Martes, 2 de agosto de 2016 | Hoy
FOTOGRAFIA › MáS DE 300 ARTISTAS PARTICIPAN DEL FESTIVAL DE LA LUZ
El tema de esta edición es Rastros de irrealidad. El monumental encuentro, que tiene como directoras a Elda Harrington y Silvia Mangialardi, se celebrará hasta fines de agosto en 62 espacios de 25 ciudades de todo el país. Son 110 exposiciones.
Por Andrés Valenzuela
“Inauguramos la muestra acá y nos llevamos a los chinos para Salta”, suspiran Elda Harrington y Silvia Mangialardi, directora y directora artística del monumental encuentro de fotografía Festival de la Luz, que se celebrará hasta fines de agosto en 62 espacios de 25 ciudades de todo el país con una cantidad de propuestas abrumadora: 110 exposiciones de más de 300 artistas. En Buenos Aires destacan las sedes del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Av. del Libertador 8151), el Centro Cultural General San Martín (Sarmiento 1551) y el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473), aunque a la propuesta se suman cantidad de otras instituciones públicas y espacios privados, sin contar los lugares de exposición en las provincias de todo el país. Aunque la inauguración oficial –en el CCGSM– será el lunes próximo a las 18.30, lo cierto es que desde el jueves pasado se pueden visitar algunas muestras y por estos días Harrington y Mangialardi andarán de una vernissage a otra controlando la buena marcha del festival. El tema de esta edición será Rastros de irrealidad y sobresale la presencia de una comitiva de fotógrafos coreanos (ver recuadro “Recomenados...”).
En las paredes de decenas de espacios se cruzarán autores argentinos y extranjeros. El festival, señalan sus organizadoras, tiene una fuerte impronta latinoamericana y asiática, aunque no descuida el espacio entre ambas líneas. También hay europeos y algún norteamericano. Basta mirar un poco el catálogo para caer en la cuenta de que es imposible resumir en pocas líneas todo su caudal expresivo. Desde los retratos de las masificadas playas brasileñas hasta las inquietantes construcciones y montajes de la muestra colectiva que escenifica el concepto central del encuentro, pasando por las fotografías documentales y las miradas sobre zonas veladas de la vida cotidiana, en todas hay posibilidad de sorpresa por distintos motivos.
S. M.: –En realidad, cuando terminó el festival anterior veníamos de temas muy duros, como las migraciones, la pasión, dijimos “vamos a hacer algo más suave”.
E. H.: –¡Más volado!
S. M.: –Y pensamos en esto de la irrealidad. Con el hacer nos dimos cuenta que no sólo era duro, sino que probablemente se trate de uno de los más duros de la historia del festival.
S. M.: –Porque uno puede entender la irrealidad de muchas maneras. Tiene muchísimas acepciones, pero la más común es que la irrealidad es una realidad que nos es ajena. Otra acepción alude a todas estas cosas que no deberían poder creerse y se nos naturalizan. No quiero dar un ejemplo de política local, pero pensemos un mundo donde hacer humor puede ser peligroso.
E. H.: –Como en la revista de París (alude al semanario satírico Charlie Hebdo). O casos donde un señor alquila una camioneta y mata ochenta franceses como sucedió en Niza hace poco. Lo que pasa con el terrorismo en el mundo se acerca más a una irrealidad que a la realidad.
S. M.: –Después también está todo lo ficcional que es una irrealidad, pero en el fondo es una manera de hablar de las cosas que más nos duelen, que más nos tocan.
E. H.: –Fijate la exposición de un reportero como Tomás Munita, que es de Chile, él es fotógrafo de The New York Times. Muestra en sus tomas de Afganistán la vida cotidiana durante la guerra. Cruza una mirada fotoperiodística con una cosa más artística donde busca la vida de estos chicos jugando, la gente trabajando, la vida en una zona donde a alguien la guerra se le convierte en algo cotidiano. Eso es una irrealidad total. La guerra no tiene por qué ser una cosa cotidiana. Si mirás con atención, vas a ver que todas las fotos pasan por algún tipo de irrealidad. El caso de Monasterio con los desaparecidos en Ayotzinapa, él habla de los 43 desaparecidos en esa localidad. Esa es una irrealidad total, una realidad distinta.
S. M.: –Creo que el festival es sumamente amplio y en un punto no creemos ni en los géneros ni en las líneas. Con lo cual el criterio de selección es más la potencia del mensaje o la sensación que te da la obra que alguna línea o en algún género. Esto es en lo que fundamentalmente creemos, la subjetividad del arte.
E. H.: –Porque empezamos por contar que cada vez que con Silvia viajamos a algún festival o alguna feria o evento internacional y hay una obra que nos enamora, siempre es coreana. Nos ha pasado durante años. Si decimos “mirá qué maravilla”, es coreano. Si es una muestra colectiva que no sabés con cuál quedarte, es coreana. Venimos viendo que el arte coreano, en particular la fotografía, nos ha tocado. Nos encanta la estética que tiene. Tuvimos la oportunidad con el festejo de los 50 años de la inmigración coreana a la Argentina: la embajada organizó distintas actividades y me invitó a formar parte. Ahí hicimos el primer acercamiento, si bien ya habíamos traído dos muestras en 2014.
E. H.: –Creo que la palabra es “sutileza”. A mí me llama a la reflexión y la contemploación. Son de una exquisitez...
E. H.: –El festival cumple 27 años y no teníamos país invitado porque siempre era más una cuestión de oportunidades. Pero cuando organizábamos el festival de 2014 sentíamos que Chile faltaba. No venían a mostrar portfolios, ni se presentaban a las convocatorias. Empezamos a intentar el cruce de esa gran barrera que son los Andes y romper con eso. Fuimos varias veces y decidimos invitarlos. ¡5000 kilómetros de límites comunes y no venían! Organizamos cantidad de muestras, algunos intelectuales vinieron a dar charlas, curadores de allá. Fue fantástico y a partir de ese momento empezaron a venir.
E. H.: –Pasó que después de estar 19 años en el Centro Cultural Recoleta no nos lo dieron para este año. Hubo un cambio de funcionarios y no nos lo dieron. Tuvimos problemas similares en varias provincias. El Museo de Bellas Artes de Neuquén, que era nuestra sede en el sur, cambió de director y la nueva directora no quiere ni participar con una muestra propia. En el cambio de funcionarios pasan estas cosas. Te encontrás gente a la que le interesa y gente que por algún motivo u obstáculo no quiere tener nada que ver.
S. M.: –La dificultad también se planteó por el momento en que nos enteramos de que no teníamos los espacios. Si vos tenés tiempo, planificás. Si te enterás en marzo... Pero nos gustaría resaltar la solidaridad de los espacios que cuando se enteraron nos hicieron un lugar. Que el Bellas Artes, que el Conti, el Sívori y otros habla de la solidaridad.
E. H.: –También hubo solidaridad de los fotógrafos que hicieron cadenas de firmas con varios miles de firmas de todo Latinoamérica, que nos preguntaban en cada encuentro al que íbamos.
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