Las apariciones de Leonardo Da Vinci en el cine y la tevé han sido escasísimas en comparación con el renombre de su figura. Una escenita perdida en Hudson Hawk que lo mostraba como alquimista; la parodia de La loca historia del mundo cuando Jesús y los apóstoles lo llamaban para que los retrataran en La última cena; su nombre y misterio en El Código Da Vinci, y no mucho más. Siempre entre el desborde y el genio creativo más allá de lo concebible. Llamado a ser un actor de reparto de la industria del entretenimiento, el mayor acierto de Da Vinci’s Demons es el de darle protagonismo al hombre del Renacimiento. Moviecity acaba de estrenar su segunda temporada (va los domingos a las 23), que constará de diez episodios de una hora.

Creada por el guionista y productor David S. Goyer, la ficción se introduce en la vida de un Da Vinci joven (Tom Riley) que ya es un visionario, místico, arquitecto, pintor, cocinero, y quién sabe cuántas cosas más. El protagonista es el centro en una época de peleas políticas en la Florencia de los Pazzi y los Medici (al estilo The Tudors y Los Borgia), también aparecen organizaciones secretas y un misterioso Libro de las Hojas que desvela al protagonista. La serie ha sido señalada por ciertas inconsistencias históricas, como que el artista caiga rendido a los pies de Lucrecia Donati (aunque en otros capítulos indagaron en gustos sexuales más variados). Lo que Da Vinci’s Demons propone es una ruleta histórica, entretenida y grandilocuente, una divina proporción claramente televisiva.