Sábado, 29 de noviembre de 2008 | Hoy
MUSICA › TILíN OROZCO Y FERNANDO BARRIENTOS HABLAN DE PULPA, SU NUEVO CD
El dúo, que cuenta con producción de Gustavo Santaolalla, propone un rosario de tonadas, cuecas, zambas y gatos “a la Orozco–Barrientos”, que alcanzan su máxima expresión en “Vidita agua”, el tema que comparten con Mercedes Sosa.
Por Cristian Vitale
Uno irrumpe emocionado al grito de “¡qué asado nos comimos, papá!”. Es Tilín Orozco. Otro, con lentes de sol y rulos largos, se queja de la resaca de anoche y agradece por todo. Es Fernando Barrientos. Uno tiene 47 años, el otro 45 y ahora están sentados en un bar de Chacarita. Tiran palabras sin editar. “Nos tuvimos que armar de mucha paciencia, porque no nos quería ni nuestra vieja. Ibamos a tocar y decían ‘Uy... este culeao se drogó de nuevo’...” Es la segunda reflexión, y le pertenece a Tilín, responsable de las bellas melodías que pueblan Pulpa, segundo trabajo del dúo. Por supuesto, el guitarrista está redirigiendo la mirada al pasado. Algún difuso momento entre 1980, año en que nació la amistad, y 2003, cuando la obtención del Gaviota de Plata (en Viña del Mar) les tendió un puente hacia León Gieco y éste no sólo los invitó a abrir uno de sus más recordados shows del siglo (Ferro, 2004), sino que los recomendó a Gustavo Santaolalla. “Cuando apareció Gustavo empezaron a decir ‘Che, ¿por qué no me cantás esa canción que dice así?’ ¡Son cabronas eh!, cholulas”, redondea Tilín.
–Comienzos duros...
Tilín Orozco: –Es que los folkloristas nos sacaban cagando y los rockeros también... entonces optábamos por autoinvitarnos a los recitales de cada uno. Formamos un ejército de dos, porque nadie nos daba pelota.
El ninguneo menguó con Gieco y acabó cuando Santaolalla accedió a producirles el primer disco: Celador de sueños, un páramo sonoro que les incorpora a los géneros del ADN cuyano (tonadas y cuecas) la impronta de cierto rock argentino. Un Ateneo lleno, la nominación a los premios Gardel 2005, la invitación de Mercedes Sosa para cantar juntos el tema homónimo y la interpretación de muchas de sus canciones por Teresa Parodi, Luna Monti y Juan Quintero –más la misma Negra– hicieron el resto. “Estábamos preparados para esto. No nos sorprendió... lo tomamos con mucha alegría y poca histeria, porque estas cosas pueden producir mucha histeria. Si te agarra mal puesto, te pone la muña en otro lugar. Pero nosotros ya hicimos toda la previa en el under... íbamos con nuestro cancionero a mostrarlo en todas las peñas de Cosquín, sin ser número en la plaza”, evoca Barrientos. Pulpa, pronto a salir, puede ser visto como una continuación –-¿evolución?– de Celador... Para el cantante pelilargo hay más sabor regional –“Le dimos una vuelta de tuerca”– y Tilín profundiza en aspectos que van más allá de lo musical. “Nosotros somos hermanos de toda la vida. Cuando te anima la parte del músico estrella onda ‘me junto con éste porque canta, toca o compone bien’, no te movés cómodo en la cancha. En cambio, cuando la cosa nace naturalmente, después de muchísimos años de amistad, es más fácil. Yo vengo de Mendoza a ver cómo está mi hermano... nos preguntamos por los nuestros, y recién después hablamos de las canciones. Queremos ser como Salgán–De Lío.”
“Las canciones son una continuidad de lo que dice Tilín... una vez que te comiste un asadito, recién arranca la viola y nacen ellas –revela Barrientos–. Si mañana nos aburrimos, no tocamos más juntos.” Los dos hablan pausado y se tiran chistes de sobremesa. Barrientos vive en Buenos Aires hace casi quince años (desde cuando compuso “El amor es más fuerte” para Tango Feroz) y Orozco va y viene de Mendoza, ciudad cuna donde trabaja la vid en una finca de Luján de Cuyo. La de Santaolalla. “Se puede cuestionar desde Perón hasta Maradona, pero a Santaolalla no: él es el mejor productor del mundo. Lo suyo ya no es suerte. Y cuando un tipo que gana tantos premios te llama a vos, que venís poco a Buenos Aires, que te gusta andar a caballo o tirarte pedos con tu hijo en el campo, es una bendición. Gracias a Gustavo podemos tocar y no seguir vendiendo diarios”, devuelve Orozco.
–Pese a la fuerte temática regional que impregna el disco, hay excepciones. “Bagualín” es una historia bien bonaerense, de los márgenes, si se quiere.
Fernando Barrientos: –La escribí en el ’94, cuando ya vivía en Buenos Aires y empezaba a ver lo que la sociedad de hoy termina aceptando... que mujeres de 70 u 80 años estén cargados 50 kilos de basura en la espalda. Estaba empezando a crecer ese espacio que es un vacío. Había legiones de niños subiendo a los trenes con kilos de basura. Si llegamos a eso y lo aceptamos como natural, estamos mal.
A “Bagualín”, track inaugural de Pulpa, le sigue un tendal de tonadas, cuecas, zambas y gatos “a la Orozco-Barrientos”, que tal vez alcance su máxima expresión en “Camino a Maipú”, “Los dos perros” o “Vidita agua”, el tema que comparten con Mercedes Sosa. “Cantar con ella es como hacerlo con Bob Dylan o John Lennon, loco. La paz que te trasmite en un estudio de grabación, yo no la he sentido jamás. Tampoco el cariño que te ofrenda”, sostiene Tilín y sigue su otro yo: “Tilín siempre me decía ‘esto lo tiene que cantar la mami’... es una de nuestras primeras cuecas. ¡Y la eligió ella! Creo que venimos con las manos calientes”. A diferencia de Celador de sueños, Pulpa está coproducido por Santaolalla más Orozco. Muchas de las canciones, más de la mitad, son viejas y Barrientos, por ejemplo, no puede explicar por qué compuso una de las letras más bellas (“Sin luz de amanecer”). “A veces no sé por qué hago las canciones... salen, parecen sueños. Me pasa que no tengo respuestas para lo que escribo, éste es uno de los casos. Algo que no me pasó con Pulpa, que es una descripción del desierto de Lavallén, ese lugar que es mitad todo y mitad nada, porque ahí está sintetizada la vida”, explica.
–¿Cómo fue coproducir con Santaolalla?
F. B.: –En la línea humana que hablábamos. Gustavo es el gran responsable de que estemos acá. Yo lo he visto bajar del avión y venir a tocar con nosotros a un pub para 30 personas. Se bajaba con el ronroco y venía... ¿estás de la cabeza, loco? Traía el segundo Oscar en la mano y venía a tocar con nosotros
T. O. (Sonrisa irónica): –Yo me gano un Oscar y ¿sabés qué? Me paro en el capó del auto y te meo de arriba abajo.
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