Martes, 11 de septiembre de 2007 | Hoy
“THE DYBBUK”
La obra de Krzysztof Warlikowski hace un atípico abordaje del tema de la Shoá.
Por Hilda Cabrera
Proveniente de Polonia, The Dybbuk se presentó en el VI Festival Internacional de Buenos Aires como un trabajo que se aparta de los enfoques “acríticos” y emotivos sobre los judíos y la Shoá. Pero esa intención no queda totalmente clara en la puesta. Para el espectador de estos tiempos no alcanza con una declaración de buena voluntad. Cuando se habla de enfoque acrítico se esperan “reflexiones escénicas” sobre cómo debe manejarse hoy el tema de la Shoá en el teatro, sobre todo porque es confusa la postura judía frente a las muertes en Medio Oriente, de la que el pueblo israelí es parte. Se dirá que estos asuntos no son materia de la obra, pero esta inquietud surge cuando se lee en el programa de mano que The Dybbuk es “la negación de toda obra sentimentalista sobre los judíos y el Holocausto”. Más allá de la frase –que finalmente puede obviarse–, lo singular de este montaje del director polaco Krzysztof Warlikowski es la concepción de este artista respecto del dybbuk legendario. Aquí, el dy-bbuk (“espíritu”) que se encarna primero en una novia judía que ha perdido a su verdadero amor, y después en un Abraham contemporáneo cuyo pequeño hermano fue asesinado, sería la memoria, ésa que se pega en el alma y no abandona: una memoria que acaso provea sabiduría y conduzca a la salvación.
Para desarrollar este y otros conceptos, Warlikowski apunta a un teatro en el que se filosofa con ironía, especialmente en el primer tramo del espectáculo, donde los relatores se burlan sutilmente de ciertas necedades en el estilo simple y pícaro de los relatos judíos: ¿se emociona hoy alguien al oír una plegaria jasídica? ¿Se espera al Mesías? ¿Importa que el rico olvide al pobre? Puestista valorado en su país y en el extranjero, Warlikowski trajo junto al TR Warszawa –con el que colabora desde 1999– un Dybbuk que tiene como antecedente el relato de Szymon Anski, escrito entre 1912 y 1917, y convertido en guión de una película polaca de 1937 (hablada en idish), dirigida por Michal Waszynski. Este film retrata aspectos culturales y religiosos del shtetl (pueblo) de Europa oriental. Un dato curioso es que Anski murió en 1920, cuando el director Konstantin Stanislavski propuso trasladar la leyenda al Teatro de Arte, de Moscú. Intento en el que participaron importantes artistas, pero que fue abortado por funcionarios de la época.
Se cuenta que la escenografía se inspiraba en mitologías y dibujos religiosos. Por lo tanto no extraña que en algunos de los decorados de la puesta de Warlikowski aparezcan figuras mitológicas logradas con técnicas modernas. En este montaje, el Dy-bbuk perturba a los integrantes de dos familias que han acordado casar a sus hijos. La aparición de este espíritu (aquí amante y vengador) hace estallar pasiones y culpas, también expresadas a través de la danza en la novia.
Para algunos espectadores quizá sea novedad que se asocie transmigración con judaísmo. En este aspecto, el director recupera estudios que no avalan la encarnación, pero sí los encuentros sobrenaturales: en el Antiguo Testamento se menciona al rey Saúl recurriendo a los artilugios de una bruja para comunicarse con el profeta Samuel. Por otra parte, algunos eruditos afirman que la transmigración tuvo adeptos hacia el siglo XII. Lo cierto es que prosperó en la literatura y el folklore judíos.
Es probable que el tramo más conflictivo de este espectáculo sea el último, cuando el concepto de dybbuk es emparentado con el de memoria. Entonces quedan relegadas las figuras en sombras, los dibujos y la fábula, y se inicia otra historia, actual, pero aferrada al pasado: el relato sobre el episodio en el cual un niño es acallado por los judíos escondidos en un granero se funde en la imaginación del espectador con el nacimiento del hijo del personaje que en escena recuerda el hecho. Un asunto que trae a la memoria el relato Pola, de Hanna Krall, periodista y escritora judía polaca, cuyo cuento Dybbuk inspiró también a Warlikowski. En esas escenas, el pensamiento se funde en la acción. La obra es sin duda compleja, difícil de captar para quienes no conocen estos temas, pues no se trata sólo de transmigraciones y exorcismos sino de problemáticas tales como “la santidad en el pecado” y la búsqueda de la sabiduría. Las metáforas y elementos simbólicos resultan atractivos, pero distraen respecto de los personajes. Un recurso al parecer deliberado en los nuevos directores polacos, que prefieren poner el acento en las situaciones, en este caso alargando los tiempos y subrayando los conflictos con sonido y música.
* The Dybbuk fue presentada en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín.
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