Jueves, 20 de noviembre de 2008 | Hoy
CINE › MAX PAYNE, DE JOHN MOORE, CON MARK WAHLBERG
Por Horacio Bernades
Después de Mortal Kombat, Resident Evil y Lara Croft, otra película basada en un videogame. Después de Se7en y Sin City, otro policial con mucha lluvia. Después de Promesas del este, Los dueños de la calle y Guardianes de la noche, otra de mafia rusa. Después de montones de películas de vengadores solitarios, una más. Si a esa multiderivación se le suma un héroe serio como una tumba, un experimento científico para obtener súper soldados y unos ángeles de la muerte que no se sabe muy bien de dónde salen pero revolotean por todas partes, se obtiene Max Payne. Que a pesar de lo que pueda parecer no está tan mal. Claro que tampoco está tan bien.
Como “antihéroe mítico” define al protagonista la ampulosa gacetilla de prensa. A los ojos del espectador aparece como un simple policía de escritorio, que trabaja en la sección “Casos irresueltos”, seguramente para recordar que él mismo carga con uno. Tiempo atrás, alguien asesinó a su mujer e hija. De allí que a Max (Mark Wahlberg) sonreír le sea tan ajeno como a Santo Biasatti. Fuera del servicio y obsesionado con vengar aquel crimen (al punto de rechazar la oferta de sexo que le tiende la espeluznante Olga Kurykenko, a quien puede verse en la nueva de Bond), su investigación lo llevará hasta la gigantesca corporación farmacéutica donde trabajaba su ex (la cantante Nelly Furtado, entrevista en flashbacks granulosos). El jefe de seguridad de la corporación no es otro que el mejor amigo de su padre (Beau Bridges), tipo buenazo y paternal, de cuya mano Max descubrirá en qué consiste la droga secreta desarrollada por el laboratorio. De nombre Valkiria, ese preparado de color azul convierte a cada soldado en una suerte de Robocop, sin necesidad de cyborguización alguna.
Película de género sin el menor rastro de humor, Max Payne construye un universo opresivo, lluvioso, asexuado y decolorado, que se llena de color en los flashbacks y en la resolución, cuando Max llega finalmente al meollo del asunto. En términos generales, la cosa oscila entre el neo-noir y la ciencia ficción, con unos turbios asesinos alados que se abaten sobre las víctimas en callejones. De tan serio, Wahlberg parece constipado. Como en todas las películas derivadas de videogames, no hay aquí un solo personaje que sea algo más que una ficha en un juego, con el héroe corriendo, saltando, bajando a los malos y pasando al siguiente nivel. Esa estereotipia se hace doblemente forzada en el caso de Mila Kunis, la linda morochita de la sitcom That 70’s Show, que en la comedia Forgetting Sarah Marshall (recién editada en DVD) está encantadora. Aquí, como gangster de gesto duro y pelo tirante, luce tan a gusto como Mark Wahlberg podría estarlo en un musical.
5-MAX PAYNE
EE.UU., 2008.
Director: John Moore.
Guión: Beau Thorne, sobre videogame homónimo.
Intérpretes: Mark Wahlberg, Mila Kunis, Beau Bridges, Chris “Ludacris” Bridges y Chris O’Donnell.
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