Sábado, 27 de septiembre de 2008 | Hoy
MUSICA › EL RETORNO DE THE MOCKERS, UNA HISTóRICA BANDA URUGUAYA DE LOS ’60
Hace 40 años grabaron un disco salvaje y genial, pero duraron muy poco. Ahora regresan con el reto de mantener la mística.
Por Cristian Vitale
“Estamos conectados, al fin.” Como si el tiempo no hubiese transcurrido, la comunicación telefónica está complicada. PáginaI12 de este lado y Esteban Hirschfeld de aquel intentan un lazo virtual entre Buenos Aires y Montevideo. La línea se corta varias veces y, cuando no, se oye de fondo un batifondo descomunal. Está Polo, tal vez la más salvaje, ríspida y rolling voz de toda la historia del rock del Río de la Plata; está Jorge Fernández, primera guitarra y segunda voz, autor de algunas gemas como “What a life” o “Don’t go away”; y está Julio Montero, el bajista. Están, entonces, los cuatro Mockers sobrevivientes. “Lamento que no se escuche bien, pero no puedo parar esto”, se disculpa Hirschfeld, el tecladista –y compositor de la mayoría de las canciones del grupo– totalmente sumergido en un ambiente en el que, pese a los cuarenta años que pasaron entre la grabación del único LP de la banda uruguaya y hoy, se mueve como pez en el agua. “Nos encontramos a gusto y nos encendimos rápidamente como si jamás hubiese sucedido lo que sucedió”, agrega.
Lo que sucedió, en trazo grueso, es que Los Mockers tardaron –casi– cuatro décadas en revivir una mística que increíblemente había durado demasiado poco: apenas dos años (1963-1965) como Los Encadenados, cuatro adolescentes estudiantes del Liceo Zorrilla que tocaban temas de Teen Tops y The Shadows con guitarras sostenidas mediante cadena y unos tres o cuatro más con el nombre definitivo, que superponía y asociaba, además de significar burla, dos motes disociados: mods y rockers. Un minirrepaso histórico da la grabación de un simple en castellano (“Quiero irme”/“Nena mía”), dos más en inglés y el disco debut: una obra impecable, de incalculable valor histórico-estético. Estaban Los Shakers, sí; también Los Gatos Salvajes, pero ese disco corrosivo de Los Mockers posiblemente trascienda como la más cabal manifestación de sonido y filosofía rocker de la época: eran como los Stones y como los Kinks, y como los Animals, y como los Who en tierras de candombe y tango; eran como enviados del diablo destinados a meter la cola en un imaginario en tensión: el de los sesenta.
“No tuvimos el éxito que esperábamos, porque éramos muy punks antes de que naciera el género como tal. Por suerte, pudimos dejar un disco bien grabado, que no envejeció mal. Y hay grupos actuales que nos han tomado como referentes; en Argentina sabemos de Valle de Muñecas, cuyas canciones son muy buenas, y han hecho versiones nuestras”, sostiene Hirschfeld, cuyo acento español deschava su largo anide en Valencia. Sin la presencia de Beto Freijedo, el baterista muerto en 1972 en un accidente de motos, el milagro ocurrirá mañana a las 20 en Ultra (San Martín 678) cuando los cuatro integrantes originales más el baterista de Boomerang (Nicolás Rodríguez) reescriban la historia con parte gruesa de aquel disco y un agregado munido de canciones grabadas durante los albores del reencuentro.
“Todo comenzó a raíz de un viaje que hice a Uruguay en el 2005. En principio era un viaje sin ninguna intención mocker, pero de repente apareció Jorge, que vivía en Argentina, y me recordó que estábamos a punto de cumplir cuarenta años de la grabación del primer disco. Entonces llamamos a Polo, que vive en Suiza, a Julio a España y la cosa fue grabar material nuevo, original, en Valencia. De ahí surgió la idea de hacer un toque en Uruguay y Argentina”, cuenta el tecladista. La expectativa, entonces y más allá de las canciones nuevas, está puesta en develar si ese material (reeditado en Argentina a través del sello La Vida Lenta) resiste en vivo el poder devastador del tiempo.
–¿Por qué se separaron tan temprano? Tal vez ello también explique por qué no tuvieron la misma trascendencia que Los Shakers o Los Gatos.
–Habíamos llegado a un techo y no teníamos más salida, pero fue una separación amistosa. Primero me fui yo, después hicieron un segundo disco, se fue Polo y los demás no llegaron a grabar el tercero como tenían previsto. Eramos demasiado under, demasiado crudos para el momento, y lo seguimos manteniendo. Yo, por suerte, nunca evolucioné hacia el jazz, la fusión, el flamenco o el candombe: seguí haciendo rock toda la vida.
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