Sábado, 13 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › LOS FABULOSOS CADILLACS Y EL SATáNICO POP TOUR
Ante más de 60 mil personas, en una ceremonia plagada de éxitos y citas populares, Vicentico, Flavio Cianciarulo, Sergio Rotman, Mario Siperman, Daniel Lozano y Fernando Ricciardi se dieron el lujo de poner un estadio en llamas.
Lo que hasta hace poco era electricidad expectante se traduce en doble rugido: el rugido de la multitud en el Monumental de Núñez se suma al de “Manuel Santillán, el león” y al fin, después del paseo latinoamericano, después del desembarco argentino en el Chateau Carreras cordobés el sábado pasado, Los Fabulosos Cadillacs hacen efectivo el verdadero regreso a Buenos Aires (aquella noche del Planetario sólo puede entenderse como precalentamiento) con el marco esperado, con el fervor necesario. Y sin embargo, ante el espectáculo de 66 mil personas en River, ante la explosión iniciada con la banda de sonido de 007 que prologó tantos shows de la banda, es inevitable pensar más en un debut que en un retorno: aun con una historia riquísima, plagada de éxitos y citas enormemente populares en Latinoamérica, Vicentico, Flavio Cianciarulo, Sergio Rotman, Mario Siperman, Daniel Lozano y Fernando Ricciardi nunca habían podido darse el gusto de un estadio argentino en llamas.
Ahora sí: de aquel león escondido en un callejón al primer megahit de “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, los Cadillacs se bañan en el rugido de miles y miles. El Satánico Pop Tour al fin estalla aquí. Y es imposible no contagiarse.
En la tarde de un viernes que sumó complicaciones por el paro de subtes y el consiguiente río de autos desplazándose al norte de la ciudad, el ingreso no pudo menos que ralentarse: así, las tribunas de River se fueron llenando con parsimonia, y el breve aperitivo de Massacre (“lo importante son los Cadillacs”, sostenía Wallas en el backstage) transcurrió en el contexto de gente que se iba acomodando, buscando lugar, aprovechando esas complicaciones en el ingreso para dejar que la efervescencia fuera subiendo de a poco. Todo eso parece recuerdo viejo cuando “El genio del dub” sigue subiendo la apuesta y el calor, y la banda se afirma definitivamente sobre el escenario. Con el aporte de Hugo Lobo en trompeta, Gustavo Martelli en percusión y el guitarrista Matías Brunel asumiendo las funciones que alguna vez tuvieron Vaino y Ariel Minimal, los Cadillacs están bien a la altura del compromiso, lejos de algunas veladas despelotadas que nunca les restaron real valor, pero atentaron un poco contra la experiencia en vivo.
Todo eso parece historia vieja, lo cual resulta curioso si se tiene en cuenta que la lista que irán desgranando en la primera cita de River está –como espera la masa– llena de clásicos. Aunque la primera parte del show dio gran protagonismo a Rey Azúcar con canciones como “Santa Carmela”, “Paquito”, “Saco azul” y “Padre Nuestro”, que no suena como la versión original sino que adopta el traje cumbiero que le imprimen Pablo Lescano en La luz del ritmo y sobre el mismo escenario de River, consiguiendo un nuevo brote de baile popular. Las manos hacia arriba convirtieron al estadio en una fiesta bien cumbiera, liderada por “el príncipe de la cumbia argentina”, como se lo presentó. No había prejuicios en la entrega a una pista que no segmentó públicos ni distinguió fronteras urbanas.
Entre los temas de Rey Azúcar, los Cadillacs se dieron tiempo para “Wake up and make love to me”, un momento muy funky que otorgó licencias a Vicentico para entonar “Like a virgin” saltando a la cuerda como lo hiciera Madonna hace sólo unos días, eso sí, con no tan buena performance atlética. Uno de los integrantes históricos de la banda, Luciano Jr., también fue invitado al escenario durante “Padre Nuestro”, y cada ingreso de un nuevo músico fue precedido de una ovación. El reggae tranquilo se había oído más temprano, cuando empezó a sonar “Estoy harto de verte con otros”: la constante fue la sutil concepción de los equilibrios que hizo combinar explosiones de euforia para bailar y bañarse en sudor con canciones reposadas para ponerse melancólicos, preparando el terreno para que los hits explotaran promediando la mitad del show.
Se produjo un momento especialmente emotivo cuando empezó a sonar “Siguiendo la luna”, del disco El león: los celulares en alto y los colgantes luminosos en azul –que se repartían en la entrada, en la era posterior al encendedor prendido– dieron la pauta de la ceremonia colectiva que se alcanzó. La intensidad máxima del show, cuando sonaba “Siguiendo...”, contó con la participación del músico Sergio Rotman en la guitarra. El fallecido Gerardo “Toto” Rotblat era recordado en la pantalla, mientras Flavio se paseaba en skate con máscara de luchador y Rotman circulaba encapuchado con un hábito marrón.
Cuando arrancó “Los condenaditos” (donde Vicentico rompió un teclado a bastonazos), la percusión siguió fiel al in crescendo de ritmo y energía. Al cierre de esta edición, el grupo se embarcaba en clásicos de vieja data como “Demasiada presión” (uno de los grandes momentos del injustamente ninguneado Volumen 5), “Vasos vacíos” (donde se esperaba la presencia de Mimí Maura ocupando el lugar que alguna vez tuvo Celia Cruz) y el combo leonero de “Gitana” y “Carnaval toda la vida”. Los temas sonaban ajustados y los músicos arengaron como si fueran parte del público. La andanada de hits dejaba a River en llamas.
Informe: E. F.
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