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Domingo, 6 de enero de 2008

HORACIO GONZALEZ Y SU LIBRO “PERON. REFLEJOS DE UNA VIDA”

“En el peronismo persiste la identidad de un dilema”

El sociólogo y actual director de la Biblioteca Nacional sacude la vasta trama cultural de la historia argentina, revisando e interrogando los escritos del ex presidente y los textos que se escribieron sobre Perón y el peronismo. González define su libro como un “seudotratado de retórica”.

 Por Silvina Friera

Aunque una biografía, o todo escrito sobre una vida, sea un malentendido –una suma exigua de fechas y coincidencias–, Horacio González se propuso evocar lo que fue la carne de un hombre que dijo que estaba desencarnado. En el prólogo de Perón. Reflejos de una vida (Colihue) advierte sobre las dificultades que plantea decir quién fue un hombre. “Cuando se lo intenta con Perón –y su nombre de estructura bisilábica–, pueden elegirse definiciones que tienen un desplante de lápida. Fue un profesor, dice alguien. Fue un estratega, se responde un eco. Puede escucharse algo más aguzando el oído: fue un oficial de inteligencia.” Ante la plasticidad histriónica del personaje y su vasta coreografía de identidades, el sociólogo y actual director de la Biblioteca Nacional sacude la vasta trama cultural de la historia argentina, revisando e interrogando los escritos del ex presidente y los textos que se escribieron sobre Perón y el peronismo, como las biografías de Enrique Pavón Pereyra, de Norberto Galasso, la correspondencia con John William Cooke, los ensayos de León Rozitchner y Beatriz Sarlo, la poesía y el teatro de Leónidas Lamborghini, las novelas y ensayos de José Pablo Feinmann, la novela de Tomás Eloy Martínez, las películas de Leonardo Favio y Pino Solanas y las pinturas de Daniel Santoro, por mencionar en parte la diversidad de materiales de los que se sirve en este libro, al que define como un seudotratado de retórica. “Perón es la forma sublingual de la historia política inmediata. No es posible quitar ese nombre ni esa voz como rastro empedernido de las conversaciones. Hasta hoy eso ocurre”, apunta González.

En Perón. Reflejos de una vida se examinan las fuentes textuales del peronismo, su modo de uso de la palabra, la forja de su dicción, el camino por el que debía pasar la fuerza de sus nombres y la relación de sus iconos con la peculiaridad del mito. Los procedimientos a los que apela González están emparentados con algunos de los poemas de Leónidas Lamborghini de Las patas en la fuente. La biografía encuentra su metodología, si se la pudiese resumir, “en la idea del solicitante descolocado, es decir, la petición que saca de cuajo al peticionante, haciéndole ver que al presentarse como la encarnación de un sentido de justicia fundamental, tiene que aceptar el riesgo de una pérdida drástica de ese sentido”, admite el sociólogo. “Una de las preguntas más ásperas que formula el libro es sobre la autoría de los textos y los cuestionamientos por plagio surgidos a propósito de viejas publicaciones de Perón como Toponimia patagónica de etimología araucana”, explica González en la entrevista con Página/12. “Para la tradición liberal, el plagio introduce la pertinencia exclusiva de una literatura de autor, mientras que para la tradición libertaria y borgeana, el plagio es un punto de pensamiento profundo sobre la literatura. Se trata de interpretar la cultura como una voz colectiva en donde el nombre de Perón significa un fuerte movimiento de incorporación de citas y sentencias a las que se les atribuye cierto origen, que puede ser helénico, romano, prusiano, bonapartista, jacobino, franquista. Para Perón todo enunciado era reversible, las formas de lo dicho tenían más maleabilidad. Lo que está en primer plano es el modo de glosa que utiliza Perón para construir una voz llamada peronismo, en donde las citas aparecen despojadas de su origen.”

–Esta condición de plagiario que tiene el peronismo, ¿lo hace más difícil de delimitar ideológicamente?

–Lo hace más perdurable por ser un movimiento genial de la literatura. Cuando Borges acusa de irreal al peronismo, en su escrito sobre L’illusion comique (publicado en la revista Sur), lo sitúa casi al mismo nivel de su literatura. Para Borges, el peronismo, puesto en términos de una condena, aparece como un supuesto vampiro hablando, que estaría al mismo nivel de procedimiento de los simulacros que él utilizaba en su literatura. En ese sentido, el peronismo tiene esa fuerza de autor. En realidad esta biografía es un seudotratado de retórica de todo lo que aparece en el peronismo con su fuerza pertinaz. El peronismo es un fraseo perdurable.

González subraya que en la biografía de Galasso, Perón aparece como un individuo en medio de un conjunto de fuerzas colectivas que las expresa y las interpreta con un lenguaje propicio para hacerlo. Sobre el ensayo de Rozitchner cuenta que presenta al ex presidente como “una conciencia que no puede sostener la autocomprensión, y que en la mala comprensión de Clausewitz reside el equívoco que se proyecta a los años ’60”. Una de las biografías que admite que analizó con profundo interés fue la de Pavón Pereyra, considerada la oficial, “una biografía despreciada en general porque es la escritura del Estado, el hombre en que confió Perón para depositar su vida, como un custodio oficial”. Pero desde el punto de vista documental, según añade González, tiene datos preciosos, “como que Perón fue ayudante de la cátedra de Fortificaciones militares, cuyo profesor fue un general del zar que llegó a la Argentina después de la Revolución rusa. Esos enlaces sólo están en la biografía de Pavón Pereyra”.

“El gusto por la falsificación de documentos, por la atribución falsa de nombres, por la adulteración de firmas, por el uso libre del nombre de Perón y por la imitación de caligrafías notorias acompañó todo el ciclo del peronismo en la lucha de la resistencia”, afirma González en la biografía. “Se concebía el apócrifo como un arte resistente, de hombres perseguidos, que debían entregarse a la clandestinidad y al cambio permanente de la identidad. El peronismo sufrió el apócrifo, lo empleó con empeñoso ingenio. Pero no lo elogió; simplemente decidió pasar por alto que surgía de un fuerte trato pasional con la impostura graduada, con la simulación voluntariosa.” El sociólogo recuerda que quien escribió La razón de mi vida, el periodista español Manuel Penella de Silva, observó con mucha atención la discursividad de Eva Perón. González considera la escritura de este libro como “un logro extraordinario en la elaboración de un texto que surgiera de una voz que después aceptaba la mediación de un texto para a su vez inspirarse en él y obtener una posterior plusvalía”. Pero el sociólogo da un paso más allá y señala que aun sin haber sido escrita por Evita, La razón de mi vida “es de Evita”. “Todo el peronismo es efecto de esta incautación autoral en nombre de una autoría reconquistada, ficticia pero de inmediato realmente recreada”.

Respecto de los intelectuales del peronismo, González plantea que ninguno tenía el lenguaje de Perón. “En ese sentido no eran peronistas, aunque lo fueran honestamente y tomaran sustancias de la doctrina peronista. Es evidente que Walsh habla y escribe como Borges; en el caso de Marechal es un alegorista cristiano. Cooke tenía la cabeza puesta en la lucha de clases, contada por un gran narrador que definió al peronismo con la recordable frase del parnaso político nacional: ‘el hecho maldito del país burgués’”, compara el sociólogo. “Perón es un escritor de otra índole con un fraseo sentencioso, chispeante, con un refranero que a veces acude a cierta postura trágica, que va de Plutarco al Viejo Vizcacha, y todo en un mismo plano, sin priorizar. Teniendo visiones tan apartadas de la idea que tiene Perón del escritor con su tema, los escritores de la izquierda nacional, Scalabrini Ortiz, a quien Perón le sugirió el título de ‘jefe espiritual de los intelectuales argentinos’, y Hernández Arregui, deciden acompañarlo. Es un gran momento de la historia argentina: Perón abre la compuerta y decide imaginar que esos escritores son sus contemporáneos, sus amigos, sus partenaires. Y lo fueron.”

–¿Por qué el peronismo es más literario que el radicalismo?

–El primer radicalismo tiene una gran fuente filosófica en Krause, que tiene una concepción laica y universalista en la elaboración de los temas y en cuanto a la sacralidad de la letra de la ley constitucional. Pero, claro, la gran literatura no se le adhiere al radicalismo ni tampoco utiliza un sistema de citas como lo hace el peronismo. Sin desdeñar a los escritores que tenían un futuro propio, el peronismo forjó una escritura colectiva en los grandes textos de Perón, que se pueden reconocer por su estilo irónico, astuto, y en algún punto por su esponja ejemplificadora. Los textos son una suma de ejemplos que se niegan al relato unitario, articulado, que aparecen como el máximo experimento de la civilización en cuanto a mantener la atención. El otro día escuchaba en un taxi cómo explicaba Luis Landriscina que hay que mantener la atención. Yo que di muchas clases ya, me convencí de que la atención se pierde, y si el profesor se decide a condenar al alumno díscolo, realmente dar clases se volvería insoportable. Landriscina contaba que antes de decir algo pensaba en las frases que pudieran retener la atención del público. Eso revela una cierta genialidad que no todos pueden poseer.

–¿Perón tenía esa genialidad?

–El prólogo de Apuntes de historia militar indica que sí. La estructura sentenciosa del peronismo y el alarde dramático de las frases hicieron que pudiera constituirse el sujeto en su atención plena. En sus clases, Perón repetía sus frases, era un plagiario de sí mismo con su idea de apuntes, por eso hay que leerlo al peronismo. El hecho de estar garantizada la lectura permitía que la clase fuera la reproducción en pequeño de la atención absoluta, un poco como el modelo expositivo de plaza pública. No es el plagiario que oculta de entrada; Perón es el tipo de plagiario que absorbe el texto, lo digiere un poco como los grandes movimientos de vanguardia de tipo antropofágico de América latina. El tema del plagio es el más idiota posible; tiene una carga moral que lo hace por un lado execrable, pero por otra parte declara enteramente el mecanismo de la escritura, que hemos visto en Borges y en tantos otros escritores. Lo que hizo el peronismo es servir a la mesa esas frases de otra manera que hasta hoy persisten, incluso en el actual gobierno, que toca puntos muy mencionables.

–¿Cuáles?

–Hay una fantasmagoría persistente que encuentro en el manejo del desorden, una idea que pertenece al pensamiento clásico, a la física más elemental, al descubrimiento de la ciencia, y que está muy presente en la discusión de las políticas, pero al mismo tiempo origina muchas internas que se deben contener. Hay que cerrar constructivamente el abanico de posibilidades y al mismo tiempo eso genera reticencias entre quienes dicen que no hay que hacerlo. Lo que persiste del peronismo es la identidad de un dilema.

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En Perón. Reflejos de una vida, González examina las fuentes textuales del peronismo y su modo de uso de la palabra.
Imagen: RAFAEL YOHAI
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