PAGINA/12 REGALA A SUS LECTORES “EL LIBRO BOBO DE BUSH”
Esos furcios de doble filo
Dividido en seis capítulos temáticos –diplomático, pacifista, filósofo, economista, estadístico y “Bush por Bush”–, el Libro bobo puede llevar a la carcajada, pero también al espanto.
Por LILIANA VIOLA
El presidente Bush pone el cuerpo. No a las balas que él mismo manda disparar, pero sí a los debates, a las charlas, a su público. Cuando llega la hora de decir barbaridades, no se esconde atrás de sus voceros, habla en cada ocasión, aunque sepa que se va a tropezar con la primera palabra difícil que aparezca y con su propia lengua pastosa. No le importa; el presidente enseguida se levanta y sale del aprieto con algún eslógan, como “Si no están con nosotros, están contra nosotros”, “Ellos luchan por la paz, nosotros también. Ellos no detienen su exterminio y nosotros tampoco”. Luego, se olvida de lo que estaba diciendo, llama grecios a los griegos, eslovenios a los eslovacos y en cuanto se lo advierten se le cuelga en la cara la risa boba de los malos estudiantes. Pero eso no lo amedrenta y vuelve a comenzar: “La gente espera que fracasemos. Nuestra misión es ir más allá de su expectativa”, y si entonces llegan a recordarle que se equivocó de nuevo, enseguida responde que “no me dedico a pensar mucho por qué hago las cosas que hago”. Tiene una artillería de metáforas para sus acciones más discutidas: “Continuaremos con nuestra cacería de asesinos, recuerden que son los pájaros los que se supone que sufren, no el cazador”. El presidente, además, suele utilizar un término en lugar de otro en el momento menos oportuno: “No creo que en Irak vaya a haber en los próximos días, como están dadas las cosas, una erección”. Y finalmente, acosado por las preguntas de los periodistas, el orador ejemplar también se muestra capaz de interrogarse: “No sabía que tuviéramos tantas armas en América. ¿Para qué queremos tantas?”
Lo que se ve como una caricatura de los hermanos Marx es en realidad el modus operandi del actual presidente de Estados Unidos. Y las frases que parecen sacadas de un guión son apenas una muestra de lo que es capaz “el asesino serial de Texas”, como lo bautizó Susan Sontag. Mientras el mundo ríe de sus torpezas y se agregan cada vez más citas estúpidas en la página web creada especialmente para ello (www.bushisms.com), cuantos más chistes inteligentes suscita su imagen, con más impunidad avanza su política de exterminio.
El libro bobo de un vivo
Este domingo y en una producción especial para sobrellevar estos días cumbre que tocaron vivir, Página/12 regala El libro bobo de Bush. Se trata ya de un clásico que recorre el mundo y que consiste en una recopilación de citas textuales que Bush ha ido haciendo famosas, desde sus años de gobernador hasta hoy. Cazar estupideces salidas de su boca se ha vuelto un deporte americano. Pequeña revancha de la impotencia o botella al mar que por un rato provoca risa y a la larga podrá ser tomada como documento, explicación de los males de la época, males que el lenguaje, o el desprecio por el lenguaje, pone en evidencia. En esta edición especial, el libro fue dividido en seis capítulos que muestran de modo irónico esa cantidad de perfiles del mismo ser: Bush diplomático, pacifista, filósofo, economista, estadístico y un último dedicado a “Bush por Bush”, donde se compilan las frases con las que él encuentra placer en autodefinirse. Las ilustraciones de cada portada fueron realizadas especialmente por Daniel Paz y muestran al personaje en seis poses, seis caras del chiste más negro de este siglo. Entre las gemas que encontrará el lector hay verdades reveladas, del estilo “Como líder se han equivocado conmigo”, y conclusiones únicas: “Creo que los seres humanos y los peces pueden coexistir pacíficamente”.
Ya Susan Sontag advertía sobre la aparente estupidez que encierra este culto por la torpeza: “Los republicanos se sienten tan fuertes que no temen a nada. Algunos pueden pensar que, por el hecho de ser tan bárbaros como son, deben ser también estúpidos. No lo son, en absoluto. Son competentes, inteligentes y tienen valentía para defender sus perversas convicciones. Desde Adolf Hitler se sabe perfectamente la importancia del espectáculo para que un líder proyecte una imagen de fuerza. Pero, en ese sentido, nunca nadie se había atrevido a tanto como Bush”. Bush se expone y sabe muy bien que el efecto de su imagen o el ronroneo de su palabra esquemática es más poderoso que el papelón. No hay imaginación posible, ni siquiera nuestras tristes experiencias en términos de presidentes ricos en furcios, que supere tal afrenta al sentido común, a la sensibilidad e inteligencia de los oyentes. Decía un periodista americano: “Su discurso es una combinación de ideas confusas, palabras carentes de cualquier significación real en el mundo de los vivos, y todo envuelto en el tono autosuficiente propio de un juez ignorante, estirado, y apegado a la moralina que se arroga privilegios propios de la divinidad”. Y así es, son muchas las referencias que hace Bush a su estirpe divina y a su consecuente cruzada por la fe: “Dios y yo los amamos y queremos enviarles palabras de paz”.
A la luz de su política exterior y su política interna respecto de las minorías, sería muy ingenuo pensar que alguien que tiene tal desprecio por la palabra no lo tiene también por la vida, la comunicación con su propios ciudadanos, vecinos y demás países. Debe recordarse que este compendio del sinsentido proviene de alguien que inventó una guerra, prácticamente robó unas elecciones y entre cuyos logros como gobernador de Texas se incluyen los peores niveles de contaminación y corrupción, y las tasas más altas de encarcelamiento y condenas a muerte en todo el mundo. El 40 por ciento de los condenados a muerte de Texas fueron negros y el 22 por ciento latinos. Al respecto y en su momento, George Bush también tuvo algo que decir: “Creo que no condenamos a muerte a ningún culpable... quiero decir, inocente”. No es casual nada de lo que aquí se lea, que un mandatario que se cree dueño del planeta, cuando le habla a una población que también se cree única, confunda siempre el concepto de “patria” con el de “mundo”. Harold Pinter, recién galardonado con el Premio Nobel, ha señalado que para este personaje macabro, las otras muertes, las que no son las del 11 de septiembre en Nueva York, son irreales. Efectivamente, no se encontrará en este libro bobo ni tampoco en sus discursos completos referencia alguna a los tres mil muertos en Afganistán, a los cientos de miles de niños iraquíes muertos a partir de las sanciones inglesas y estadounidenses que les prohibieron medicinas esenciales. Constantemente repite que “tenemos enemigos en todas partes”, que “tenemos que embarcarnos en una guerra interminable” y que cualquiera que se oponga al gobierno es antipatriótico.
Es una fórmula efectiva, capaz de persuadir a mucha gente. La paranoia es persuasiva. Este libro, pensado en tono de broma, sirve para rastrear la fórmula perversa que se esconde tras algunas muletillas. Los libros de citas son un género tradicional en la industria editorial y suelen ser muy utilizados por futuros oradores. Habrá que preguntarse cuántos políticos encontrarán en estas frases tontas inspiración para sus futuras alocuciones. Seguramente muchos lectores encontrarán en ellas la punta del ovillo de tantas desgracias.