Jueves, 20 de noviembre de 2008 | Hoy
MUSICA › JOAN MANUEL SERRAT Y SU GIRA POR LA ARGENTINA
Ante un Gran Rex repleto, el español dio el primero de los recitales que continuarán en Rosario, Córdoba y Montevideo, repasando algunas de las canciones de su repertorio amplio y vigente que construyen una memoria colectiva.
Por Santiago Giordano
Están hechas de tiempo. Si desde hace décadas muchas de ellas continúan excitando esa parte del imaginario con el que las multitudes edifican los cancioneros, en las canciones de Serrat resiste un fondo implacable de individualidad. Como que no fueron hechas para todos, sino para cada uno. Entonces, volver a escucharlas puede ser el repaso de una colección personal de afectos, de momentos propios e intransferibles, que vale la pena confesar en el trance de un concierto, sobre todo ante quien fue capaz de impulsarlos. Las canciones de Serrat se comparten con él mismo, ahí está la gracia. El martes, ante un Gran Rex repleto, Joan Manuel Serrat dio el primer recital de otra gira rioplatense de su espectáculo Serrat 100x100, que continuará el 25 y el 27 en Rosario, el 29 en Córdoba y el 1 y 2 de diciembre en Montevideo. En Buenos Aires el catalán estará hasta el domingo y regresará entre el 5 y el 8 de diciembre, para completar diez presentaciones, de las cuales sólo la última todavía ofrece localidades disponibles.
Ante un público variado en edad y pertenencias –muchas madres y padres llegaron acompañados con sus Lucías, sus Irenes y sus Penélopes–, el catalán repasó durante casi dos horas algunas de las canciones de su voluminoso y siempre vigente álbum, con las que trazó una memoria que cada uno interpretó a su manera, con él como testigo. Pasadas las 21 la sala estaba repleta, y sin todavía abrir la boca Serrat motivó la primera ovación de la noche: estaba en el escenario, otra vez, como siempre, como cada año. Bajo el escote de la camisa fuera de los pantalones de jean asomaba la remera de algodón –como quien sabe que no hay que distraerse con la humedad de Buenos Aires– mientras las camaritas y los celulares parecían poco para retratar la sonrisa ancha y satisfecha que se levantaba saludando desde la platea hasta el pullman.
Enseguida el silencio delineó el espesor de la expectativa. El cantor ocupó el centro del escenario con la guitarra colgada; a su derecha el piano en manos del siempre listo Ricard Miralles; a su izquierda una mesa con una silla y en un balde, enfriándose, una botella de champán que de tan poco usada terminó siendo casi parte de la utilería. No había nada más en escena, hasta que comenzó “Cantares” y sobre el fondo del escenario se proyectaban imágenes que fueron cambiando en función de cada tema. La canción sobre la poesía de Antonio Machado inauguró una comunicación estrecha entre artista y público; una comunión hecha también de intercambio de risas y respetuosos silencios, sin histerias más allá del colorido “Te quiero, Nano” que quebraba de tanto en tanto alguna voz femenina.
El catalán usó las palabras con las que hilvanó los temas sobre todo para bromear. Con eso de que nadie se baña dos veces en el mismo río, Serrat ilustró el sentido de su espectáculo y más ligeramente inauguró una seguidilla de poco probables proverbios “orientales” que fueron un buen juego descontracturante durante toda la noche. Lejos de propósitos edificantes y de cierto Eros pedagógico que alguna vez asumió, sobre todo fuera de sus canciones, Serrat pareciera estar de vuelta de muchas cosas y da muestras de preferir ahuyentar el malhumor con chispa y agudeza.
Con ese vibrato ibérico que le sirve para cantar en serio o el tono aspirado y socarrón que usa para contar cantando, llegaron temas como “De vez en cuando la vida”, “Los fantasmas del Roxy”, “Me gusta todo de ti”, “Esos locos bajitos”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “Disculpe el señor”, “Mediterráneo”. Cada primera frase despertaba suspiros y adelantaba un aplauso. Impecable, Miralles fue bordando cada tema con gracia y solvencia instrumental, alternando motivos del original y nuevas ideas.
Cuando promediaba el show, Serrat recordó a Joaquín Sabina –otro segmento que justificó numerosas bromas– cantando “Y sin embargo”. Hacia el final, entre aplausos afectuosos y silencios respetuosos, llegaron “Hoy puede ser un gran día”, “Aquellas pequeñas cosas”, “Para la libertad” y una larga serie de bises que el público exigió sin moverse de sus asientos. Hasta que llegó “Lucía”, y todos quedaron satisfechos.
8-SERRAT 100X100
Recital de Joan Manuel Serrat.
Músicos: Joan Manuel Serrat voz y guitarra, Ricard Miralles piano.
Fecha: Martes 18 de noviembre. Repite hasta el 23 de noviembre y del 5 al 8 de diciembre.
Lugar: Teatro Gran Rex.
Público: 3300 personas.
Duración: 2 horas.
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