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Sábado, 13 de diciembre de 2008

VIDEO › CINTA ROJA, DE DAVID MAMET, CON CHIWETEL EJIOFOR

El mundo como un simulacro

El dramaturgo estadounidense, ya definitivamente consagrado como cineasta con títulos como Casa de juegos y Búsqueda desesperada, vuelve a narrar su historia predilecta, la de un moderno Prometeo que lucha contra un orden superior, hecho de engaños.

 Por Horacio Bernades

En términos temáticos, la obra de David Mamet gira alrededor de una constante: la batalla por la prevalencia que el héroe libra, como moderno Prometeo, contra un orden superior. En los comienzos de su carrera, esa batalla tomaba la forma de una guerra de inteligencias. Para prevalecer se hacía necesario develar un espejismo: las trampas de Casa de juegos o The Spanish Prisoner, la conspiración fantasmal de Investigación de un homicidio, la construcción mediática de Mentiras que matan (escrita, aunque no dirigida, por Mamet). En los últimos tiempos, a la inteligencia se le sumó el músculo, con héroes veteranos, tan disciplinados como guerreros zen, a los que se les presenta una última oportunidad de vencer. El caso de Heist (2001, editada en video con el título Un plan perfecto), Spartan (2004, lanzada como Búsqueda desesperada) y, ahora, RedBelt, estrenada en Estados Unidos en los primeros meses del año. El sello LK-Tel la pone en circulación, con una traducción que parecería querer reconvertir la jerga de las artes marciales al ámbito de la mercería de barrio: Cinta roja.

De estructura coral, como es costumbre en el autor, Cinta roja presenta una red de tramas, de hilandería menos compacta que en anteriores ocasiones. Veterano de guerra y miembro de la policía de Los Angeles, Mike Terry (el siempre excelente Chiwetel Ejiofor) es un maestro de jiu-jitsu que durante toda su vida se ha negado (por honor o por orgullo, depende cómo se lo vea) a combatir en competencias. Como Eddie Felson en El color del dinero, se verá obligado a hacerlo cuando ya parecería tarde para él. Alrededor de Mike proliferan subtramas, temas y personajes. Por un lado, su relación con las mujeres. Que, como es frecuente en Mamet, parecerían cumplir un rol instrumental. Está la ex esposa, que le reclama cumplimiento económico. La esposa actual (Alice Braga, hija de Sonia), que le reclama lo mismo. Y una chica (Emily Mortimer, vista en Match Point) que, recién salida de una experiencia límite, le permitirá ejercer el rol que más parece gustarle: el de padre sustituto.

Después está el mundo del cine como simulacro, que el autor y realizador había explorado en Cuéntame tu historia. Entre la galería de personajes, un fullero que parece salido de Casa de juegos, un prestamista (el gran David Paymer), un manager inescrupuloso (el genial Ricky Jay, presente en todas y cada una de las películas del autor), una especie de gurú-samurai, un engaño (o dos) típicamente mametiano(s) y un grupo de peleadores y empresarios brasileños, entre los que se cuenta el exportable Rodrigo Santoro (el rey Jerjes en 300, Raúl Castro en Che, el argentino, Paulo en Lost). A partir de determinado momento, Mamet intenta conciliar el tono grave, reflexivo, eventualmente sentencioso, con el cliché dramático de “la gran pelea final”. Como resultado de la batalla, algunos núcleos dramáticos quedan en estado embrionario, otros parecen rezagos de películas anteriores y están los que se evaporan sin dejar rastros. Como si una mano los hubiera puesto en el guión y otra los hubiera arrancado, un par de escenas más adelante.

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De estructura coral, Cinta roja presenta una red de tramas y subtramas.
 
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