Sábado, 27 de septiembre de 2008 | Hoy
MUSICA › UN CICLO DEL GRUPO VOCAL DE DIFUSIóN
La agrupación, que atesora más de veinte años de trayectoria, presentará en la iglesia de San Ildefonso un repertorio que promete varias piezas corales raramente interpretadas.
Por Diego Fischerman
Hay coros vocacionales. Hay, también, coros para desafinados y, tal vez, en alguna parte, los haya para sordomudos. Pero existen, también, los coros profesionales que, aunque en la Argentina difícilmente vivan de eso, interpretan músicas cuyas exigencias están más allá de la simple afición. Mariano Moruja dirige uno de ellos, el Grupo Vocal de Difusión, señala como faro al Estudio Coral de Buenos Aires, que conduce Carlos López Puccio, y dice, riéndose un poco, que tal vez el problema es que todos se llamen “coros”. El suyo, con más de veinte años de trayectoria encima y el sello de haber sido uno de los pocos –nuevamente aparece López Puccio entre los referentes– en haber abordado repertorio contemporáneo, es, sin duda, uno de los que vale la pena escuchar. Y mañana volverán a comenzar un ciclo que, además, permitirá oír mucha música magnífica raramente interpretada.
Los últimos domingos de este mes, de octubre y de noviembre, el GVD cantará, a las 17, en la iglesia de San Ildefonso (Guise 1939). La novedad, esta vez, es contraria a lo habitual. El coro irá un poco más atrás de lo que acostumbra y hará música de Johannes Brahms –cuatro canciones de su Op. 93– y una pieza del renacentista inglés Thomas Tomkins. Habrá también obras de Giovanni Battista Pergolesi y de Robert Pearsall, un inglés que vivió gran parte de su vida en Alemania y que compuso, en la primera mitad del siglo XIX, lo que todavía son algunos de los hits corales del Romanticismo. Y el resto del concierto corresponde a los siglos XX y XXI. Una de estas obras será la Canción para un funeral de John Tavener, el compositor cuya carrera discográfica comenzó gracias a Ringo Starr y a una casualidad. El autor trabajaba, en 1969, como plomero y había ido a arreglar el baño del baterista de Los Beatles. Conversaron. Uno dijo que era músico y el otro también. Pero Tavener no conocía a Los Beatles, lo que a Ringo le causó mucha gracia. Le pidió que le llevara alguna grabación con música suya y el compositor le entregó a los pocos días una cinta casera con una pieza para piano. A Ringo le encantó y Tavener fue el primer –y único– compositor clásico en el catálogo de Apple.
“El repertorio no se piensa en función del público, de una posible mejor o peor respuesta, sino como parte de un proceso en que la docencia y el tiempo dedicado a ensayos y preparación tienen mucho que ver”, cuenta Moruja a PáginaI12. “Las obras elegidas estarán junto a nosotros mucho tiempo y tienen que ser músicas con las que nos sintamos cómodos, que nos despierten interés y, también, algo de curiosidad. En realidad, las maneras de acercarnos a algunas obras son curiosas. La pieza de Whitacre, que es explícitamente emocional y que en lo armónico me parecía complaciente, con una estética cercana al minimalismo, me despertaba muchas dudas hasta que empecé a estudiar la gestualidad con la que debía dirigirla. Y esa gestualidad que la obra despertaba me provocó una gran emoción y fue la que me convenció de hacerla.” La composición de Whitacre está basada en el mismo texto que la de Tomkins –Cuando David escuchó– y el programa se completará con una pieza de Heppenner que trabaja con la espacialidad del coro –“para hacerla tuvimos en cuenta las particulares resonancias de la iglesia de Guise”, cuenta Moruja– y una obra de Messiaen sobre el mismo texto –O sacrum convivium– que la de Pergolesi.
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