Sábado, 11 de agosto de 2012 | Hoy
FOTOGRAFIA › MUESTRA DEL COLECTIVO YO NO FUI EN LA FERIA DEL LIBRO DE FOTOS DE AUTOR
Además de 42 imágenes tomadas por las integrantes del grupo –mujeres detenidas en la Unidad 31, de Ezeiza–, Yo No Fui presenta su primer libro, Luz en la piel, en la feria que lleva once ediciones en Espacio Ecléctico.
Por María Daniela Yaccar
“La cárcel no debería existir. Pero lo cierto es que existe.” María Medrano admite lo inevitable pero se niega a naturalizarlo. De ahí que esta poeta sostenga, desde hace una década y cada vez con más colaboradores, el más célebre proyecto relacionado con el arte en prisión, responsable de la tapa de un disco de Las Pastillas del Abuelo y protagonista de un reciente y delicado documental llamado Lunas cautivas, de Marcia Paradiso. Yo No Fui nació como un taller de poesía en el penal de Ezeiza y hoy es una asociación civil que empuja iniciativas culturales y productivas tanto adentro como afuera de la cárcel, para quienes salen de ella y para todos los que gusten sumarse. Tiene una sede en Palermo y otra, más nueva, en Vicente López. Imparable, el colectivo acaba de publicar su primer libro de fotos, Luz en la piel, que recopila material del taller que brinda Alejandra Marín a las mujeres detenidas en la Unidad 31, de Ezeiza. Será presentado este sábado a las 20.30 en la XI Feria del Libro de Fotos de Autor (ver aparte), donde, además, Yo No Fui tiene una muestra de 42 imágenes tomadas con la técnica estenopeica.
Es el momento oportuno para que un trabajo como éste salga a la calle, en medio de la polémica generada por la nota que publicó Clarín el domingo 29 de julio. Allí se denunciaba la utilización de presos para actos políticos. La organización que encabeza Medrano se propone “abrir la cárcel”. No solamente con talleres que dictan, incluso, algunas ex detenidas, sino también con festivales dentro y fuera, con una acentuada participación de la sociedad civil. “Esa nota generó confusión y despertó la bronca de la gente que siempre pide más mano dura, más cárceles y más represión. Me parece de una pobreza infinita que la discusión quede en eso y que no profundice en los defectos del sistema penitenciario. La gente se asombra porque una persona que está privada de la libertad sale a un evento cultural pero no cuando hay denuncias de torturas”, se queja la poeta. Opina, por otro lado, que “éste es un momento político en el que uno espera un cambio real y no solamente de fachada”.
Quizá sin proponérselo, Luz en la piel viene a cuestionar el imaginario que tiene sobre el preso una parte de la sociedad. “Las personas que estamos privadas de libertad no sólo producimos violencia o todas las cosas malas que dicen los medios de comunicación. Nosotras también podemos hacer arte y con mucho amor”, escribió, para el libro, Miriam López. En las primeras páginas se ve también la firma de Liliana Cabrera, discípula de Medrano, brillante poeta, autora de dos libros y fundadora de la primera editorial cartonera en un penal de mujeres, quien resume la particularidad del taller de fotografía y sus resultados. “Es muy difícil encontrar diferencias a lo largo de los años en un patio de 5 x 7. Siempre los mismos bancos de cemento, el mismo pasto, el alambre de púa que parece enredar el cielo, los mismos alambrados que cortan en cuadraditos el horizonte.” Por razones obvias, las fotos de Luz en la piel han sido tomadas todas en el mismo lugar. En ese espacio minúsculo, una espalda íntegramente tatuada, un par de botas y una mujer con su hijito –en la Unidad 31 está el pabellón de mamás– recuerdan que la cárcel existe. Pero también que el arte puede transformarla en otra cosa, al menos por dos horas.
Eso es lo que dura el taller de Marín, una fotógrafa que se siente atraída por iniciativas de carácter social. Lleva doce años trabajando en Ciudad Oculta. Tuvo otra intensa experiencia en un contexto de encierro (en la Unidad 20, la que antes funcionaba en el Borda). Y no dudó en dar el sí cuando, en 2009, Guadalupe Faraj y Cecilia Glik la invitaron al taller de Ezeiza. Desde 2011 coordina la actividad junto a Ruth Guzmán y Natacha Ebers. “Conmigo se incorporó la fotografía estenopeica”, desliza. Se trata de una de las técnicas más ancestrales para capturar imágenes. En el taller, las chicas fabrican sus propias cámaras con cajas de cartón, de fósforos y latas, que se venden en la feria junto con el libro. “Hay que ponerle mucho el cuerpo. Es una forma muy reflexiva y crítica de hacer fotografías. No se trata de sacar mil por minuto como con el celular”, explica Marín. Otro foco de la actividad está en la labor colectiva. “Alguien piensa la imagen, otra modela, otra decide tiempo de exposición, una revela y otra positiva”, detalla. “Aprendés a trabajar en equipo”, coincide Camila Díaz Avendaño, una participante del taller que ya recuperó su libertad y que, junto a Medrano y Marín, estará el sábado presentando el libro. “Si te llevabas mal con alguien, en ese momento tenías que olvidarte.” Cada lunes, de 11 a 13, el salón de peluquería de la unidad –donde se dictan talleres de ese oficio– mutaba en laboratorio.
Como casi todo lo que ocurre con Yo No Fui, que es muchísimo, tanto la retrospectiva como el libro fueron el resultado de una suma de voluntades. Fue Camila la que encendió la llama. En prisión la visitó Eugenia Rodeyro, su cuñada, organizadora de la Feria del Libro de Fotos de Autor junto a Julieta Escardó. Entre mates, Camila le comentó que participaba de un taller de fotografía estenopeica. Rodeyro se asombró y enseguida propuso editar el libro a través del sello de la feria, La Luminosa. “Aparecieron un montón de personas que hicieron esto posible, porque no había un peso”, recalca Medrano. Pablo Grancharoff se hizo cargo de la impresión de los pliegos. Y encuadernadoras y diseñadoras también ofrecieron su mano de obra, gratis. Todo lo que se recaude por la venta de Luz en la piel y las cámaras durante la feria se destinará a la asociación civil, que va camino a convertirse en empresa social. Tal es el sueño de Medrano por estos días.
Por eso los miembros de esta movida ejemplar están poniéndole garra, ahora, a la cuestión productiva. “Queremos formalizarnos como cooperativa. Uno de nuestros objetivos es la generación de ingresos: si no conseguimos que a través de los talleres la gente gane su dinero, me frustraría un poco”, desliza Medrano. Yo No Fui tiene una tienda virtual (tienda.yonofui.org.ar) desde la cual se pueden adquirir productos, todos ellos de carácter artesanal, como muñecos, anotadores y manteles. Medrano adelanta, además, que la organización participará de Cafira, la muestra más importante de regalería y decoración del país, que tendrá lugar del 23 al 26 de agosto. Es todo un logro. Uno más.
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