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Lunes, 20 de octubre de 2008

MUSICA › THE KLAXONS PRESENTARON EL PERSONAL FEST 08

Símbolos del recambio generacional

 Por Roque Casciero

Ni siquiera hace falta ir hasta la barra si uno anda con sed o hambre: en el medio del local, una camarera reparte champagne de primera marca, mientras una colega suya alcanza vasitos con los helados más ricos de Buenos Aires. Cerca de la puerta de La Trastienda, Pancho Dotto baila rodeado de modelos sub 20, como siempre, cada vez que una cámara le apunta a su harén. Las reglas del “eventismo” se cumplen a rajatabla en la presentación del Personal Fest 2008, aunque esta vez la única diferencia entre el VIP y los mortales sea que hay sillones para despatarrarse (muy elegantemente, eso sí). Pero pegados al escenario hay un centenar de chicos que saltan, revolean cerveza, sacan “fotis” con los “celus”, transpiran desodorante y viven el concierto de los Klaxons con una intensidad que no figura en el manual del correcto eventero. ¿Serán los que pagaron entradas carísimas para estar cerca del cuarteto británico? Cualquiera sea el modo en que hayan entrado, ellos son los que se contagian de la energía que baja del escenario: actitud bien rockera, ritmos imposibles de seguir con los pies quietos, melodías pegadizas, coritos armoniosos que piden ser cantados en la cancha. Aquí y ahora, de primera mano, un poco de new rave: en joda, los propios Klaxons bautizaron así a la generación que conjuga en tiempo presente a los verbos “rockear” y “bailar”, sin imaginar que la prensa británica iba a tomar el nombre y a encargarse de publicitarlo como la nueva gran cosa.

La presencia del cuarteto ganador del prestigioso Mercury Prize (se lo arrebataron a Amy Winehouse) es la mejor presentación posible para la quinta edición del Personal Fest, que el 31 de este mes y el 1º de noviembre hará desembarcar en el Club Ciudad a clásicos masivos como R.E.M. y The Offspring; artistas de culto como Spiritualized, Jesus & Mary Chain y The Mars Volta; y la nueva sangre británica de !!! (pronúnciese chk chk chk), Kaiser Chiefs y Bloc Party, entre otros. En buena medida, los Klaxons sintetizan actualidad e historia, porque en las canciones de su debut, Myths of the near future, hay referencias tanto al bajo de Joy Division como a la ansiedad por copar la pista de baile que transmite Daft Punk. El tecladista James Righton, que toca todas y cada una de esas melodías entradoras que en el disco parecen programadas, forma un tándem demoledor en las voces con el bajista Jamie Reynolds, pura actitud de punk bien educado. El violero Simon Taylor-Davis no puede controlar sus mechones oscuros, pero su guitarra para zurdos es una máquina de escupir riffs para saltar y bailar, y el “nuevo” baterista Steffan Halperin, con rulos rubios que hacen pensar en un Martin Gore veinteañero, le encontró el tempo justo a esta banda en la que la intensidad no sepulta a la prolijidad.

Pero sí que son intensos, al punto que algunos pibes se suben a bailar con ellos, como si ya no aguantaran estar abajo: todos forman parte de la fiesta, la misma energía positiva los engloba y no hay patovica que los baje. “Tenemos muchos familiares aquí”, bromea Reynolds en español. No son tantos, al fin y al cabo, porque más de media Trastienda está más entretenida con el catering. Pero los que sí son parte de la familia son más ruidosos, más fervorosos, más jóvenes. ¿Tiempo de recambio generacional?

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Más allá del “evento”, los Klaxons supieron poner calor en La Trastienda.
 
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