Viernes, 12 de octubre de 2007 | Hoy
HORACIO SANGUINETTI SERA EL DIRECTOR GENERAL A PARTIR DE DICIEMBRE
El ex rector del Nacional de Buenos Aires promete austeridad y la programación de “óperas lindas, que atraigan gente”.
Por Diego Fischerman
Entre los mensajes que ahogan el contestador automático del Dr. Horacio Sanguinetti, él elige el de Félix Luna. “Dice que me felicita porque soy un hombre de suerte. Hay dos instituciones que amo, el Colegio Nacional de Buenos Aires y el Teatro Colón, y habré sido director de ambas.” El ofrecimiento, realizado por el propio jefe de Gobierno electo, Mauricio Macri, que había sido adelantado por Página/12 hace una semana, fue oficializado ayer. A partir de diciembre, el ex rector del Buenos Aires, que recuerda “como si fuera ayer” la función de Rigoletto, de Verdi, con Leonard Warren, que vio allí en 1943, cuando tenía seis años, será el director general del Teatro Colón.
Sanguinetti ama las óperas y los tenores. Remonta esa pasión a la niñez y a lo que le transmitió su padre, “que había visto a Caruso en 1915, cuando era un joven intelectual rosarino que estaba estudiando en Buenos Aires”. Conocedores del arrebato que le provoca el género, varios gobernantes lo consultaron en numerosas oportunidades acerca de los rumbos a seguir con el Colón. Y cuando Macri lo llamó no se sorprendió demasiado: “Era una posibilidad que venía barajando. Ya me habían ofrecido este cargo antes, pero yo estaba todavía en el Colegio y no tenía intención de irme”, cuenta. “Esta vez me tomaron en el momento justo y fue una oferta tan generosa que no podía rehusar. Al mismo tiempo es una propuesta temible. Me siento alegre y gratificado y también con mucha responsabilidad”.
–¿En qué consistió la generosidad de la propuesta?
–En el ofrecimiento de una total libertad para trabajar. Y en la posibilidad de que la autarquía del teatro sea una realidad. Si la Legislatura la aprueba, podría ser ya una realidad para cuando asumiéramos nuestras funciones. En ese caso, no se dependería del ministro de Cultura sino, directamente, del jefe de Gobierno.
–¿Se habló del presupuesto que tendría el teatro?
–Se me aseguró que el dinero necesario iba a estar. Pero, independientemente de que la ópera es un espectáculo muy caro, de que un cachet de una estrella de primer nivel asciende hoy a los 40 mil euros por función, hay una cuestión moral. Es necesario ser muy austeros y empezar por dar el ejemplo.
–La época que le toca no es la más grata, con un cambio tan desfavorable para la contratación de artistas extranjeros y con la necesidad de funcionar fuera del propio teatro.
–El Coliseo tiene una tradición operística muy importante; allí cantó Caruso, por ejemplo. Pero no es lo mismo, de todas maneras, y el abonado siente la diferencia. No se le puede cobrar trescientos pesos una entrada para una función de gala en el Colón que no es de gala ni es en el Colón.
–Se da por sentado que el Colón no se reabrirá el 25 de mayo de 2008, en su centenario.
–Y, es casi seguro que no. Seremos muy sinceros, y lo importante es que las reformas se hagan bien, terminen cuando terminen. El 25 de mayo algo haremos, aunque sea en las escalinatas, como cuando se inauguraron los vitraux, el año pasado. Funcionaremos como podamos y la gran fiesta será en 2010, para el bicentenario.
–¿Qué función debe cumplir un teatro como el Colón?
–Se trata de una de las grandes instituciones argentinas, por las que somos conocidos en el mundo entero. Y es un teatro de ópera. Debemos lograr una gran calidad, aprovechando que tenemos grandes cantantes argentinos, y sin hacer locuras. Hay que volver a respetar, además, a grandes figuras que nunca han tenido un reconocimiento. Hay mucho maltrato. Si uno se descuida, a Mirtha Garbarini no la dejan entrar. Vamos a hacer galas para esos artistas. Hay que dar un reconocimiento muy fuerte para quienes han hecho la grandeza del Colón.
–Hay infinidad de cuestiones que hacen al funcionamiento de un teatro, pero su perfil se define por la programación. Más allá de lo indiscutible, de ese núcleo central conformado por Mozart, el bel canto, Verdi, Puccini y Wagner, ¿qué lugar cree que deberían tener el repertorio contemporáneo y, en particular, las composiciones de autores argentinos vivos?
–Hay que recrear el gusto de la gente por la ópera. Esto, básicamente, se hace con óperas lindas. Que atraigan gente. El Colón no se puede permitir una función que empieza medio vacía y termina vacía del todo y que esto se repita cuatro veces en una temporada. Si se programan diez óperas, no puede ser que la mitad no atraiga a nadie. En segundo lugar, debemos tener un particular cuidado por los chicos. Hay que atraerlos nuevamente y, en una función de niños no se puede dar Bomarzo. Yo por Ginastera tengo una admiración enorme, pero ése es un error. Esa no es la ópera para iniciar a un niño. La familia tiene un abono y, cuando dan Rigoletto van todos contentos y, cuando dan La oscuridad de la razón (una ópera de Pompeyo Camps con libreto de Ricardo Monti) les dan la entrada a los muchachos y ellos, después, no vuelven más.
–Sin embargo, cuando se programó Metrópolis, de Fritz Lang, el Colón se llenó de gente joven. Tal vez era otro público posible, que no se tienta con el tipo de espectáculo que más les gusta a los abonados.
–La ópera clásica es un espectáculo irresistible, a condición de que se entienda lo que está pasando, y en ese sentido el sobretitulado allana las cosas. Admiro lo nuevo que tiene talento, pero no por nuevo, simplemente. Al fin y al cabo, El elixir de amor es una ópera deliciosa, que cualquiera se mata de risa. En cuanto a poner otras cosas, no hay que olvidarse de que el Colón es un teatro de ópera.
–¿Qué óperas compuestas a partir del siglo XX le interesan?
–¿Turandot se cuenta como del siglo XX? Más allá del chiste, me gusta mucho, también, Richard Strauss, aunque no me guste personalmente. Nunca pude digerir su posición política, afín al nazismo. De la misma manera en que no puedo pasar por encima del hecho de que Wagner fue el verdadero creador del nazismo. Y del siglo XX, Wozzeck me parece, también, una gran obra. Hace poco me regalaron una versión cantada en italiano por Tito Gobbi. Maravillosa.
–Más allá de la ópera, ¿cuál es su evaluación de la programación actual de la Orquesta Filarmónica y del Ballet Estable?
–Todavía no puedo hablar mucho, recién estoy averiguando y todos me dicen cosas distintas y, supongo, interesadas. A la orquesta hay que darle su justo lugar. Pero tampoco es posible que todo suceda en el Colón, que no haya un auditorio de música en Buenos Aires.
–¿Escucha música sinfónica y de cámara?
–Me gusta toda la música. El folklore me gusta mucho. El tango no tanto. La música sinfónica me gusta, pero no me apasiona como la ópera.
–¿Le genera conflictos el hecho de haber sido convocado por el gobierno de Macri?
–A él casi no lo conozco. Me da la impresión de que quiere solucionar cosas, independientemente de posiciones de izquierda o de derecha. Es un ingeniero.
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