Martes, 3 de junio de 2008 | Hoy
MUSICA › JACK JOHNSON Y EL SUCESO DE SLEEP THROUGH THE STATIC
Su destino de surfista profesional quedó trunco tras un accidente, pero así se abrieron las puertas de la música. Su último disco, el primero grabado en un estudio con energía solar, lo confirma como un artista que cruza a varios públicos.
Por Francesco Manetto *
Despertar en medio del océano Pacífico tiene sus ventajas. Primero, la sensación de estar viviendo unas vacaciones interminables. Las olas de Hawai, la playa, el sol y el silbido del viento marcan más allá de los tópicos. Jack Johnson lo sabe, porque aprendió a caminar a orillas del mar y allí elaboró su filosofía; tal vez por eso, su voz desde la isla de Oahu suena relajada y algo perezosa. “¿Mi último disco? Vamos a ver: cuando reuní los temas suficientes decidí editarlos, y me puse a trabajar en el estudio”, dice simplemente. Parece la historia de cualquier álbum contada por cualquier músico. Pero ese disco, Sleep Through The Static, es uno de los más vendidos de las últimas semanas en EE.UU. y, sobre todo, porque ese músico de 33 años sólo necesita su tiempo para despertarse.
Así, Jack comienza a desenfundar expresiones como “espiritualidad”, “concientización”, “influencias de los viajes”, “nuevas amistades” y hasta “fue un proceso parecido al que vivió Radiohead” (para referirse a su quinto trabajo en siete años y tras haber vendido más de 15 millones de discos). Un lanzamiento que llega después de unos meses sabáticos viajando por las playas de EE.UU., Australia, América latina, Asia y Sudáfrica. Y que confirma la inquebrantable fidelidad hacia su primera pasión y fuente de inspiración: la tabla de surf. El la define como “adicción”, aunque no quiere quedar encasillado como simple beach boy ni como músico fetiche de los trotamundos amantes de las olas. “La gente de todo el mundo escribe canciones sobre lo que hace y lo que le pasa. Es lo normal. Yo puedo contar mi historia hasta el más nimio detalle, pero de alguna manera me considero también una víctima de lo que ocurrió”, cuenta. Lo que ocurrió podría ser el argumento de una serie de TV, pero fue real: un accidente casi mortal que le cambió la vida.
Nacido en la isla hawaiana de Oahu en 1975, Jack es el menor de tres hermanos que, siguiendo la tradición familiar, desde la más tierna infancia convierten el surf en un oficio. “Allí las cosas funcionan así. El surf puede ser un trabajo. Así empiezan también las competiciones, los torneos juveniles, los fines de semana en la playa.” Y, sobre todo, Johnson comienza a alimentar su obsesión. Ya a los 12 años se siente listo para enfrentarse a olas de varios metros, en particular a una conocida en el Pacífico como pipeline. A los 17, el mundo se le cayó encima. Fue un imprevisto, una distracción o un tiempo mal calculado: esa caída acabó con su sueño de convertirse en surfista profesional, estuvo a punto de dañarle la espalda de forma irreversible. Lo dejó inhabilitado algunos meses, en los que tomó por primera vez una guitarra y empezó a tocar canciones de Cat Stevens. “Tocaba sobre todo por la noche. No recibí ni una clase. No pretendía convertirme en músico, sólo quería pasarlo bien con mis amigos.” A 15 años de aquel accidente, recuerda: “En realidad, ese día cambió mi perspectiva acerca de lo que quería de mi vida... En ese momento casi sólo pensaba en volver a surfear, pero en el fondo podía contar con algo más: la música. Y de eso me di cuenta unos años más tarde”.
Por aquel entonces, la música le venía bien sobre todo para impresionar a las chicas. Por ejemplo, a Kim, su pareja desde la Facultad de Cine en la Universidad de Santa Barbara y con la que sigue viviendo entre Hawai y California. Hasta que un día, “a fines de los ’90 y después de una vuelta al mundo junto a unos amigos que acabó en el rodaje del documental sobre Thicker Than Water”, algunas de sus maquetas llegaron al buzón de J. P. Plumer, productor de Ben Harper. “Escuché a Ben Harper en el colegio y me inspiró muchísimo.” Cuando lo menciona, Jack habla más despacio, cuestión de admiración y de agradecimiento: Plumer lo contrató para editar en 2001 su debut, Brushfire Fairytales. Esas canciones, sencillas historias de amor, amistad y desamor, parecen reflejar la que aún hoy es la vida del músico. La rutina de Johnson está hecha de pequeñas cosas que nada tienen que ver con excesos tradicionales de los surfistas: tranquilidad, música, sus hijos de dos y cuatro años y un firme compromiso con el medio ambiente. ¿Ejemplos? “Me gusta echar un cable a amigos que organizan festivales, trabajar en el estudio (posee el Solar Powered Plastic Plant, en Los Angeles, que funciona con energía solar), escuchar música, jugar con mis niños, recogerlos del colegio, cantar una canción, ver una película. Hago una vida normal.” ¿Y el surf está abandonado? “Dije que hago una vida normal. Por supuesto que practico surf.”
* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.
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