Viernes, 23 de marzo de 2007 | Hoy
“WOZZECK”, DE ALBAN BERG, ABRE HOY LA TEMPORADA OPERISTICA 2007 DEL TEATRO COLON
Marcelo Lombardero es el director artístico del Colón y el responsable de la puesta que se estrena en el Coliseo, con la conducción musical de Stefan Lano. Habrá dos elencos, encabezados por Hernán Iturralde y Adriana Mastrángelo y Luciano Garay y Alejandra Malvino.
Por Diego Fischerman
En 1824, un hombre fue ejecutado públicamente en Leipzig. Un soldado raso, Johann Christian Woyzeck, había matado a su mujer. El escritor Georg Büchner, físico aficionado y apasionado por las ciencias y por el estudio de la naturaleza humana, se fascinó con el personaje y con lo sucedido. Entre otras cosas, investigó lo escrito por Johann Christian August Larus, quien, como primer Canciller de la Corte de Sajonia había sido consultado acerca del estado de la salud mental del condenado, en el momento del asesinato de Frau Woost, y escribió la historia. El manuscrito, completado alrededor de 1836, no fue encontrado hasta después de su muerte y fue publicado recién en 1879. El responsable fue Karl Emil Franzos y, entre sus errores estuvo nada menos que el título de la obra, cambiado por Wozzeck. Las ediciones más recientes restituyeron el Woyzeck original pero, antes, Alban Berg, que había visto una representación en Viena en 1914, había escrito basándose en ella su primera ópera convirtiendo, de paso, el nombre equivocado en inmortal.
“En general se la entiende como una historia de locura, pero yo busqué remarcar otros aspectos”, dice Marcelo Lombardero, director de la puesta en escena de Wozzeck que a partir de hoy se verá en el Coliseo, como apertura de la temporada 2007 del Colón que, debido a las reformas de este teatro, se desarrollará en otras salas de la ciudad. “No se trata sólo de locura. No quería, en todo caso, que la mirada sobre la obra estuviera enfocada desde allí. En Wozzeck hay algo más: la exclusión social, la miseria. Y eso es algo que tenemos lo suficientemente cerca.” La escenografía de la puesta, realizada por Diego Sciliano, trabaja exclusivamente con proyecciones y muchas de ellas corresponden a imágenes de la Villa 31. “Buscamos una suerte de neoexpresionismo”, dice Lombardero. “No me interesaba recrear el expresionismo histórico ni la República de Weimar ni nada similar. Quería traer la ópera un poco más cerca. Darle un perfume a una cierta actualidad. En los últimos años lo que me ha interesado más es, en lugar de recrear épocas, crear estéticas. Lograr una especie de tiempo indeterminado que contenga al pasado y el presente y que permita una visión menos lineal del drama. Me preocupa, además, lograr que una ópera pueda tener un mensaje de actualidad.”
“Primero y, sobre todo, el drama en sí mismo”, explicaba Alban Berg su atracción por el texto, en una carta de 1923 dirigida al compositor Ernst Krenek. “Pero, inmediatamente, la posibilidad –que ofrecen sus numerosas escenas e interludios– de escribir una cantidad de clases diferentes de música para acompañar el tema.” Wozzeck, en todo caso, condensa dos ideas casi irreconciliables: la máxima expresividad y el máximo trabajo formal. Y esa doble direccionalidad ubicó esta ópera estrenada en 1925 en Berlín un espacio privilegiado en el arte del siglo XX, al mismo tiempo como icono de la vanguardia y como última salvaguarda de la tradición. De hecho, se trata de la única ópera emparentada con las distintas rupturas del orden musical del siglo XIX que forma parte del canon de los grandes teatros del mundo. “Wozzeck es una ópera absolutamente poética. Y romántica”, dice Lombardero. “Y aquellas cosas que hemos puesto, nada románticas o muy poco poéticas, o por lo menos en busca de una clase distinta de poesía, de una poesía dura, las hemos puesto de manera manifiesta. Podría decirse que ésta es la última ópera romántica o, como dijo Pierre Boulez, ‘la última ópera’, a secas. Y es que, más allá de su funcionamiento dramático, es una obra donde todos los ingredientes del género están contemplados: el triángulo amoroso, la traición, el honor, el asesinato. Pero lo novedoso en Wozzeck es que quienes ponen en escena estas cuestiones no son los reyes ni los dioses ni los burgueses sino estos lúmpenes. Esto es lo que condujo a tomar el camino que elegimos.”
Pero Wozzeck no es únicamente un compendio operístico sino una verdadera enciclopedia musical. La primera escena está estructurada como una suite de danzas barrocas, con un preludio, una pavana, una giga, una gavota y el preludio retrogradado (es decir tocado de atrás hacia adelante). El doctor, un precursor de los científicos del Tercer Reich que no duda en experimentar con seres humanos, es musicalizado con una passacaglia con 21 variaciones, el segundo acto es una especie de gigantesca sinfonía en cinco movimientos y, en el tercer acto, vuelven a aparecer formas primitivas: una invención con siete variaciones y una fuga doble, una invención sobre una sola nota, una invención sobre un ritmo (la polka), una invención sobre un acorde de seis notas y una invención sobre un movimiento perpetuo. Pero lo mejor de todo es que nada de todo esto se escucha. El afán arquitectónico produce una composición de coherencia fenomenal –y eso sí se escucha–, pero en ningún momento interfiere con la fluidez dramática.
Lombardero, que es además director artístico del Teatro Colón, afirma que esta puesta implica una toma de posición y que, también, comenzar la temporada –y más una temporada atípica como ésta, que se desarrollará en otras salas– con Wozzeck señala una cierta manera de mirar el mundo de la ópera. Una manera, en todo caso, que incluye la preocupación por la conquista de un nuevo público. “Hay varias cuestiones que debieron ser tenidas en cuenta. Una es que el hecho de funcionar fuera de nuestra sede nos obligó a pensar modos de producción nuevos, a experimentar y a probar con modalidades más cercanas a las de un teatro en gira. Nos pareció bien que fuéramos el director artístico y el director musical (Stefan Lano, quien conducirá las funciones de Wozzeck) quienes tuviéramos a cargo esta primera ópera de la temporada. No podíamos pedirles a otros que fueran los conejitos de Indias. Pero, además, esta es una ópera teatralmente moderna, musicalmente exigente; no es un divertimento complaciente y eso nos parece bien. Y, sobre todo, porque Argentina tiene cantantes excelentes para hacer este tipo de obras. Tenemos una formación ideal para este repertorio y poder hacer un Wozzeck con dos elencos totalmente nacionales y absolutamente competentes es un lujo bastante inusual. Un lujo que sería absurdo desdeñar.”
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