Jueves, 6 de septiembre de 2007 | Hoy
FERIA DEL LIBRO DE ANTROPOLOGIA
La XIX edición del encuentro, en la capital mexicana, cuenta con una importante delegación argentina que se dedica a explorar junto a los organizadores las similitudes y las diferencias entre los dos países.
Por Silvina Friera
Desde Mexico D.F.
La primera impresión que provoca la ciudad de México está asociada con “lo maravilloso”. Los ojos se pierden en esa inmensidad urbana oscilante, polifacética, mítica y prometedora, que ocupa la décima parte del valle de Anáhuac, en el centro sur del país, en un terreno que formó parte de la cuenca lacustre del Lago de Texcoco. Si una ciudad es tan grande como los relatos que la habitan, al D.F. no hay que medirlo en kilómetros cuadrados o densidad poblacional sino, como diría la socióloga mexicana Rossana Reguillo, en “relatómetros”. Enclavado en el bosque de Chapultepec –que significa el “lugar de chapulines” (los grillos)–, el Museo de Antropología se prepara para abrir sus puertas a la XIX Feria del Libro de Antropología e Historia, que en esta edición tiene como país invitado a la Argentina. Sólo en ese espacio y sus adyacencias los relatos afloran desde las imágenes. “Los voladores de Papantla”, especie de acróbatas que suben por unas cuerdas y se deslizan para asombro de la concurrencia, están practicando un antiquísimo culto al sol. A Tláloc, Dios de la lluvia, que por cierto abunda en esta época del año, lo trajeron en una enorme plataforma que fue colocada a la entrada del museo, hermosa forma de dar la bienvenida a quienes se acerquen. Después de que instalaron a Tláloc llovió durante un par de días. La anécdota la recuerda Benito Taibo, coordinador Nacional de Difusión y Prensa del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que conduce a la delegación argentina por los vericuetos de un edificio (creado en 1964) que concibe el rescate del pasado como un ejercicio de conversación urbana. La arquitectura reestructura un lenguaje donde la ciudad y la cultura preservan su memoria.
La palabra nacionalismo y sus derivados no generan tanta aprensión como entre los argentinos. Basta con caminar por la ciudad para comprobar la importancia que se le asigna a la bandera, no sólo en los edificios públicos. “La lógica de construcción de este museo es nacionalista, heredera de la revolución de 1910”, admite Taibo, hermano del escritor Paco Ignacio Taibo. “Somos un país en el que estamos orgullosos de nuestra identidad y cultura.” Debajo de un gran “paraguas” –columna con un techo que cubre el patio central del Museo– se distribuyen los stands de las editoriales mexicanas y argentinas. Hay libros de antropología, historia, arqueología, actualidad argentina, sociología, educación, lingüística, literatura, artes y música, entre otros. Muchos argentinos han conocido de cerca la hospitalidad mexicana. Pocos países latinoamericanos han sido tan generosos con los exiliados argentinos que huían del horror y del terror de la última dictadura militar. “Somos países hermanados, estamos muy cerca, pero la distancia editorial es enorme”, advierte Taibo. La Feria se propone achicar esa brecha que empezó a fines de la década del ’70. Los vaivenes económicos de la Argentina han restringido la circulación de muchas de las publicaciones mexicanas, “pero el intercambio con los investigadores nunca se cortó”, aclara Taibo.
En el pabellón que ocupa el stand argentino hay 700 títulos y 1200 ejemplares. Son 52 editoriales argentinas: grandes (Sudamericana y Alfaguara), medianas (Paidós, Siglo XXI), pequeñas (Biblos, Marea y Claridad), editoriales universitarias (la de Rosario, Córdoba, la de la Universidad Nacional de San Martín, de Quilmes) y la editorial de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, entre otras. Los libros del stand argentino no están a la venta y serán donados, al finalizar la Feria, a la Biblioteca de Antropología. Hay títulos para todos los gustos y consumos: Antropología de la música, de los géneros tribales a la globalización, dos volúmenes de Carlos Reynoso, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires que dará una de las conferencias magistrales; Seamos libres y lo demás no importa nada y Perón, exilio, resistencia, retorno y muerte, de Norberto Galasso; Civilización o barbarie, de la socióloga Maristella Svampa; Nosotros vamos a estar acá para siempre, historia de Tobas de Gastón Gordillo; Las lenguas indígenas de la Argentina, de Marisa Censabella; Historia de la homosexualidad en la Argentina, de Osvaldo Bazán; y La vergüenza de todos, de Pablo Llonto, sobre el Mundial de Fútbol del 78, entre otros títulos.
Además, en el stand argentino se entregarán gratuitamente ejemplares de Mujeres indígenas, relatos e historias de vida, publicado por la Secretaría de Cultura de la Nación; los libros que integran la antología Leyendas populares, editado por el Ministerio de Educación, y ejemplares de Fotos tuyas, ensayo fotográfico de Inés Ulanovsky que revela el intenso vínculo que existe entre los familiares y las fotos de sus desaparecidos, muestra que también se exhibe en la Feria.
Lo que más despierta el interés de los mexicanos es la muestra del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que reunió en un importante archivo fotográfico 71 láminas de restos hallados en Argentina, Irak, Guatemala, Bolivia, Etiopía y El Salvador. “Es un emblema para el mundo por los peritajes que practican sobre restos óseos de quienes fueron víctimas de delitos de lesa humanidad de cualquier signo ideológico”, afirma Taibo. Darío Olmo, miembro de la EAAF, organización científica no gubernamental sin fines de lucro, que inició sus actividades en 1985 con el fin de colaborar en el esclarecimiento de desapariciones ocurridas durante la dictadura militar, dictará una conferencia magistral sobre Antropología y derechos humanos.
César Calcagno, jefe de Gabinete de la Secretaría de Cultura, estuvo exiliado en México entre 1975 y 1983. “Me costaba explicarles a los mexicanos que era un peronista expulsado por Isabel Perón”, recuerda, medio en broma medio en serio, en la confitería del Museo. “Argentina está emergiendo de los desastres de las dictaduras militares y de las dictaduras financieras que nos impuso el neoliberalismo y que fueron ejemplos únicos de la destrucción económica, del tejido social y de la juridicidad y la institucionalidad”, señala Calcagno. “México nos enseña a conocer las raíces indígenas que tenemos en América latina”, dice y recuerda que hay entre 8 y 10 millones de indígenas mexicanos que no hablan español.
“A diferencia de Borges, que cuestionaba la existencia de América latina, creo que esa entidad existe, que tenemos la misma necesidad de recorrer caminos juntos para salir de problemas muy similares. La unidad es la única salida que tenemos los pueblos latinoamericanos”, añade el jefe de Gabinete. “Tenemos más para recibir de México que para dar.” Y menciona un déficit argentino: la raíz indígena de nuestro perfil y personalidad. En la entrada de una de las salas del Museo hay una frase que acaso sintetiza parte del espíritu mestizo que se respira en México: “Estos toltecas eran ciertamente sabios. Solían dialogar con su propio corazón”.
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