salió en todos los diarios, ya no hay más preocupación por el show. Ahora es un bebé que tiene que caminar solo. Hay una gran mentira de la cual no quiero ser más parte.”
–¿Les pasa algo similar a sus compañeros de elenco?
–Sí, sí. Pero es muy difícil tomar la decisión de irse, porque uno está trabajando para la mejor empresa del mundo. Pero todo el mundo lo pasa mal. Al Cirque le interesa contratar artistas muy buenos para la creación. Una vez que el show está terminado, toda la gente es reemplazable. Y ellos tienen un gran banco de casting con miles de personas y encuentran otro igual a uno. A veces da hasta miedo, porque uno dice: “Ese tipo soy yo”.
–¿Habló con la gente del circo sobre estos temas?
–Sí, claro, mi renuncia al circo es por hablar de estos temas y no ponernos de acuerdo. Ellos creen que el problema fue que vine a hacer un protagónico y terminé haciendo un pseudoprotagónico. Pero el problema no pasa por ahí, sino por todo esto que conté. Tenía la ilusión de poder cambiar algunas cosas al estar del lado de adentro, pero terminé cansado y no pude cambiar nada. No tengo la fuerza para hacer eso, aunque admiro a quienes lo logran, como Gustavo Santaolalla. Estoy más preparado para batallar sobre la información que para tratar de cambiarla desde adentro.
–¿Hay más actores que renuncian?
–Sí, pero somos los menos. El gran grupo se queda por dos años, como dice el contrato, y con posibilidades de seguir. Son personas que están dentro de la máquina y que apuestan al dinero seguro. Lo peor es que algunos están engañados y creen participar de arte.
–¿Qué va a hacer después del 15 de abril?
–Hoy mi sueño es muy chiquito: trabajar en la Argentina de lo que quiero hacer, que es cine. Quiero dirigir en pequeños o grandes proyectos, pero poder decir cosas que tengo para decir. Vuelvo a ver si la gente en la Argentina me da un poco de bolilla, para presentar una especie de montaje combinado entre danza folklórica, cine y artes plásticas. Ese es un proyecto que tengo para este año en la Argentina. Y si se mueve, sacarlo al mundo para mostrar nuestra cultura, que es incomparable. Pensar que me peleaba con todos los teatreros de la Argentina y ahora, viendo esto, me saco el sombrero por la mayoría. Hay una cultura increíble, un espíritu de trabajo que no se encuentra en ningún lado del mundo. Y mi idea es volver a alimentarme de eso: ir a ver un espectáculo de Ricardo Bartís o una película de Leonardo Favio, gente que me dé un poco más.
–En su currículum, ¿va a ser importante haber pasado por el Cirque?
–No sé en términos artísticos. Pero espero que me sirva a nivel comercial, para que me den un espacio, para que me tengan confianza. Es para lo único que espero que sirva.
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